Extra: La ciudad del amor.

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Charlotte Black

Ocho meses después...

Los días libres son los mejores aquí en Paris. Estando en esta hermosa ciudad no he paseado todo lo que me gustaría, y hoy, siendo el inicio de unas mini vacaciones de cuatro días, podría hacerlo, pero me da pereza salir de casa.

Es bueno no vivir sola ¿saben? Kian es mi amigo, su novia Kate se ha vuelta muy amiga mía también. Convivimos genial. Excepto cuando, ya saben, ocurre lo inevitable. Parecen tan adorables y tranquilos, pero los sonidos que llegan hasta mi habitación no demuestra lo mismo, bueno, en realidad se oyen por todo el apartamento ya que estoy en absoluto silencio. Pero desde aquí, en la sala, no se oyen tanto como el choque de la cama contra la pared que da a mi cuarto.

Suspiré rendida, dejé la laptop sobre la mesilla de la sala mientras buscaba mis audífonos. Cuando los encontré tirados en el suelo sonreí.

—Benditos audífonos, gracias por existir.

Me los puse rápidamente, conectándolos a la laptop y puse música mientras seguía viendo mis redes sociales recostada en el sofá. Me decidí finalmente a buscar una película, pero no pude hacerlo, ya que en la pantalla apareció la solicitud para una video llamada. ¿De quien? Pues de Nate Samuels.

Me acomodé boca abajo, apoyándome sobre mis codos, dejé la laptop frente a mi y acepté, lo primero que vi fue su rostro con una amplia sonrisa.

—Hola, helado de vainilla— lo saludé.

—Hola, caramelo de fresa— respondió— ¿otra vez en el sofá?— se fijo mejor, yo asentí— Quien diría que el inofensivo Kian era cosa seria.

—Ni que lo digas, estoy a poco de fusionarme con el sofá y hacerme monja— confesé.

Nate soltó una carcajada. Estaba caminando y solo podía ver su rostro, no se donde está.

—¿Tú una monja?— se burló— tus chistes están mejorando, Charlotte.

—Si podría, no he besado, ni tocado, y menos he tenido sexo por más de un año y medio. Tengo potencial.

Nate se detuvo a verme con diversión. Mostró una sonrisa traviesa.

—¿Es alguna clase de indirecta? Porque la acepto, es una oferta muy tentadora.

—Idiota.

Él comenzó a reír, entró en lo que creo son baños, se metió en un cubículo dejando algo en el suelo y acomodó la cámara, dándome una visión completa de su atuendo de hoy.

—¿Que haces ahí?— pregunté confundido mientras veía que cerraba la tapa del baño y dejaba su mochila allí arriba.

—Debo cambiarme ropa en el baño de la universidad, y es incómodo— dijo mientras sacaba un cambio de ropa de la mochila.

—¿Te cambiarás frente a mi, Nate?— pregunté divertida.

El se inclinó hacia la cámara y me mostró una de esas sonrisas encantadoras suyas.

—Dijimos que esperaríamos los dos años hasta que tú volvieras definitivamente a Nueva York ¿verdad?— yo asentí— jamás dijimos que no haríamos nada. Y de todas formas ni siquiera nos hemos besado.

Todo comenzó con su Mirada | ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora