Una vez fuera de la casa y aún delante de la puerta, incliné la mochila hacia delante, abrí la cremallera, metí el libro y la cerré de nuevo. Caminé hacia casa meditando en lo que me acaba de suceder. No estaba acostumbrada a no encontrar nada. ¿Cómo podía ser que en su cuarto no hubiera ni una mísera pista sobre el porqué se había suicidado? Me encontraba a dos manzanas de mi casa cuando de repente se desató un terrible tormenta. Empezó a llover a cántaros, y yo además de no llevar puesto un chubasquero tampoco tenía paraguas, así que empecé a correr. Además de la lluvia estaban los charcos, que por una parte empapaban mis preciosas Vans y por la otra parecía que estaban lavándome los calcetines manualmente. Descansé unos segundos sobre el tejado que cubría la puerta de casa, saqué las llaves de la mochila y abrí la puerta. Estaba bastante calada, parecía que me había constipado y el estornudo que vino a continuación aparentaba estar confirmándolo. Cerré la puerta tras de mi tan rápido como pude e inmediatamente después me descolgué las asas de la mochila, la posé en el suelo, fui corriendo al baño más cercano, levanté la tapa del WC y vomité. Mamá vino corriendo en mi auxilio. La idea era fingir que estaba enferma, no enfermarme de verdad.—Me dije mientras aún sacaba la cabeza de la baza para incorporarme sentada en el suelo.
—¿Te encuentras bien, Alexia? —Preguntó mamá mientras se acercaba a ver qué me ocurría. En aquel momento me hubiese gustado responder que si, ya que el plan era aparentar que estaba enferma la mañana siguiente para no ir a clase y no tenerle que ver la cara a Julia, aunque solo fuese por un día. Una vez que creí estar recompuesta respondí.
—Será la comida, me habrá sentado mal. —Mamá me puso la mano en la frente para comprobar si tenía fiebre.
—Puede ser. No parece que tengas fiebre. De todas formas voy a controlarte a lo largo de la tarde con el termómetro, es posible que mañana no puedas ir al instituto. Fue acabar de decir la última palabra y volver a vomitar. Me encontraba tan mal con el dolor de estómago que no tenía ganas ni de poner cara de disconformidad con el tema relacionado con el instituto, supuestamente debía fingir que me molestaba estar enferma y saltarme las clases, tal vez eso bastaría para que mi madre hiciera todo lo contrario, no estaba cien por ciento segura de que funcionara esa psicología inversa con ella, al menos no después de haber abusado de ella en el pasado. Parecía que lo peor ya había pasado. No tenía más indicios de que iba a necesitar permanecer sentada al lado del WC por si las moscas, así que poco a poco me fui incorporando a la civilización bípeda. Las vistas eran diferentes, pero no se debía a la altura, sino a que ya me encontraba mejor.—Sube arriba a la cama y descansa un rato. No te preocupes por los deberes ni por nada porque tal vez mañana no puedas ir al instituto. —Volvió a enfatizar la posible falta al instituto de mañana. Tengo que salir a llevarle a tu hermano la bolsa de entrenamiento, aprovecharé mientras entrena para hacer algunos recados, así que te quedas sola, sé que sabes cuidarte. Me visto y subo con el termómetro para que te lo pongas mientras no estoy, ¿vale?
—Vale mamá. —Respondí desganada.Salí del baño, y en el camino al cuarto encontré la mochila, estaba posada en el suelo del recibidor, así que la cogí, me puse una de las asas sobre el hombro y subí las escaleras para dirigirme al cuarto. Entré y dejé la mochila posada en la silla giratoria de la mesa de estudio. Me quité la ropa empapada, incluidas las zapatillas, lo tiré al cesto de la ropa sucia, fui al armario y saqué el albornoz, de inmediato me lo puse para no coger más frío del que ya había cogido, después saqué las chanclas y me las puse. Una vez tuve el cuerpo cubierto, me acerqué a la mesita de noche, saqué las mudas y salí del cuarto rumbo a la ducha. Regresaba de nuevo al cuarto cuando vi aparecer a mamá por las escaleras. Traía una bandeja con un vaso de cristal transparente y una botella de agua, también había snacks. Supongo que era para tenerme saciada en lo que ella volvía a casa. Entró en mi cuarto y fue directa a dejar la bandeja encima de la mesita de noche que tenía al lado de la cama. Entré tras ella, había dejado el pijama encima de la cama así que fui directamente hacia el.
