Capítulo 52

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Dragan

Noté a Eve un poco nervioso, se había quedado callado hacía un rato y no hacía más que removerse en el sillón. Jugueteó con sus manos compulsivamente. Mirando a sus padres y tío, tomé sus manos, por el rabillo del ojo me di cuenta que había levantado la mirada hacia mí. Le dediqué una mirada rápida un tanto inquisitiva, él no hizo más que esbozar una pequeña sonrisa inhalando profundamente. Me sentí un poco confundido con sus reacciones, me pregunté si le pasaba algo. Apretó un poco mi mano y llamó a sus padres, quienes desviaron la mirada hacia él automáticamente. Les comentó con voz vergonzosa que ahora éramos novios. Su vergüenza me contagió automáticamente. Con Sevag no había tenido una presentación como tal, a sus padres les importaba poco y nada lo que hiciera o con quien saliera. Con los demás, tampoco nos importaba conocer a los padres del otro, no teníamos la necesidad de hacer esto. Sus padres nos felicitaron por alguna razón, supuse que los ponía contentos que decidiéramos ser novios y dejar de discutir como antes. Sonreí como instinto, pero no dije absolutamente nada, mi cabeza estaba llena de estática, como una televisión antigua. Sentí, de repente, la mirada de Aidan fija en mí. Bajó a su esposo de su regazo, se levantó y me hizo una seña para que lo siguiera. Ilan le dijo rápidamente que no era necesario, pero Aidan no hizo caso, caminó hasta la escalera sin esperarme. Me levanté y me apresuré a seguirlo hasta su despacho. Se sentó detrás del escritorio indicándome que me sentase en la que se encontraba delante, lo obedecí en completo silencio. Me sentí tenso, esquivé su mirada lo más que podía, centrándome en observar la habitación como si fuera la primera vez que la veía.

—Ahora que sé que están de novios, voy a reforzar lo que te he dicho esta mañana.

—No hace fal...

—Sí, hace falta, Dragan. No quiero que vuelva a suceder lo de anoche. No me importa que luego te vayas, sé que ninguno de los dos quiso encontrarse en esta situación, con un embarazo no deseado, pero eso no significa que puedas llegar a mi casa como anoche, ¿entiendes?

Asentí en silencio. No lo miraba, no podía hacerlo. Normalmente, su rostro era el de alguien afable, pero la seriedad que me había mostrado en la mañana lo transformaban en otra persona. Su mirada gélida me advertía que, si le hacía algún mal a su hijo, iría tras mi cabeza. Debía moverme con cuidado a partir de ahora, no podía dejar que Eve me encontrase con alguien más o su padre me mataría, estaba seguro de eso.

—Necesito que me digas que entiendes lo que te digo, Dragan. No tengo problemas que salgas, eres joven aún y no tienes por qué pasártela encerrado con nosotros, ni siquiera Eve se la pasa aquí, pero no quiero que llegues ebrio.

—Entiendo, Aidan, no volverá a pasar, de verdad.

Reprimí una sonrisa que quiso escapárseme. La escena me recordó a mi niñez, antes de que mi padre la matase. Aidan me liberó después de un pequeño sermón sobre lo importante que era Eve para él y que no permitiría jamás que estuviera con alguien que pudiera dañarlo. Estaba seguro que me dijo algo más, pero no presté atención en absoluto. Cuando salimos al pasillo, decidí encerrarme en la habitación de Eve en lugar de bajar. Me senté en el alfeizar de la ventana sin dejar de pensar en mi madre y en un recuerdo concreto. Jugando con una pelota de tenis que mi hermano me había dado, rompí un florero que había en la sala sobre la mesita de centro. El sonido del vidrio al estallar contra el suelo hizo que mi madre corriera hasta donde estaba yo. Me alzó alejándome de los pedazos esparcidos que resplandecían con la luz de la tarde. Sentándome en la mesa de la cocina, me dio un sermón sobre el peligro de jugar así dentro de la casa, que era importante para ella y no quería que me lastimase. Por mis mejillas resbalaron unas cuantas lágrimas mientras los recuerdos seguían apareciendo uno tras otro en mi cabeza. Cubrí mi rostro con mis manos sollozando, en aquel entonces, pequeño como era, pensaba que la tendría por siempre a mi lado, la muerte no existía en mi diccionario, no entendía su significado y tampoco me importaba.

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