Capítulo 4

8 0 0
                                    

Dragan

Luego de nuestro pequeño momento de diversión antes del trabajo, Milan y yo nos preparamos y fuimos al frente. Me posicioné detrás del mostrador mientras él iba a abrir el negocio, luego se dedicó a reponer algunas cosas que faltaban en las góndolas. Miré por las ventanas esperando que alguien entrase, al menos para preguntar algo. Solté un suspiro, tomé uno de los banquillos que había bajo el mostrador y me senté. Pronto, Milan se sentó también, pero más cerca de la pared. Lo miré, él me sonrió, se reclinó contra la pared y sacó su celular. Me distraje nuevamente con la ventana, observando a la gente que pasaba por la calle. Solté un pequeño suspiro aburrido.

—Oye, Dragan, ¿qué tal las cosas con tu novio?

—Iguales que siempre.

—¿Sospecha de nosotros?

—No, es un poco idiota el pobre.

El tintineo de la campanilla que estaba sobre la puerta nos interrumpió, un hombre entró, nos saludó con un gesto con la cabeza y caminó entre las góndolas. Me levanté unos minutos después, cuando se acercó con un par de cosas en la mano. Le cobré como correspondía, el hombre nos volvió a saludar con un gesto, tomó la bolsita con sus compras y salió. Solté otro suspiro, era un trabajo bastante aburrido, sobre todo por la mañana. Al menos teníamos los pequeños descansos para distraernos un rato, sin contar el rato de todos los días antes de empezar nuestro turno. Imité a Milan y saqué mi celular, tenía unos cuantos mensajes acaramelados de Sevag. Entorné los ojos y le contesté en el mismo tono; odiaba hablar de esa forma, era estúpido, pero necesitaba tenerlo atado a mí por un tiempo más.

—¿Tu novio?

No me percaté cuando Milan se levantó del banquillo y se acercó a mí.

—Sí.

—No sabía que podías ser tan cariñoso —cruzó sus brazos por mi cuello—. Me gustaría ver a ese Dragan cuando estamos en el cuarto de empleados...

Aparté sus brazos con cierta suavidad para evitar que se molestara, guardé mi celular y desvié la mirada a la ventana.

—¿Te da vergüenza?

—Me da asco.

—¿Por mí o por tu novio?

—Porque me da asco sin más —volví a mirarlo.

Milan se me quedó mirando unos instantes en silencio, luego se encogió de hombros. No parecía molesto ni disgustado con la respuesta; suponía que tampoco le importaba demasiado que no sea meloso. De todas maneras, nuestra relación fuera del trabajo era solo sexual, no tenía por qué importarle realmente. Escuché que Milan se iba al cuarto de empleados.

La jornada fue más que aburrida, sobre todo porque, luego del mediodía, Milan se fue, pidiéndome que lo cubriera, que me compensaría mañana, tanto a la hora de entrar como con mi salida, que podré hacerlo antes. Después de cerrar, me dirigí directamente a mi casa. Sorpresivamente, Marko estaba acá de nuevo. Miraba televisión mientras mi padre preparaba la cena. Fui a mi cuarto, busqué ropa y me metí en el baño para ducharme lo más rápido que pude. Cuando estuve listo, volví a mi cuarto, tomé mi abrigo nuevamente y caminé a la entrada.

—¿Te vas? —preguntó Marko desde el comedor.

Los miré y asentí. Mi hermano me miró con un dejo de tristeza, en cuanto a mi padre, él hizo como si no existiera en absoluto.

—¿A dónde?

—A una fiesta con Oliver —frunció levemente el ceño—. Que ni se te ocurra hacer una escena, Marko, no tengo que pedirle permiso a nadie para salir.

Nuestro errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora