EPÍLOGO - ÚLTIMA RIMA

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Las personas invitadas que estaban sentadas en el jardín del hotel donde se estaba celebrando la boda, decorado con arreglos florales a juego con la calidez del verano, se pusieron de pie cuando el oficiante dijo—: ya pueden besarse.

Los aplausos duraron largos segundos entre gritos de halago, unos reclamando larga salud y otros fiesta. No faltaban los que lloraban con una sonrisa en el rostro al ver tan de cerca el amor entre las dos personas que se estaban casando.

Tras el banquete, llegó la parte más esperada, el baile de boda. En cuanto la pieza sonó, el centro se llenó de invitados que veían cómo bailaban. Se hizo un momento romántico para quienes protagonizaban ese momento y lo volvían suyo. Un memorable recuerdo para todos.

Al lado de Lisa se encontraba Jennie, teniendo dificultades para ver el baile por el hombre alto que tenía justo delante, le topó con el codo a su novia—: ¡pss! ¡pss! Mi amor, vamos a echarnos más a la izquierda, no veo —empezó a murmurar a su lado. Lisa ni le prestaba atención, toda puesta sobre el viejo Park y su recién esposa, la emoción retenida en sus ojos llorosos. Sin embargo, la castaña insistió—. Oye, ¿tú crees que el viejo ya use pastillitas para darle cariño a...?

—¡Por el amor de Dios, Jen! ¿Tienes que salir con eso ahora? No estropees el romanticismo, hazme el favor —La regañó en voz bajita, abriéndole los ojos como advertencia.

—¡Pues no sé si es un momento romántico, porque con el Taj Mahal en mi puta cara no veo un carajo! —refunfuñó, el hombre de delante se giró avergonzado echándose un poco al lado para dejarle ver—. Gracias amigo —dijo Jennie.

Justo cuando pudo ver a la pareja, el novio le dio la última vuelta a la novia, terminando con un beso que dio por concluido el baile—: ¿es una puta broma? y sin darle muchos rodeos, el dj dio inicio a la verdadera celebración, poniendo a todos a bailar.



A saber qué hora sería. De las últimas en irse de la fiesta con un mar de copas encima, la pareja de la bailarina y la rapera subió finalmente a su habitación de hotel. Entre risas canturreaban las canciones más icónicas de la noche mientras se adentraban a la habitación deshaciéndose del calzado que ya molestaba en los pies. En el baño, Lisa se estaba deshaciendo del maquillaje cuando el silencio fue sustituido por una playlist de canciones r&b lentas. Extrañada salió, sorprendiéndose por ver a Jennie bailando sola, balbuceaba cosas inentendibles mientras intentaba agarrar el ritmo de la canción.

—¿Qué estás haciendo, cariño?

Esta no se detuvo sino que hizo un ademán para invitarla a bailar con ella. La envolvió en sus brazos, tambaleándose rítmicamente en el sitio lo suficiente para quedar pegadas y hablarse con la mirada.

—Me perdí el baile de los novios, me pregunto cómo fue —comentaba Jennie—. Me pregunto si se miraban de la misma forma que nosotras.

Lisa sonrió enternecida—: sí, cuando los vi a ellos me emocioné mucho porque era como si nos viera a nosotras mismas. Se nota que están enamorados. Yo también me preguntaba cómo sería si nos casáramos.

Jennie lo pensó unos segundos antes de responder—: quizá deberíamos casarnos para comprobarlo. ¿Debería pedirte matrimonio?

—No lo sé, ¿y si te lo pido yo?

—¿Qué tendrías en mente? Porque me vienen malos recuerdos de cuando casi me matas con el anillo que metiste en mi comida para reconciliarnos. No, mejor lo haré yo, te prometo que tu vida no correrá peligro —Se echaron a reír recordando aquel pequeño accidente.

—¿Sabes? No importa, que pase lo que tenga que pasar, en realidad ni siquiera necesito casarme contigo para saber que te amo. Lo único que necesito eres tú, Jennie.

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