Capítulo 32

4 1 0
                                    

Dragan

Luego de almorzar, nos acostamos en el sillón con una manta que Eve había traído junto con un par de almohadas. Hacía media hora que él se había quedado dormido mientras masajeaba su vientre. Lo observé dormir, parecía tranquilo después de las náuseas que había tenido en su desayuno y el almuerzo. Me acomodé con cuidado levantando la mirada hacia el televisor, no había nada interesante, pero no me podía mover de donde me encontraba, de hacerlo, seguramente Eve se despertaría, por lo que me resigné a aburrirme mientras. No pasaron ni dos minutos cuando él comenzó a removerse entre mis brazos, se giró hacia mí quedando frente a frente y me abrazó apoyando su cabeza en mi pecho. Aquel acto me tomó por sorpresa, hasta ahora no se había acurrucado así conmigo, al menos no cuando no le sucedía nada. Ni siquiera cuando dormíamos juntos, que últimamente era cada vez más habitual, se abrazaba así a mí. Me percaté de repente que estaba sonriendo como idiota; tal vez no era buena idea pasar tanto tiempo con él, comenzaba a caerme mejor de lo que me gustaría. Me obligué a distraerme con lo que fuera, incluso con la aburrida película que estaban pasando.

Para mi fortuna, no mucho después, Eve despertó, me dirigió una mirada un tanto desorientada y se apartó un poco de mí para sentarse en el borde del sillón, se estiró soltando un pequeño bostezo. Luego, se levantó y, caminando como si fuera un zombie, subió. Me senté en el mismo lugar donde había estado él, apartando del todo la manta que nos había cubierto durante su pequeña siesta. No mucho después, escuché los pasos de Eve bajar nuevamente, pero se dirigió directamente a la cocina, en lugar de volver a la sala. Me pasé las manos por la cara, para luego desviar la mirada hacia el televisor. No pasaban más que películas que habían repetido una y otra vez todas las semanas. Tomé el control remoto con la idea de apagar el aparato, pero, en ese instante, Eve apareció con un par de tazas en las manos, las puso sobre la mesa de centro dejándome ver que una tenía café y la otra té, se dirigió a la cocina y volvió nuevamente con un plato con cuatro cupcakes, similares al que se había comido en el desayuno. Dejó el plato detrás de las tazas y se sentó a mi lado.

—Debes tener hambre —dijo por fin tomando la taza con té.

Miré el plato, no me gustaban demasiado las cosas dulces, pero no quería rechazar el gesto de Eve, no solía comportarse tan bien conmigo. Decidí tomar un cupcake, le quité el papel de la base y le di un bocado, era bastante dulce, pero no estaba mal.

Mientras merendábamos, escuché la puerta de entrada abrirse, seguido de unos pasos y voces que se acercaban a nosotros, eran los padres de Eve que habían vuelto por fin. Nos saludaron con una sonrisa cuando llegaron hasta nosotros. Aidan se sentó en uno de los sillones de un cuerpo, mientras su esposo se sentaba en el brazo de este, rodeándole los hombros con el brazo.

—Parece que se están llevando bien.

—Lo intentamos —contestó Eve dando un sorbo de su té—. De todas maneras, me he pasado la tarde durmiendo y él no se ha comportado como un idiota como de costumbre.

—Eve.

Hice un gesto con la mano para restarle importancia, a esas alturas ya no me importaba cómo me llamara, empezaba a considerarlos como sobrenombres. Ilan soltó un pequeño suspiro desviando la mirada hacia su esposo. Mientras la pareja iniciaba una conversación con su hijo, me dediqué a terminar el cupcake, con café de por medio para quitarme el dulzor de la crema que me quedaba en la boca. Cada tanto, me hacían partícipe de la conversación, pero no daba más que respuestas escuetas. Cuando terminamos de merendar, Eve se levantó, junto a Ilan llevó las cosas hasta la cocina dejándonos a Aidan y a mí solos. Sentí la mirada del dueño de casa fija, como si quisiera decirme algo, pero no encontraba la forma.

—¿Cómo van las cosas con Eve? —inquirió por fin.

—No lo sé, a veces parece que nos entendemos, pero otras no soportamos estar en la misma habitación —él asintió como si esperase a que dijera algo más.

Nuestro errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora