FELICES ESTANCIAS (2/2)

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Frente a la casa de las Manoban, Ella llamó anticipadamente al timbre, sin permitirle hacer nada a su madre, quien vio como la pequeña se abalanzó a abrazar a Lisa como si no la hubiera visto justamente el día anterior.

Mientras Ella saludaba en el salón, Jennie llevó la mochilita de la pequeña hacia el cuarto de la rubia. La dejó sobre el escritorio, y al lado de la lamparita vio el anillo que tiempo atrás le había devuelto a su ex entre lloros. Recordar todo lo sucedido cargó sus ojos de dolor y arrepentimiento.

—Fue un regalo muy especial para ti. ¿Quieres llevártelo? —irrumpió la voz de Lisa.

Jennie lo devolvió rápidamente a su lugar, negando con la cabeza—: no me siento capaz de ponérmelo... Todavía no, pero, te garantizo que lo robaré cuando menos te lo esperes —insinuó, seductora, disimulando el nudo en su garganta con una sonrisa liviana.

—¿Puedo saber exactamente qué vas a robar? —contestó con la misma coquetería, obligándose a no sonreír cuando se percató de cómo Jennie la miró de arriba abajo varias veces.

—Hablas como si no me conocieras, y si lo hicieras, sabrías que no puedes despistarte ni un segundo porque podría simplemente robarte a ti, por completo. No me desafíes, que me conoces perfectamente.

Entre las cuerdas, Lisa miró el reloj, buscando una vía de escape ante la mirada devastadora de la castaña.

—¿No debías estar a las siete con el abuelo de Rosé? Faltan veinte minutos.

—Sí, debo marcharme ya —Lisa la acompañó hasta la puerta para despedirla—. De nuevo, muchas gracias por ayudarme con Ella, te prometo que te lo compensaré.

—No es nada, y no es necesario que me lo compenses porque nunca te pediría nada a cambio.

—No seas estirada, he dicho que te lo quiero agradecer, ¿es que no puedes dejar de llevarme la contraria, aunque sea una vez, Lalisa Manoban? —bromeó.

—Está bien, está bien, tú ganas. ¿Cómo piensas agradecérmelo?

—Ella se quedará conmigo unas semanas, cuando regrese con Somi, ¿te parece si te invito a cenar? Tú y yo, las dos solas. ¿Qué me dices?

—Me gusta tu plan... —aceptó, despidiéndose de la castaña para verla darse la vuelta—. Por cierto, Jennie —llamó su atención—, respecto a lo que habías dicho antes, puedes robarme lo que quieras, cuando quieras.

Compartieron una sonrisa en la lejanía, Jennie asintiendo antes de responderle—: gracias por decirme lo que ya sé, pero, igualmente lo tomaré en cuenta.

—Y ahí está de nuevo esa Jennie. Tonta... —murmuró para sí misma observando cómo aquella se subía al coche.


Entró nuevamente al salón para unirse al juego de mesa que habían preparado las otras tres, iniciando la noche entre diversión.

Jennie no estaba allí, pero, gracias a Ella, se hallaba más que presente en las mentes de las tres mayores. Cada vez que encontraba la mínima oportunidad, repetía lo mejor que sería cada instante si la castaña estuviera allí: «Los juegos son mejores cuando está mi mami, porque hace muchas trampas y es divertido pelear con ella». «Liz, ojalá mami estuviera viendo también esta película, las dos nos acurrucaríamos junto a ella y reiríamos de los comentarios tontos que hace siempre». «Mami, esto, mami lo otro...»

Por si no fuera suficiente, Lisa sentía que la pequeña daba en el clavo con cada cosa que decía sobre la castaña, conduciéndola a no pensar en otra cosa que no fuera ella y en las ganas de tenerla cerca, que crecían descomunalmente.

Última RimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora