RECUERDOS Y BORROSOS (2/2)

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—Veréis...

(Hace un día)

Escuchó el timbre de su casa, su estómago no dejaba de cosquillear por culpa de los repentinos nervios que hicieron gran aparición. ¿Qué haría con su novia? ¿A dónde la llevaría? ¿Se lo pasaría bien? En ese justo momento comenzaron a aparecer un millar de preguntas en su rostro cálido al recordar también que debía de comportarse más coqueta para con la castaña. Abrió la puerta con el ritmo cardíaco acelerado y su pulso descontrolado, sonriendo embelesada cuando el rostro con el que no tuvo el chance de despertar esa mañana se asomó lentamente tras el ramo de flores que lo tapaba.

—¿Flores, Jennie?... vaya... h-hola —saludó sorprendida, dejándola pasar. Esos ojitos achicados se pusieron frente a ella con una sonrisita tierna.

—Hola mi amor. Sí, flores... discúlpame si no te acaban de gustar, créeme que intenté buscar unas que fueran igual de bellas que tú pero no las encontré por ninguna tienda. ¿Te conformarías con estas? —Lisa asintió con una sonrisa de oreja a oreja, dejándolas sujetas en su pecho mientras la otra se acercaba a su rostro enternecido—. Te prometo que para la próxima intentaré regalarte algo que se acerque más... pero no habrá nada porque eres lo más hermoso que jamás habré encontrado... Lalisa Manoban —Aquel nombre rozando sus labios dio el paso para compartirlo entre ambas bocas, sus olfatos hipnotizándose con los dos opuestos pero bien combinados perfumes que se mezclaron, las mejillas sonrojadas de la rubia acunadas por las manos que se apoderaron de ellas con una gentileza que jamás había visto en la mayor. Antes de marcharse dejaron las flores en agua, adornando el cuarto de la rubia.

—¿A dónde me llevas, cariño?

—Te llevaría hasta el final del mundo si tú tan sólo me lo pidieras, mi linda presidenta... —Comenzaron a reír, Lisa separando un poco sus dedos para terminar de entrelazarlos con los ajenos que se posaron en busca de contacto—. Pero por ahora vamos a ir cerquita de aquí, te llevaré a comer y después iremos a dar un paseo a un lugar muy bonito que descubrí no hace mucho, no sé si ya habrás estado ahí, en ese caso no pasa nada porque te lo pasarás tan bien que habrá sido como la primera vez que hubieras ido —explicó, besándole el dorso de la mano.

Llegaron en cuestión de minutos al lugar donde Jennie había reservado una mesa para ellas dos. Lisa frunció rápidamente el ceño al ver como la camarera que atendía su mesa trataba y miraba coquetamente a su acompañante frente a ella. Se marchó después de pedirles las bebidas y dejarles las cartas del menú.

—Esto... ¿es idea mía o la camarera te está tirando la caña?

—No, amor, no es idea tuya, y con lo poco que se mide te podría decir que se ha lanzado al agua con caña y todo el equipo de pesca completo —rio suavemente la mayor—. ¿Dejarás que se me insinúe de esa forma tan descarada? ¿No le dirás nada? —provocó, dejando de mirar la carta unos segundos para ver el rostro de enojo que tenía la rubia.

Sin decir nada, Lisa se cambió de lado, sentándose junto a la castaña.

—No me provoques... —terminó de decir Lisa con una sonrisa macabra, Jennie expectante a lo que haría esta cuando alzó la mano, llamándola.

—Bien, ¿ya saben lo que quieren? —Ambas asintieron, Lisa cogió inmediatamente el turno de palabra, llamando la atención de la que miraba solamente a Jennie esperando a que pidiera.

—Mira, yo quiero arroz con camarones salteados, y... para mi novia la carne asada, pero que esté tierna y no le cueste mucho cortar, por favor, es que... —bajó el tono de voz, inclinándose hacia la chica—. A veces soy un poco ruda y todavía tiene los dedos sensibles de todo lo que me tuvo que hacer anoche para poder satisfacerme, así que, si nos hicieras el favor no sabes cuánto te lo agradecería... gracias. Es todo —terminó de pedir, entregándole ambas cartas a la que se marchó avergonzada de allí.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora