Capítulo 57

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Eve

Me largué a llorar cuando escuché la puerta cerrarse con fuerza. Las lágrimas recorrían mi rostro empapándolo completamente. Pasé la mano por mi vientre, sintiendo a mi pequeña moverse casi como si supiera lo que estaba sucediendo. Sollocé hasta que papá Ilan llegó a casa, apenas me vio, me abrazó fuertemente como si así se solucionara todo esto. Aun así, no me negué a recibirlo, lo necesitaba después de que el imbécil de Dragan me tratase de tal manera. No podía decir que no supiera que iba a ser así, que iba a desaparecer, pero tenía una pequeña esperanza después de llevarnos mejor. Mi padre no dejaba de pedirme que me calmase, que le haría mal a la pequeña, pero no podía, tal vez porque, al final, si me había empezado a gustar de más, o simplemente sean mis hormonas que me ponían sensible ante cualquier cosa.

Después de un rato logré calmarme, mi padre no hacía más que acariciarme el cabello con suavidad y apretarme a su cuerpo lo más que podía. Me sentía un niño pequeño después de su primera ruptura. Le pedí a mi padre que me dejara solo, que hablaría con mis amigos. Una vez que salió, tomé mi celular, me acosté y le envié un mensaje a Dylan contándole lo que había sucedido. No tardó en contestarme que vendría a casa, pero le pedí que no lo hiciera, que no quería estar con nadie hoy. Me envió otro mensaje que no quise ver, no tenía fuerzas para hacer nada más que llorar.

Me pasé el día tirado en la cama como un trapo mojado de lágrimas. Sentía de vez en cuando las pataditas de mi bebé casi como si quisiera darme ánimos en aquel momento. Cerré los ojos e intenté dormir para dejar de sentirme mal. La cabeza me dolía y los ojos me ardían de tanto llorar al imbécil de Dragan. Tal vez sí había terminado enamorándome de él aunque no lo quisiera, habíamos pasado mucho tiempo juntos, más del que había pasado con cualquiera que no fueran mis amigos. Había caído como un estúpido en sentimentalismos con un idiota que me abandonaría tarde o temprano. Respiré profundo y traté por todos los medios calmar mi mente de una vez.

Al otro día, mi padre me permitió quedarme en casa, al parecer no tenía muy buena cara hoy. Después de desayunar medio té, me encerré de nuevo en mi cuarto. Estaba sumido en la completa penumbra a excepción de los minutos en los que sentía que había llorado lo suficiente como para encender el televisor e intentar distraerme un poco. Por la tarde, mis amigos vinieron a verme como pensé que harían.

—¿Te encuentras bien?

Preguntó Dylan abrazándome antes que las chicas pudieran saludarme siquiera.

—Estoy seguro que puedes saberlo con solo mirarme.

—Lamentamos lo que sucedió —Su se sentó en el borde de la cama.

—Todos sabíamos que pasaría, ¿no? Era cuestión de tiempo para que la burbuja se reventara de una vez.

—Sé que es reciente, pero debes reponerte, Eve. Por tu bebé —dijo Isa sentándose junto a su novia—. ¿Quieres que nos quedemos? Tal vez te ayude a distraerte.

Asentí, los tres me sonrieron.

—Oye, bebé Eve, ¿ya has pensado en algún nombre para tu hija?

—No, solo la llamo bebé o lastre.

—No la llames así, Eve.

—Es solo un apodo cariñoso, Isa —esbocé una pequeña sonrisa—. Empecé llamándola así porque sentía que había arruinado mi vida, pero ahora no lo veo así, solo le digo así por llamarla de alguna manera.

—Podríamos buscar nombres, entonces.

Asentí aunque no hacía falta que lo hiciera, Su ya había sacado su celular para buscar. Mientras, Isa se ofreció a ir a comprar cosas para comer. Me preguntó un par de veces que quería, pero me negué a pedir algo, seguía sin hambre aun con ellos allí conmigo. Después de unos minutos, salió de mi habitación. Dylan, por su parte, se ocupaba de subir la persiana y encender los leds, encendió también el televisor para poner algo de música. Pronto estuvimos los cuatro sentados en mi cama, una bandeja en el medio atiborrada de frituras y refrescos. Cada uno tenía su celular en la mano para buscar nombres. Papá Ilan entraba cada tanto para preguntarnos si necesitábamos algo o si ya habíamos encontrado un nombre para mi bebé. Lo cierto era que ninguno de los que habíamos visto me gustaba especialmente, por lo que no había hecho más que rechazarlos uno tras otro.

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