40- Revelación

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Nate Samuels

Abrí los ojos despacio, acostumbrándome a la luz que entraba por la ventana. Lo primero que vi fue a Charlotte, estaba durmiendo tranquilamente mientras me daba la espalda, yo estaba abrazándola.

—Charlotte— susurré.

Ella simplemente volteó y me abrazó.

Hoy me siento más sentimental que de costumbre, es algo en mi pecho, y esa sensación extraña aumenta cada vez que la veo.

—Voy a lastimarte tanto...— murmuré mientras acariciaba su mejilla— perdóname.

Anoche no pude responderle cuando me dijo que me quería, porque sabía que si lo hacía la espantaría. Porque yo no la quiero.

La amo.

Y esas simples palabras la asustarían tal como lo hice cuando le dije que ella me gustaba. Y no quiero que se aleje, no puedo dejar que eso vuelva a pasar.

—Samuels... eres cómodo— murmuró medio adormilada.

—Eres una floja.

Ella levantó la cabeza y me miró con molestia.

—Idiota.

—Ridícula.

—Estúpido.

—Caramelo de fresa.

—Helado de vainilla— sonrió. Yo hice una mueca.

Yo desordené su cabello con mis manos, tapando su rostro.

—Quítate— se quejó mientras volvía a acomodar su pelo con sus dedos y me dio un golpe en el brazo— Fastidioso.

—Te encanta que lo sea, soy tú fastidioso.

Charlotte reprimió una sonrisa.

Ella pasó su mano por mi nuca y acarició los tatuajes que se extendían desde mi cuello hasta mi hombro izquierdo. Cerré los ojos al sentir la suavidad de sus dedos tocando mi piel.

—Tengo una pregunta.

—Dime— respondí mientras volvía a mirar esos ojos azules que lograron derrotarme.

—¿Porqué todo el mundo te llama Samuels y no Nate?

Sabía que algún día terminaría preguntándome eso.

—Siento que los nombres son especiales, pero desde que naces todo el mundo lo dice como si fuera algo tan corriente. Un nombre puede definir tu personalidad— dije con una pequeña sonrisa— Es por eso que comencé a hacer que todos me dijeran por mi apellido, y solo son pocas las personas que me llaman por mi nombre, porque son las personas que realmente me importan. Son especiales.

—Bruno te llama Nate, tus padres— enumeró, yo asentí— y Gaby.

—Y tú.

—Yo te llamo Samuels.

—Me llamas de las dos formas, aunque ahora me gustaría que me llamaras Nate. Suena más especial viniendo de ti— ella sonrió.

—¿Enserio, Nate?—Preguntó divertida.

—¿Puedes repetirlo unas cien veces más? Suena bien— me acerqué a su rostro y besé sus labios.

Así estuvimos, entre risas y jugueteos. Jamás pensé que estaría así con ella, no yo. Todo esto comenzó con un odio mutuo, un deseo oculto... mi deseo oculto.

—Tengo algo para ti— me dijo dándome un beso en los labios.

—¿Caramelos?— ella negó con la cabeza.

Todo comenzó con su Mirada | ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora