"El tiempo sin ti sólo son horas vacías
que pesan en un Rolex con agujas inéditas
que se sienten oxidadas en su día de estreno."Mmmm, no. Se ve bastante intelectual para alguien tan superficial como mi hermano, no le estaba llamando inculto pero en comparación conmigo tampoco era alguien sobresaliente, a duras penas rozaba la suficiencia, cabe aclarar que, él había heredado la parte física y yo la mental, tenía unos ojos verdizulados de los que presumir mientras que los míos eran color café como el 80% de la población, ya veis, nada de lo que jactarse. Y aunque teníamos el mismo color de pelo, negro azabache, y la misma forma lacia desde que éramos pequeños, el de él siempre lucía mejor, era como que tuviera un brillo genético en cada mechón, mientras que mi apariencia física era normal y corriente, no era tan descuidada con mi aspecto pero tampoco era tan extravagante como el resto de las chicas. Digamos que también vestía normal, solía vestir la típica camisa blanca con un jersey encima, sí, esa que ves vestir a las empollonas en las series de Netflix, aunque alguna que otra vez cambiaba esa apariencia de erudita por una sudadera que me hacía sentir más cómoda, solía acompañarlo con pitillos vaqueros y unas Vans, como ves iba sencillita para no destacar mucho, no quería llamar la atención de nadie. Y hablando de atención...¡Maldición, me he vuelto a ir por las ramas! Regresé a mis pensamientos iniciales sobre el poema. No sabía quién lo iba a recibir así que debía ser algo menos elaborado si no quería que a mi hermano le montaran una escena. Probaré de nuevo.
"¿Cómo es posible que tus pieles vistan mi cuerpo y luzca tan estupendo? Quiero que tus labios me arropen la epidermis eternamente, que tus besos sean mi traje de gala favorito y que tus pies me calcen las tormentas. ¿Es eso mucho pedir, amor mío? Te estoy pidiendo todo porque te estoy dando mi todo."
El otro estaba a millones de años luz de éste, pero claro, hay mucha gente ahí afuera que no sabe apreciar el verdadero arte. Espero que la novia de mi hermano no esté dentro de ese corro de ciegos ante el talento, sería una pena y una auténtica decepción, la verdad. En fin, este tampoco está nada mal, relata perfectamente su idilio, que es lo que a mi entender tiene mi hermano, solo espero que no se lo tire en la cara por no saber qué hacer con tanto.
—Alexia, nos vamos al partido, ¿te vienes?
—Sí, mamá. ¡En cinco estoy lista!
—Está bien, te esperamos en el coche.Tomé la chaqueta, me la puse y fui a por las Vans, después regresé a la cama y tomé el poema, lo doblé y me apresuré a ir al cuarto de Alex para dejárselo en la mesita de estudio. Vaya, qué grata sorpresa lo que encontré. Se ve que mi hermano estaba muy enamorado. Su libro de física y química estaba abierto por la mitad y en ambas páginas había corazones que dentro tenían las iniciales "A y A" Así que A, ¿eh? No era mucho, pero al menos tenía la inicial del nombre de esa chica anónima. Llegamos al campo de fútbol y, como siempre Aída nos reservaba los mejores lugares en las gradas: la fila de en medio a la mitad. Ella se encargaba de todo, ya tenía algo para picar y por supuesto, no podían faltar los refrescos tampoco, sabía que nosotros siempre llegábamos tarde a cualquier sitio. Nos saludamos, nos sentamos y entonces empezó casi una conversación forzada.
—¿Qué tal todo en casa, Aída? —Preguntó mamá con un rastro de obligatoriedad en su rostro.
—Las cosas podrían estar mejor, Señora Pérez. Desde que murió Erick, mamá no aparece por el trabajo, ni siquiera sale de la cama. Papá sigue yendo a trabajar, pero no habla del asunto, es como si nunca hubiera pasado nada. Y Tony...—Hizo un silencio repentino como si estuviera pensando si revelar el secreto o seguir guardándolo para sí. Bueno Tony ha empezado a flaquear en el instituto...
—Bueno, hija. Es normal, una pérdida así siempre nos hace pasar un duelo que afecta a tu vida diaria. Pero dales tiempo, para que salgan de ahí y se recompongan.
—Tiene razón, Señora Pérez. Pero podrían ser un poco más considerados, yo también lo estoy pasando mal, ya sabe usted que Erick era mi favorito. —Puso la mano en vertical al lado de su boca como cuando quieres contarle a alguien un secreto sin que los demás se enteren. —Pero no se lo diga a Tony.
—No sé lo diré. —Mamá le siguió el juego. Y así concluía una conversación que califiqué como altamente peligrosa. Mamá se arriesgaba mucho preguntando algo de semejante calibre. Aída podía haber empezado a llorar desconsoladamente buscando el hombro de mamá, o tal vez podía haberla ignorado por completo y haberse hecho la sorda, quién sabe, uno nunca ve venir el golpe y los duelos vienen con bastantes extras añadidos. Aunque intuía que mamá sabía que lo de romper a llorar delante de todos era bastante improbable que sucediera, ya que Aída era aparentemente una chica bastante espabilada como para llamar la atención de esa manera allí, delante de todos, sentada en las gradas y con un partido de fútbol de fondo, con tanto grito animando es posible que todos dejaran de hacer lo que estuvieran haciendo para centrar la vista en una persona que no sabían porqué ni cómo, estaba llorando. O tal vez sí lo sabían, me refiero a los familiares y amigos del equipo local. Aída, la chica con la que Alex bromeaba cuando era niño, decía que era tan bonita que seguramente cuando creciera se harían novios y se casarían. Era la melliza de Antonio, más conocido por Tony. No era tan espabilada como él en cuanto a lo que temas escolares se refiere, pero tampoco se quedaba atrás como podría decirse de mi hermano. Digamos que en la carrera por el podio intelectual, ella era la segunda, por milésimas no alcanzaba a Tony, y voy a obviar el chistoso dato del puesto que tomaría mi hermano en ese trío. Todos iban a la misma clase, primero de bachillerato. Muchas veces me preguntaba cómo mi hermano había llegado tan lejos, hasta que un día, sin buscarlo, escuché una conversación por teléfono con Tony, pasé por su habitación justo en el momento exacto, es como si al fin el destino quisiera revelarme esa gran inquietud que desde hacía ya un año yacía en lo profundo de mi. ¿Queréis saber por qué? Fácil, Tony y Alex siempre de sentaban al lado en los exámenes y el empollón le dejaba copiar al pasota. Por lo que suponía que mi hermano sería ya todo un profesional en cuanto al engaño se refiere. Así que, revelado ese misterio, yacía otra inquietud dentro de mi: ¿Qué más nos ocultaba mi querido hermanito, además de la tal chica A? Espera...¿A? ¿¡Aída!? Podía ser. Era su mejor amiga desde la infancia, y no faltaba a ningún entrenamiento, era la situación idónea para quedar con su chica sin levantar sospechas en casa, solo había un problema...Creo que a Tony no le haría mucha gracia que su mejor amigo estuviera saliendo con su hermana.—Estoy agotada, estoy deseando acariciar mi amada y preciosa cama con este cuerpo tan fabuloso que tengo. —Me abroché el cinturón. Debo admitir que mi sentido del humor no me abandonaba ni siquiera en mis momentos más críticos.
—En seguida llegamos a casa. —Contestó mamá y acto seguido pisó el acelerador.Teníamos la costumbre de pedir pizzas los Sábados, era una tradición que había impuesto papá, ya que era lo mismo que él hacía con su familia cuando tenía nuestra edad y a mamá no le desagradaba la idea en vista de que llegaba agotada y hambrienta como para meterse en la cocina. Pero este Sábado era diferente, mamá decidió invitar a los Gómez para que según ella pasaran un rato ameno y se olvidaran de todo el caos que les rodeaba.
Estábamos todos sentados alrededor de la mesa, jugábamos al Quiz por parejas, la pareja de Alex siempre era Tony y por descarte la mía tenía que ser Aída, ya que mamá era una mera observadora. Entonces alguien llamó al timbre y, aunque estaba cansada corrí para abrir de inmediato. Era el repartidor.
