UNA COPA DE MÁS

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Unos cuantos viajes repletos de equipaje, y un nuevo armario más grande reemplazando al anterior con tal de hacer espacio para cuatro, aunque en realidad fueran solo dos; eso fue suficiente para completar el traslado de la rubia a casa de Jennie.

—Y esa era la última camiseta. ¡Al fin se acabó la mudanza! —exclamó Lisa de felicidad, cerrando las puertas del armario tras colocar su última prenda.

Copió el gesto de la castaña y se dejó caer sobre la cama junto a una bocanada de aire, mirando el techo con cierto alivio después de una larga jornada de cargas y descargas.

—Sí, lo logramos. Choca esos cinco —corroboró Jennie con la mano en el aire, a la espera de la que acató uniendo ambas manos en un sonoro choque—. Ven aquí —murmulló vagamente estirando el brazo de esta hasta acomodarla sobre ella.

—¿Por qué suenas tan agotada?

—Justamente porque lo estoy, montar este armario no ha sido nada sencillo —justificó junto a un resoplido nada más recordar la terrible mañana que pasó entre planos, maderas y tornillos.

—Realmente nos complicamos porque quisiste. El muchacho de la tienda estaba dispuesto a añadirnos el servicio de montaje gratis —comentó con una sonrisita de burla.

—¿Sí? No me digas. Ese chaval solamente quería buscar la manera de conseguir tu número. Además, solamente te iba enredando de armario en armario para sacarte conversación.

—¿Qué más da? Nos lo iba a hacer gratis, además nos atendió muy bien.

—Da igual, eso demuestra lo poco profesional que era. Y te equivocas, a ti te atendió bien, a mí casi ni me miraba.

—Algo totalmente normal con las caras que le ponías todo el rato. El caso es que por tus celos hemos demorado casi todo el día en montar el dichoso armario, más después de que colocásemos las puertas del revés. No, disculpa, tú las colocaste mal por no admitir que necesitabas revisar bien las instrucciones —añadió riéndose de la castaña.

—Ese fue un simple error, cualquiera se equivoca. Lo importante es que está terminado a la perfección.

Lisa carraspeó—: yo no diría lo mismo después del tornillo que ha sobrado. Esperemos que aguante bien.

—Ya cállate un rato, ¿quieres? —replicó—. Oye, con la tontería no hemos comido casi nada en todo el día, tú también debes tener bastante hambre, ¿verdad? —Asintió—. ¿Qué te parece si estrenamos la cocina?

—¿Te refieres a que cocinemos algo?

—Exacto. Nam me ha pasado una receta de pasta deliciosa. Es muy rápida y sencilla de hacer, ¿qué me dices?

—Genial, será divertido quemar juntas la cocina —comentó siguiéndola hasta la cocina.

Jennie puso al fuego una olla con agua.

—¿Por qué dices eso? —preguntó rebuscando en el frigorífico.

—Lo digo porque la última vez que intentamos cocinar terminé bañándote en salsa de tomate gracias a nuestro gran autocontrol mientras cocinábamos —contestó haciendo reír a la otra al recordar ese suceso inoportuno.

—Razón no te falta, pero esta vez es distinto porque estoy tan cansada que nada podría desconcentrarme de estos tallarines —habló con determinación mientras comenzaba a cortar las verduras.

Aquella firmeza sonó como un reto personal para la rubia, que se arrimó a ella abrazándola desde la espalda—: ¿estás segura de lo que dices? —insinuó deslizando las manos a través de su torso hasta colarse bajo la camiseta y acariciar sutilmente sus tatuajes.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora