Cap 67

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♦️CUENTO UNA ESCENA UN POCO FUERTE. LEER CON DISCRECIÓN.♦️

Al día siguiente la cita de Gyu y Terry había ido de lo más aburrido a lo más hermoso. Se habían despertado a eso de las once de la mañana y decidieron desayunar en un McDonald que estaba cerca de la casa de Gyu, luego fueron al centro comercial para pasear y sacar muchas fotos. Gyu le compró algo más a Terry y él le compró a Gyu un suéter negro de estrellas que tanto le había gustado.

—Eres mi niñito consentido —le había dicho Tae al salir de la tienda y notar que su novio se ponía a chillar de la felicidad por haber conseguido el suéter.

—Tenemos la misma edad, genio. Así que tú también eres un niñito.

Eso le hizo sonreír al pelirrojo. Tomó a Gyu de la mano y caminaron por el resto del centro comercial. Encontraron una heladería y se sentaron a disfrutar de sus helados. Luego de eso se tomaron más fotos para conmemorar el día y al salir del centro comercial Gyu le compró un globo a Tae que decía "Te amo".

—No me voy a subir con este globo al autobús— replicó Terry aceptando el globo de todas maneras.

Gyu le hizo un pucherito.

—¿Por qué no? Está bonito.

—Sí, está lindo, pero es gigante.

—¿Y qué? No me dirás que te da vergüenza andar con ese globo y tomarme de la mano ¿o sí?

—Solo te estoy diciendo que es muy grande —replicó Tae volteando los ojos.

En realidad no. Algunas personas ya los empezaban a ver de mala forma. A ellos no les daba vergüenza tomarse de la mano en público, pero tener un globo con una inscripción así podía ser objetivo de burlas homofóbicas, y Terry no quería que alguien le hiciera una rabieta para arruinar su día.

—Podemos ir caminando.

—Son veinte cuadras, Terry —replicó Gyu.

—No importa, así hacemos ejercicio.

Tae lo convenció con muchos besos y se fueron caminando a la casa de BeomGyu.

.   .   .

—¿Qué haremos por la noche? — le preguntó Gyu a Tae mientras se sentaban en la mesa de la casa a comer otra porción de torta — ¿No me dejarás solo, verdad? Mis padres todavía no llegaran hasta dos días más tarde.

Tae le pasó un brazo por los hombros y lo atrajo hacia sí para darle un beso en la sien. Luego de lo temeroso que Gyu se había comprobado ayer por la noche no tenía el valor de dejarlo solo a oscuras en esa casa sin la protección de un mayor o de él.

—No, no voy a dejarte aquí — le dio otro besito y luego se concentró en su pedazo de pastel —¿Y bien? ¿Qué quieres que hagamos? podríamos ver una maratón de películas.

—De terror no — se apresuró a decir Gyu —. Si estuviéramos con los chicos sí podría verlas. Pero solo contigo no puedo, no mientras únicamente estemos los dos en la casa.

Tae lo entendía, entendía esos terrores nocturnos que lo asustaban tanto.

Y lo entendía porque Gyu se lo había contado. Hace un año le había contado por qué tenía miedo a la oscuridad de la noche, porqué cada vez que lo dejaban solo se asustaba y porqué cada ruido nocturno le provocaba salir corriendo a encender una luz...

Gyu no siempre fue hijo del señor y la señora Choi. De hecho, él había adoptado aquel apellido y a aquellos padres.

Él había tenido una infancia desafortunada y horrible. El orfanato había sido tétrico, hasta que por suerte el señor y la señora Choi se lo llevaron de allí a sus cuatro años.

Gyu no recordaba mucho de aquel lugar.

Pero sí recordaba lo que le habían hecho.

Algo que un niñito de cuatro años no debería de haber experimentado jamás.

—Oye, tranquilo. Estoy contigo, amorcito— Terry le dio un codazo al notar que Gyu se quedaba en blanco otra vez. A veces le pasaba cuando estaban solos, nunca cuando estaba con los demas.

Gyu asintió con la cabeza y siguió comiendo el pastel. Una imagen había pasado por su mente. Hacía años que no lo recordaba, o que al menos no lo tenía muy presente.

Le dio un escalofrío de tan solo pensar en cómo lo habían tocado, en cómo lo habían lastimado y humillado. Había días enteros en los que aquel pequeño Gyu no comía por tener miedo y no salir de su cuarto.

Pero BeomGyu había sido un niño fuerte, uno muy valiente, el cual logró superar todos y cada uno de sus traumas a una corta edad. Cuando cumplió los diez años ya era maduro para su edad.

Solo que algunas heridas nunca cierran.

Gyu se frotó los ojos varias veces y dijo:

—Lo siento. No sé por qué se me viene a la cabeza en un día así.

Terry observó el calendario. Era trece de octubre.

—¿Tus padres te adoptaron cerca de esta fecha, verdad?

Entonces Gyu también miró el calendario.

—Sí, el quince de octubre del 2005.

—Mmm — su novio lo abrazó y apoyó la cabeza en su hombro— debe ser por eso. Pero tranquilo, todo está bien. Estás conmigo, yo voy a cuidarte siempre, te lo juro.

.  .  .

La primera vez que lo tocaron sin permiso fue al día siguiente de haber cumplido los cuatro años.

Tan solo era un niñito que no sabía que sufriría durante meses y meses y meses hasta que a fin de año una familia bondadosa y sin maldad se lo llevaría a su hogar.

El pequeño Gyu estaba en aquel cuarto horrible y cerrado. Supuestamente le iban a llevar la comida.

Pero aquel día no habría comida, sino otra cosa.

Dolor.

Sufrimiento.

Humillación.

Y debilidad.

¿Por qué le iban a hacer eso? Tan solo tenía cuatro malditos años.

La primera noche fue la peor, la más temerosa, la más dolorosa. La segunda y la tercera aquel pequeño castaño se había desmayado.

A tan corta edad de cuatro años.

Tan solo se lo habían hecho cinco veces antes de que una familia lo adoptase y lo enviara a un psicólogo. Pero aquellas cinco veces habían sido suficientes para corromper su cordura.

Solo que BeomGyu no dejó que la maldad lo consumiera a él también. La psicóloga le había hablado de cómo crecían aquellos niños los cuales también habían sufrido abuso. Se lo contó a pesar de que sabía que Gyu no lo entendería.

Pero Gyu sí lo entendió. Una parte de su cerebro comprendió que su deber no era transformarse en un ser humano violeto consumido y traumado por lo que le habían hecho.

Gracias a su fuerza de voluntad él jamás tuvo conductas violentas, nunca se portó mal, nunca reprobó materias, siempre ayudaba a los demás y era amoroso con todo el mundo.

Aquello no lo había matado, no lo había corrompido.

Lo había hecho fuerte.

Solo que por culpa de eso, Gyu era adicto al sexo. Y era un adicto porque tenía la necesidad de reparar aquello que le habían hecho. Esa necesidad de saber que ahora era él quien controlaba su cuerpo, esa necesidad de sentirse poderoso... por eso era él quien manejaba las embestidas, para que ya nadie pudiera controlarlo en ese sentido. Ni siquiera Terry.

Lo que Gyu hacia era tener control y poder total sobre si mismo.

Porque el control lo era todo.

Lovely Boy |Tk| ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora