Capítulo 58

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Dragan

Mi abuela me abrazó con tanta fuerza que sentí que podría romperme las costillas. Con los ojos vidriosos no dejaba de repetir lo mucho que me había extrañado, que lamentaba todo lo que había pasado en este tiempo y que creía que estaba enojado con ella, le aseguré que nunca podría estarlo. ¿Cómo me había apartado tanto de esta mujer? Recordaba que, cuando era niño, me encantaba estar con ella, mi madre nos traía siempre, una manera de alejarnos del borracho asqueroso. Me preguntó por Marko, pero me limité a decirle que estaba bien, que se había ido de la casa hacía un tiempo. Me llevó hasta la que era habitación de mi madre, prácticamente todo estaba igual que cuando era adolescente, incluso cuando estaba viva se veía igual. Los posters, las fotos, los libros, todo. Dejé mis maletas y mi mochila en el piso antes de meter el celular dentro del último. Luego salí para encontrarme con ella en la cocina calentando agua. Seguía siendo la misma mujer bajita y corpulenta de siempre, su cabello canoso lo llevaba atado con un broche. Aún era posible ver algunos mechones castaños que se mezclaban con el gris de la vejez. Me ofrecí a ayudarla a preparar el café, pero a empujones me llevó hasta la mesa para que me sentara a esperarla allí. Luego volvió conmigo con un platito con galletas caseras para acompañar el café, pero apenas las vi no pude resistir tomar una. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había probado una? No lo recordaba, pero no me importaba, ahora podía saborearlas cuanto quisiera. Volví a ser un niño con solo eso, con solo pisar esta casa que lucía tan igual a esa época, se había detenido en el tiempo, justo en el momento en el que había sido más feliz. Ella volvió conmigo, en cada mano traía una taza humeante de café que dejó sobre la mesa antes de sentarse.

—¿Qué te trae por aquí, mi niño?

—Muchas cosas. Escucha, abuela, necesito cambiar de trabajo y encontrar un departamento para mí solo. Mientras, ¿puedo quedarme aquí?

—Claro, cariño, sabes que las puertas están abiertas para ti.

Sonreí tomando un sorbo de café mientras ella se distraía de su pregunta inicial para contarme sobre el vecindario y los residentes. Hablaba de gente que no recordaba en absoluto, pero que fingía que sí para no interrumpir lo que decía. Podría escucharla por horas a pesar de no tener idea de quién o de qué hablaba. De repente, un pensamiento hizo que me desconectase de la conversación por completo. ¿Debía hablarle de Eve y el embarazo? No quería hacerlo realmente, no quería amargarme más de lo que estaba, menos ahora. Sabía que se lo tendría que decir en algún momento, intentaría hacerlo antes de que Marko me delatara, pero no ahora, me tomaría mi tiempo para hacerlo. El timbre de la puerta la interrumpió, me levanté, pero mi abuela me detuvo para ir a abrir ella. Terminé mi café antes de seguir disfrutando de las galletas. Escuché la voz de una mujer en la puerta, pero no presté demasiada atención, no la recordaba de nada.

—¡Te has convertido en todo un hombre, Dragan!

Levanté la mirada encontrándome con una mujer que era la viva imagen de mi madre, por un instante creí que ella había estado escondida todo este tiempo aquí, resguardada de mi padre y no en una fosa en el cementerio.

—No sabía que venías. ¿Marko también vino?

—No, vine solo —me levanté y la abracé con toda las fuerzas con las que contaba—. Ha pasado tanto tiempo...

—Demasiado, hombrecito —se separó de mí y me miró—. Te has dejado crecer el cabello, te ves muy apuesto. ¿Tienes novia?

—No, tía, soy gay.

—¿Novio?

Solté una pequeña risa.

—No, no tengo a nadie.

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