Eve
—¡¿Por qué no puedo ir?! Es en la casa de Suzana, ya conocen a su familia.
—Te dijimos que no, Eve.
Chasqueé la lengua y me crucé de brazos. Odiaba que me tratasen como un niño, nunca podía ir a fiestas que no fueran de día como si tuviera cinco años aún. Resoplé haciendo que mi papá me mirara de nuevo.
—Eve, hijo, no tienes edad para ir a fiestas así. Además, ¿no dijiste que era fiesta de Boris? Es mucho mayor que tú y seguramente haya alcohol, sería una irresponsabilidad dejarte ir.
—¡Pero Suzana y Dylan van a estar ahí y tenemos la misma edad!
—Primero, no le grites así a tu padre. Segundo, nosotros no somos como sus padres, no queremos que vayas a esa fiesta, no tienes edad para hacerlo.
Volví a resoplar. Era injusto que me tuviera que quedar encerrado mientras mis amigos, de mí misma edad, estaban en una fiesta. Subí a mi habitación de mala gana y cerré de un portazo mientras marcaba el número de Dylan. Me puse el celular contra la oreja y esperé a que me respondiera, pero nada; seguramente no lo escuchaba o estaba distraído con la música. Solté un suspiro, me acerqué al espejo y observé mi reflejo. Hacía un rato que estaba preparado, pero mis padres no daban brazo a torcer. De repente, escuché que tocaban la puerta haciéndome sobresaltar.
—¿Qué?
—Déjame pasar, hijo...
Solté un suspiro, me levanté y abrí la puerta, mi papá me miró.
—¿Qué? —repetí.
—No estés enojado, hijo. Solo te estamos cuidando.
—Sí, papi, como digas —entorné los ojos—. Me voy a dormir, quiero salir temprano a ver a Suzana.
—¿Sí?
Asentí, él me miró unos segundos sin decir nada. Si no calculaba mal, se iban a dormir en una hora, tenía que fingir que me iba a dormir y esperar, podía salir en cuanto se encerraran en su cuarto.
—Bueno, descansa, mi pequeño —me tomó de las mejillas y me besó en la frente—. Y no pongas esa cara, tu padre y yo te queremos demasiado, por eso decidimos que no vayas.
—Sí, ya lo sé —dije de mala gana, estaba cansado de que me sobreprotegieran tanto—. Ya me voy a dormir.
Me saludó de nuevo y se apartó de la puerta para que pudiera cerrarla. Suspiré una vez que estuve encerrado de nuevo, apagué las luces, me metí en la cama y saqué mi celular para avisarle a Suzana que estaría en su casa pronto; no me perderé esa maldita fiesta. Dejé el aparato debajo de mi almohada, me arropé y esperé con la mirada clavada en la ventana. Agudicé el oído lo más que pude, necesitaba estar atento a cuando mis padres cerraran la puerta de su habitación, esa iba a ser mi señal. La espera se me hizo eterna hasta que escuché la puerta del cuarto principal cerrarse. Me levanté con cuidado, me cambié, me puse las zapatillas y guardé mi celular en el bolsillo. Después, me acerqué a la ventana, la abrí con sumo cuidado y me apoyé en el alfeizar de la ventana. Solté un pequeño suspiro y me impulsé para colgarme de la rama del árbol que estaba junto; por un segundo, recordé de todas las noches que esta misma rama me asustó cuando era un niño. Bajé tratando de hacer crujir la madera lo menos posible. Una vez en el suelo, eché un vistazo rápido a la casa como si pudiera ver a mis padres dentro, me acerqué a la pequeña cerca que dividía la calle de la propiedad y la salté para ir en dirección a la casa de Suzana. Metí las manos en los bolsillos de la campera, no era tan abrigada como se necesitaría en una noche de octubre, pero no era demasiado cómodo trepar en un árbol con tanta ropa.
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Nuestro error
Teen Fiction⚠️Nota: libro dos de Broken boy ⚠️ Un pequeño error llega a sus vidas para entrelazarlas de forma inesperada, obligándolos a buscarse después de una noche que casi había desaparecido en sus memorias. ¿Serán capaces de enfrentarse juntos al capricho...