Capítulo 19

9 1 0
                                    

Eve

—¿Qué es esto, Eve?

Preguntó papá Ilan cuando me senté frente a él, me extendió una pequeña bolsita transparente que hizo que por mi espalda corrieran gotas de sudor frío al instante. Abrí la boca para contestar, pero las palabras no salieron, no sabía cómo explicarlo. Sentí al instante un nudo formárseme en la garganta.

—¿E-estuviste revisando mi cuarto? —logré decir frunciendo el ceño. El miedo que tenía se transformó en enfado—. ¡No tengo privacidad en esta casa!

—Tendrás privacidad cuando seas adulto, mientras seas un niño y estés bajo nuestro cuidado, no la tendrás —sacó una de las cajas y la puso sobre la mesa—. ¿Esto es tuyo o es que tienes algún noviecito o noviecita?

—¿Qué te importa?

—Eve, no le hables así a tu padre —intervino papá Aidan. Chasqueé la lengua cruzándome de brazos—. Hijo, necesitamos saber si son tuyas.

Fruncí los labios demostrándoles que no hablaría. Papá Aidan suspiró, mientras papá Ilan fruncía el ceño evidentemente molesto por todo esto.

—¿Por qué te metiste a mi habitación?

—Porque soy tu padre y debo controlarte. Te lo preguntaré solo una vez más, ¿esto es tuyo o no?

—No te importa.

—Eve —advirtió.

—¡Está bien! Son mías, ¿contento?

El silencio que se formó entre nosotros hizo que me diera cuenta de lo que acababa de decir. La molestia había hecho que lo dijera con la misma ligereza con la que hablaba con mis amigos del tema.

—¿Estás hablando en serio? ¡¿Qué se te cruzaba por la cabeza, Eve?! ¡¿Te volviste loco?!

—Ilan, baja la voz, por favor.

—¡¿Qué baje la voz?! No seas idiota, Aidan, nuestro hijo está embarazado.

Se levantó dando un golpe en la mesa haciéndome sobre saltar, mi otro padre se levantó también.

—Por eso mismo debes calmarte.

—¡¿Cómo me voy a calmar?! Mi niño está embarazado, Aidan, ¿lo entiendes o tengo que hacerte un dibujo ilustrativo?

—Cálmate, Ilan. Yo hablaré con él, tú ve al cuarto, cuando estés calmado iremos a hablar contigo y le podrás reclamar todo lo que quieras —papá Ilan abrió la boca para contestar—. Ve, por favor, cariño, él no hablará si te pones así.

Soltó un suspiro y, haciéndole caso a su esposo, subió a su cuarto. Mi otro padre volvió a sentarse, suspiró también y me miró con seriedad entrelazando sus dedos sobre la mesa.

—Bien, quiero saber.

—¿Qué cosa?

—No te hagas el tonto, Eve —suspiró—. ¿Tienes novio? —negué con la cabeza—. ¿Estuviste con alguien la noche que te castigamos? —volví a negar con la cabeza.

—La noche que me castigaron no fue la primera vez que me escapaba —bajé la mirada a la mesa—. El día que discutimos porque no me dejaron ir a la fiesta de Boris, me escapé, me emborraché y desperté en el cuarto de Suzana, estaba desnudo y con resaca. Mis amigos me dijeron que en algún momento desaparecí, pero no recuerdo con quién estuve; creo que ni siquiera le pregunté el nombre.

Lo miré nuevamente notando que sus facciones se endurecieron más de lo que ya estaban. Comencé a mordisquearme el labio nervioso, me pregunté si comenzaría a gritar como papá Ilan.

Nuestro errorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora