33- Confesión

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Nate Samuels

¿Ella acaba de besarme?

La miré con confusión, pero volvió a sorprenderme al besarme otra vez. Soy débil, accedí al beso, no entiendo nada pero se siente muy bien.

Espera, no.

Me separé de golpe, ella parecía nerviosa.

—¿Que mierda haces?— pregunté fastidiado.

—Hola— me saludó con la mano, como si no me hubiera besado hace un momento.

—¿Que se supone qué haces?— repetí, cruzándome de brazos.

—Me gustas.

Quedé paralizado. La observé con asombro, pero traté de mantenerme serio, carraspeé recuperando la compostura, ella jugaba con sus manos, nerviosa.

—No jodas, Charlotte. No estoy de humor.

—No estoy bromeando, mira, te traje tus caramelos favoritos, encontré en internet que también los venden en cajas y los conseguí— la tendió frente a mi— Toma, mi ofrenda de paz.

Yo tomé la caja, pasé mi dedo índice sobre el moño de cinta perfectamente hecho. Ella es muy adorable cuando se lo propone.

—Gracias— dije despreocupado— ¿Es todo? Estoy algo ocupado.

Si, hazte el interesante, aunque no tengas nada que hacer.

—Me gustas tú, solo tú. Tenias razón, solo tenía que encontrarlo para darme cuenta de que estaba aferrándome a un amor que no existía, porque... porque tenía miedo de sentirme así contigo— admitió— Y es tú culpa, porque yo estaba bien, se supone que tú me distraerías, no que me harías olvidar.

Se veía culpable bajando la mirada, y parecía tan pequeña ahí, frente a mi puerta, confesando su amor por mi. Traté de reprimir una sonrisa.

—¿Ahora soy culpable de ser un encanto?

Eso la hizo sonreír un poco.

—Si. Lo eres.

—¿Y se supone que debo conmoverme y aceptar tus sentimientos por mi?— pregunté con intención.

Charlotte negó con la cabeza.

—No. ósea, me gustaría pero soy consciente de que te lastimé mucho y que no lo merezco— me miró a los ojos— Pero voy a esforzarme para que me quieras otra vez.

Como si alguna vez hubiera podido dejar de hacerlo.

—¿Porqué te arriesgarías a perder tu orgullo y dignidad en el intento?

—Porque mi vida es una mierda sin ti, Nate.

A la mierda, no puedo ser malo con ella si está así.

No necesitaba seguir escuchando, simplemente tiré de su mano y la obligué a entrar, cerré la puerta y me lancé a besarla. Su espalda chocó con la puerta pero eso no le importó, solo siguió con el beso, esperé mucho por oír eso, ella demoró demasiado.

—Al fin lo admites— sonreí.

—Aún así esto me asusta, tú y yo. Eso... no hay manera de que pueda salir bien, voy a lastimarte y no quiero...— la callé con un suave beso.

—Tranquilízate, deja de pensar tanto. Tú no vas a lastimarme.

Ella asintió algo dudosa.

—Pero y si...

—Ya. Dije que no.

—Vale. Perdón— dijo— Y... ¿Que pasa ahora?

—¿Con que?

Todo comenzó con su Mirada | ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora