Capítulo 16

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Dragan

Miré a mi padre desde el comedor, estaba dando vueltas en la sala con el celular pegado a la oreja, de vez en cuando soltaba algún que otro insulto a la persona que estaba del otro lado de la línea. Solté un suspiro meneando la cabeza con cansancio, parecía que nadie podía tratar con mi padre, parecía que no sólo era una mierda en casa. Tomé un sorbo de café sacando mi celular, no tenía mensajes que me importaran demasiado revisar, solo algunos de Sevag y algunos de otros chicos que no recordaba haberles dado mi número. Solté un pequeño suspiro, terminé el café que me quedaba, me levanté, dejé la taza en el fregadero, me dirigí a la puerta, me puse el abrigo y salí poniéndome la capucha dado a que caía una llovizna fría. Estaba seguro que nevaría nuevamente muy pronto.

Cuando llegué, Milan me miró con una pequeña sonrisa, se acercó a mí y bajó el cierre lentamente para sacarme el abrigo. Luego, antes de colgar mi abrigo, me extendió un vaso descartable con té. Agradecí las atenciones y tomé un sorbo del té para entrar en calor.

—Te ves cansado, Dragan.

—Lo estoy, me entretuviste mucho anoche.

Soltó una pequeña risa coqueta, se acercó a mí nuevamente y me acarició la mejilla. Tomé su mano apartándola de mi rostro para rechazarla de una forma suave. Comencé a esquivar un poco sus expresiones de cariño estos últimos días, quería que se separase un poco de mí, que nuestra relación fuera sólo sexual como al principio.

Una vez que estuvimos listos, fuimos al mostrador. Me senté en el banquillo de siempre y, sin perder un segundo, Milan se sentó en mis piernas como si se hubiera olvidado por completo que estábamos en el trabajo.

—¿No vas a atenderme hoy?

Lo bajé de mi regazo evitando su pregunta, él simplemente se me quedó mirando unos instantes, soltó un suspiro y se sentó en el banquillo que estaba junto al mío. Lo miré de reojo notando su semblante serio, seguramente así se le quitaría lo acaramelado que comenzaba a ponerse estos días. Solté un pequeño suspiro y desvié la mirada a la ventana del negocio notando las pequeñas gotas que mojaban ligeramente el vidrio.

—Estás muy callado hoy, ¿te sucede algo? —negué con la cabeza—. ¿Seguro?

Se acercó un poco a mí acariciando mi cabello. Luego de unos minutos, se levantó, se posicionó detrás de mí y comenzó a hacerme masajes en el cuello y los hombros. Suspire disfrutando de su atención.

—Puedo atenderte como quieras, cuando quieras, Dragan, no tienes que ser distante conmigo.

Al instante, sentí que me mordía la oreja haciéndome sobresaltar, escuché que soltaba una pequeña risa juguetona, se apartó y volvió a sentarse en el banquillo. Lo miré recibiendo una sonrisa teñida con el mismo tinte de la risa que había soltado antes.

En resto del día fue bastante tranquilo, no había muchos clientes en los días que nevaba, la mayoría prefería evitar pasar frío e ir a sus casas; sinceramente, yo también estaría en mi cama (o en la de alguien más) ahora mismo, debía hacer bastante frío y en la noche seguramente salir iba a ser como entrar a un congelador. Cuando llegó la hora de cerrar, dejé que Milan se encargara de todo mientras yo me abrigaba y salía. Unos minutos después, él salió, se despidió de mí con un beso y se fue, solté un bufido echando a caminar hacia mi casa. Cómo había predicho, estar afuera demasiado tiempo era igual que quedarse encerrado en un congelador.

Al llegar a mi casa, escuché algunas risas en la sala. Después de dejar mi abrigo en el perchero de la entrada, me asomé a la sala, mi hermano y mi padre miraban un programa que disfrutábamos cuando éramos una familia. Evité llamarles la atención y me escabullí hasta mi habitación, me encerré y, sin siquiera prender la luz, me tiré en la cama rogando que mañana nevara lo suficiente como para no tener que abrir. Unos minutos después, decidí cambiarme con toda la pereza del mundo, luego volví a acostarme y me arropé hasta la cabeza dejando el hueco suficiente para poder ver por la ventana y respirar.

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