CAMINOS CRUZADOS

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Como una estatua, inmóvil en su asiento frente al volante, su respiración se congeló tras el repentino impacto. Los ojos de la señora no fueron lo suficientemente veloces para descifrar qué objeto a semejante velocidad había impactado el parachoques frontal de su coche, el cual, al igual que el cristal del parabrisas, estaba hecho añicos.




[Una semana antes]

Una semana, siete días, ciento sesenta y ocho horas que iban en cuenta regresiva de cara a un juicio, un juicio que iba a suponer el fin de la guerra contra los Wang, en específico con el menor de sus integrantes, Jackson Wang.

Tras meses de búsquedas y más búsquedas de trapos sucios para atacar contundentemente al bando contrario, se acercaba el momento de hacerlos morder el polvo. Casi todas las armas estaban listas para aquella decisiva batalla, así lo estaba exponiendo Somi en casa de Lisa, donde ya estaba dando fin la última reunión acerca de su estrategia antes de dicho juicio.

—Esto es todo, descansad el resto de la semana, lo necesitaréis —dijo Somi terminando de recoger todos los documentos. Se puso de pie con su maletín en mano para despedirse—. Nos vemos el lunes que viene a las ocho, en el juzgado. Todo saldrá bien, Lisa, no te preocupes —habló con seguridad, aceptando el abrazo de la rubia antes de marcharse.

Tras cerrar la puerta, Lisa regresó al salón, sin ver a su pareja sentada en la mesa como lo estaba segundos antes. Al igual que su madre cuando se fijó en la hora, subió las escaleras en dirección a su cuarto para buscar sus pertenencias. Abrió la puerta y vio a Jennie con las mismas intenciones que ella.

—¿Qué haces, Jen? —preguntó la rubia.

—¿No lo ves? Estoy recogiendo mis cosas para ir contigo a la terapia —obvió encogiéndose de hombros.

—Mamá me acompañará.

—Vamos, Lisa, ella y tu hermana te acompañan siempre, ¿por qué no quieres que yo vaya contigo?

Tomando una bocanada de aire se acercó a ella y agarró ambas manos antes de sentarse en el borde de la cama.

—Verás, no es por nada malo ni mucho menos, lo que ocurre es que si tú estuvieras allí, me sentiría muy incómoda. Pienso que es mejor así, que veas cómo yo progreso paso a paso... —Reconoció su mueca de descontento al instante—. Por favor, cariño, compréndeme.

Jennie asintió—: está bien, te he entendido perfectamente... —habló, mirando a la nada.

—Esa cara... ¿Qué ocurre ahora?

—Nada, tenía pensado ir contigo, pero me has rechazado, así que, no tengo nada que hacer —soltó fingiendo indignación.

—Puedes esperarme aquí durante la próxima hora y cuando regrese vemos que hacemos, ¿sí?

—Deja que vea mi apretada agenda. Está bien, cancelaré todos mis planes de hoy sólo porque se trata de usted señorita Manoban —coqueteó.

Los llamados de Alice desde la planta baja despabilaron a la rubia, que se puso de pie.

—De acuerdo, será mejor que baje ya. Hasta luego, señorita Kim, no haga nada raro y eso incluye quemar la casa —bromeó haciendo reír a la mayor.

—Sí, sí, como ordenes, me portaré bien lo juro —contestó, sonsacándole un casto beso a la que desapareció tras la puerta.

Se descalzó nuevamente mientras suspiraba con pesadez, recostándose en la cama sin pensar en nada y al mismo tiempo en todo. Perdida en el qué hacer, el sueño la venció sin demasiada dificultad.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora