Capítulo 10

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Dragan

Mientras Marko y yo estábamos en la sala, mi padre llegó dando tumbos. Eran las tres de la mañana y apenas había llegado. Ambos nos volvimos hacia él, estaba evidentemente borracho, apenas podía mantenerse en pie, era un milagro que hubiera llegado a casa. Mi hermano se levantó al tiempo que mi padre se doblaba y vomitaba en el suelo de la entrada.

—¡Qué puto asco, borracho de mierda!

Mi hermano me dedicó una mirada de advertencia y se acercó a mi padre para ayudarlo a llegar al cuarto. Por mi parte, aguanté la respiración, me levanté y me acerqué a la ventana para abrirla. Me daba igual que hiciera cincuenta grados bajo cero, no quería aguantar el olor de ese borracho asqueroso. Solté un suspiro sintiendo el viento frío chocar contra mis mejillas. Pronto, escuché que mi hermano volvía. Le dediqué una mirada rápida, él se encogió de hombros y comenzó a limpiar el desastre que había hecho mi padre hasta que todo estuvo como debía. Luego se acercó a mí con cara de circunstancias, me alejó de la ventana y la cerró, acto seguido, me llevó de nuevo hacia el sofá. Nos sentamos, pero ya no tenía ganas de pasar tiempo aquí.

—Se quedó dormido...

—No me importa.

—Debería.

—Pero no lo hace. No voy a tener compasión por ese borracho de mierda.

—Dragan...

—Nada. Si por mí fuera, él sería el muerto ahora.

Nos quedamos en silencio, mi hermano soltó un suspiro pesado, me rodeó los hombros con el brazo y me acercó a él para abrazarme. Le correspondí un poco molesto. No estaba enfadado con Marko, sino con el banco de esperma que hizo que llegáramos a la vida. Me separé de mi hermano y miré el televisor aún encendido. Casi escuchaba los reclamos por la resaca que tendría en la mañana, sabía que nos terminaría echando la culpa por dejarlo beber demasiado como si fuéramos sus malditos niñeros en lugar de sus hijos. Mi hermano comenzó a darme el sermón de siempre sobre nuestro padre, que lo tenía que perdonar y blah, blah, blah... Nada nuevo, así que decidí centrarme en lo que pasaban en la televisión. No quería pensar en el pedazo de mierda que dormía borracho, no me terminaría de arruinar la noche. Después de un rato, me levanté, me despedí de mi hermano y me fui directamente a mi habitación. Me cambié rápidamente la ropa por el pijama y me acosté. Di un par de vueltas hasta que el sueño comenzó a vencerme.

Desperté escuchando los gritos de mi padre en la cocina. Busqué mi celular tanteando en la mesa de luz hasta dar con él, lo tomé, lo desbloqueé y lo miré con dificultad por culpa del brillo de la pantalla. Eran las once de la mañana, esperaba que mi padre durmiera un poco más, no quería aguantarlo tan pronto. Solté un suspiro pesado y me acomodé de nuevo en la cama dejando el celular a mi lado. Me arropé y cerré los ojos para seguir durmiendo, pero mi padre me lo impidió con los gritos hacia mi hermano. Seguramente Marko no le diría nada, como si ese viejo borracho tuviera potestad para reclamarnos algo ahora.

Un rato después, cuando dejé de escuchar gritos y ruidos en general, decidí levantarme, juntar algo de ropa e ir al baño para alistarme. Cuando estuve listo, salí y me dirigí directamente a la cocina, donde estaba mi hermano preparando el almuerzo. En cuanto me vio, me dedicó una pequeña sonrisa y siguió con lo que hacía. Lo observé unos instantes preguntándome si otra vez se había dejado golpear. Preferí no preguntarle directamente, no porque no me interesase, sino porque terminaría sintiéndome culpable de dejarlo solo. De los dos, yo era el único que se atrevía a enfrentarlo sin ningún temor. Marko solía ser un poco más débil con él, le daba pena ese infeliz.

—¿Para qué cocinas? Podíamos pedir comida.

—Porque papá tiene hambre y no esperará —solté un suspiro.

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