Capítulo 56

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Dragan

Milan se me abalanzó como de costumbre cuando llegué al trabajo, pero lo rechacé provocando que en su rostro apareciera una expresión de disgusto. No hice más que ignorarlo, dejar mis cosas y alistarme antes de salir al mostrador. Con bufidos, Milan salió detrás de mí. Me reclamó que ya no lo atendía, que me extrañaba, que le hacía falta. Tal vez podía manipular a alguien más, pero conmigo no serviría aquello. Para mí se había convertido en un juguete usado al que no quería volver a acercarme. Me senté en el banquillo de siempre y pensé en la ecografía que me había enseñado Eve anoche después de la cena. En las imágenes ya se podía distinguir mejor la forma de un bebé, de una bebé. Escuché a Milan seguir quejándose como un niño caprichoso. Comenzaba a perder la paciencia con él, probablemente lo mandaría a la mierda cuando me sacara de quicio por completo. Por suerte, la campanilla que estaba encima de la puerta sonó antes de que eso pasara. Me levanté rápidamente, un chico se acercó al mostrador y miró directamente a Milan con una sonrisa; ¿era su novio o algún ligue? En cualquier caso, si lo entretenía, me hacía un favor. Me pidió una cajetilla de cigarrillos y una de condones. Mientras pagaba, Milan salió de detrás del mostrador y se le acercó. Le susurró algo al oído que no alcancé a escuchar, el chico asintió con una sonrisa y salió. Mi compañero me miró con un brillo de desafío, como si realmente me importase con quién se acostaba.

El día pasó tan lentamente como cuando estaba solo, Milan se había vuelto insoportable con las quejas. Sin contar que no dejaba de intentar ponerme celoso con el chico que había entrado. Casi prefería estar solo aquí. Mientras limpiaba una de las góndolas, escuché la campanilla de la puerta de nuevo. No presté demasiada atención, Milan estaba en el mostrador, él podría hacerse cargo del cliente.

—Hola, ¿está Dragan?

Reconocí la voz de Eve al instante. Salí a su encuentro antes de que Milan dijera algo. Sonrió en cuanto me vio, por inercia me acerqué y le di un pequeño beso en los labios. En algún momento se había hecho costumbre besarlo como saludo y despedida, tal vez hasta yo me estaba creyendo el numerito de novio bueno que empecé a montar.

—¿Qué haces aquí?

—Tengo antojos.

—No empieces.

Sonrió como si fuera un niño haciendo una travesura.

—Bien... He venido a verte, pero creo que molestaré, ¿no? Hoy no estás solo.

Se volvió a Milan, este abrió la boca para decir algo, pero intervine antes que lo hiciera. Le dije a Eve que dejase sus cosas atrás y se sentara en mi banquillo. Pensé que no era una buena idea tenerlos a los dos bajo el mismo techo, pero no me quedaba otra opción, no podía echar a Eve y Milan no se iría. Volví a lo que estaba haciendo, apresurándome para terminar lo antes posible. Poco después, terminé, junté y guardé las cosas para ubicarme detrás del mostrador de nuevo. Por suerte para mí, Eve y Milan ni siquiera se miraban, casi como una disputa tácita entre ellos, aunque en el caso de Milan era más evidente. Mi novio se levantó al instante cuando me acerqué para dejarme el banquillo, me senté y me di unos golpecitos en las piernas logrando que se sentara. Rodeé su cintura observando la expresión de mi compañero. Cualquiera que lo viera ahora diría que está celoso de Eve, no es como que no creyera que no debía estarlo, después de todo, era un novio trofeo, pero mi relación con Milan era únicamente sexual, no había sentimientos de ninguna de las dos partes. Sonreí satisfecho, así se olvidaría de tener cualquier cosa más allá del baño del trabajo.

Un rato después, cuando la noche empezó a caer, Eve se fue dejándonos solos nuevamente. Milan me reclamó la presencia de mi novio y que, por estar él en el medio, había dejado de atenderlo como antes. No hice más que ignorarlo hasta la hora de cerrar, era un fastidio realmente, no veía la hora de cambiarme de trabajo, o que él lo hiciera. Al llegar a la casa de Eve, saludé a sus padres, que estaban en el comedor como de costumbre, después subí a la habitación. Él estaba sentado en la cama hablando con sus amigos, dejé mi bolso en el piso, me acerqué a él y, tapando la cámara, lo besé. Correspondió sonriendo ligeramente contra mis labios.

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