—Aquí tiene sus pizzas. Dos de cuatro quesos y dos de Barbacoa. Son 46,50€. —Saqué un billete de cincuenta euros de la cartera de mamá y le pagué.
—Quédate con el cambio. Gracias.
—Gracias. ¡Que aproveche! —El repartidor me brindó las pizzas y cerré la puerta.
—¡Por fin saciaremos nuestros estómagos! —Dije posando las pizzas en la mesa pequeña que adornaba el salón. Al momento todos se levantaron de la mesa y dejaron el juego abandonado a su suerte para venir a sentarse al sofá y ponerle fin a esos molestos rugidos de tripa.No veía nada extraño entre ellos, ninguna mirada que les delatara, ningún gesto más acaramelado de lo normal, ninguna palabra fuera de lugar. Nada, absolutamente nada.
—Oh no, me he manchado la sudadera. —Pronunció Aída con voz avergonzada.
—No pasa nada. Te dejaré una, subamos a mi habitación y veamos lo que hay. No tardaremos nada. —Respondió Alex.
—¡Ajá! ¡Os pillé! Pero no puedo creer que lo estés haciendo ante los ojos de mamá. ¡Qué descarado que eres! —Eso era lo que me hubiera gustado decir, pero en su lugar me quedé callada sin dejar de observarlos. Al minuto o así de que se fueran arriba, fui tras ellos con la misma excusa: yo también me había manchado y debía cambiarme.—¿Cuándo se lo vas a contar a tus padres? —Oí que mi hermano preguntaba.
—No lo sé, no estoy preparada aún. ¿Tú no se lo habrás contado a nadie, verdad? —Preguntó Aída con voz tensa.
—¡Claro que no, sé guardar un secreto! —Respondió Alex con voz agresiva.
—Está bien, confío en ti. —Respondió Aída pero esta vez con la voz más calmada, como más aliviada.
—No te decepcionaré, guapa. —Garantizó mi hermano.Y entonces me apresuré a entrar a mi cuarto antes de que me pillaran husmeando donde no debía. Me saqué la sudadera, la eché en el cesto de la ropa sucia, abrí el armario, saqué otra, me la puse y bajé corriendo abajo antes de que a alguien le diera tiempo a echarme de menos. Me encontraba a medio camino de las escaleras cuando vi que Tony y Aída ya estaban en la puerta despidiéndose.
—Muchas gracias por la cena, Señora Pérez. —Dijo Aída.
—No hay de qué, sabéis que podéis venir cuando queráis, que las puertas de mi casa siempre están abiertas para vosotros. Adiós chicos.
—¡Adiós! ¡Hasta la próxima! —Levanté el brazo derecho para despedirme con la mano también.
—Adiós Tony. —Alex estrechó el brazo para despedirse con la mano.
—Adiós Alex. —Dijo Aída y acto seguido le dio dos besos en la mejilla.Mamá cerró la puerta dejando así atrás la noche tan fantástica que habíamos tenido. Nos habíamos reído jugando, incluso nos habíamos picado, porque Alex tenía un mal perder y yo...bueno, yo no quería perder nunca. Pero más allá de eso lo pasamos bien, nos divertimos cómo hacía mucho tiempo no lo hacíamos.
—¡Buenas noches! Sé de alguien que va investigar un poco más acerca de la somnolencia. —Reí, y cambié el rumbo en dirección a mi cuarto.
Caí exhausta en la cama, pero pese a ello todavía había un misterio que me impedía conciliar el sueño. En teoría Aída y Alex tenían un secreto en común, secreto que no era tan secreto para mi, pero después, al despedirse, Alex le dio dos besos como solía hacer siempre...¿Será que están actuando normal para no levantar sospechas? ¿O será que estoy bastante alejada de la realidad? Dicen que todo llega a quien sabe esperar, pero la paciencia nunca ha sido mi fuerte...
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Fuera de lugar
Teen FictionAlexia es una estudiante sobresaliente que pasa desapercibida en el instituto, hasta que se descubre el suicidio de Erick Gómez, ahí su vida da un giro de 180 grados. Empieza a ser vista por la despiadada Julia, la cual se encargará de hacerle la vi...