—Ale, voy al cuarto a coger el termómetro para traerlo. Ahora vuelvo. En el tiempo que tardó en ir a su cuarto y volver me había dado tiempo a ponerme el pijama y a secarme el pelo con la toalla. Estaba peinándolo cuando mamá apareció de nuevo por la puerta.
—Aquí tienes. —Dijo mientras avanzaba para colocarlo en la bandeja. Si ves que te encuentras peor, me llamas, ¿vale? —Se acercó y me dio un beso en la frente.
—No te preocupes mamá, sigo viva, ¿no? Pues es lo que importa. —Respondí con la intención de tranquilizarla. Mamá miro el reloj, parecía que estaba apurada, así que se apresuró a salir por la puerta, pero antes dijo:
—Ale, cualquier cosa me llamas.—Hizo el gesto de poner los dedos en forma de teléfono.
—Que sí mamá, ¡vete ya que llegas tarde! —Respondí.Cerró la puerta y se fue. Tres minutos después escuché cómo se cerraba la puerta principal. Lo único que quería era meterme dentro de la cama y taparme con esas cálidas mantas pero sabía que con el pelo mojado no era buena idea, así que regresé al baño, abrí el cajón, saqué el secador y empecé a secarme el pelo. Una vez seco, lo guardé en su sitio, y regresé a mi habitación. Ahora sí, ya estaba lista para entrar en la cama y olvidarme del mundo exterior, y si era posible olvidarme de mi vana existencia también. El problema era que el mundo exterior no se olvidaba de mi. Estaba metida en la cama cubierta de arriba a abajo como si estuviera metida dentro de un saco cuando sonó el móvil. Dejé que pasaran al menos cinco minutos más, estaba lo suficientemente cómoda como para no querer dejar ese postura tan agradable, y la verdad es que tampoco tenía tanta inquietud por descubrir lo que me deparaba aquel mensaje. Después me incorporé, lo agarré y me senté con la espalda apoyada en el cabezal . Una vez tuve el móvil en la mano desde la pantalla bloqueada pude ver que era una notificación de Instagram. <<Tienes un mensaje nuevo sin leer.>> aparecía en la pantalla del móvil. Sospeché que era Julia, porque mamá y Alex me hablaban por WhatsApp. ¿Qué es lo que quería ahora? ¿No se olvidaba de mi ni siquiera en sus actividades extraescolares? Qué cargante, por mí podía seguir pintando sus dichosos lienzos y dejarme en paz. Con el cúmulo de sentimientos negativos dispersándose a lo largo todo mi cuerpo me indigné pero me digné a abrir el mensaje. ¿Pero qué narices...!!!? No me lo podía creer. La creatividad de esta chica no tenía límites. Cuando creías que ya no podía hacer nada por sorprenderte, iba y se superaba. Me había mandado una imagen en modo bomba, supongo que no quería que se lo mostrara a nadie más, sino que solo la viera yo. Era un lienzo. Pero no en blanco. Yo estaba dibujada sobre ese lienzo. Y no precisamente con el pijama que llevaba puesto en ese momento. Me había retratado a la perfección, no le faltaba ni un detalle a mi cuerpo, ni la mancha de nacimiento que tenía en el oblicuo interno derecho en forma de corazón, ni la pequeña cicatriz que tenía en el antebrazo izquierdo a causa de una caída cuando era pequeña, ni ninguno de los muchos lunares que me adornaban el cuerpo, incluido el del seno izquierdo que tenía cerca de la areola. Tampoco había omitido el herpes que por desgracia me salió en el labio superior aquel día. La cromática era exacta, mi cabello mojado negro azabache que caía hacia mi cuerpo, mis ojos color café con una mirada desafiante, mi piel bronceada que hacía añorar el verano, el color rosáceo de mis pezones puntiagudos, incluso las frases e iniciales que adornaban los azulejos de las duchas que tenía de fondo eran del mismo color, algunas en negro, otras en azul y las demás en rojo. Y por supuesto, abajo a la derecha no podía faltar la firma de la autora del retrato: "Juls" escrito en letras mayúsculas con una especie de garabato que salía de la S. Era yo al desnudo sin ningún tipo de censura. Era la misma imagen que veía reflejada en el espejo cuando salía de la ducha. Era mi yo más frágil, más vulnerable, más íntimo. Y parecía que ella me tenía en sus manos una vez más. Y para mi desdicha no estaba hablando en sentido figurado. Pero eso no era todo. Había más. La imagen venía acompañada de un mensaje.
<<Habrás borrado el vídeo del móvil, pero no puedes borrar la imagen de mi mente. Ya estoy deseando que llegue mañana.>>

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Fuera de lugar
Fiksi RemajaAlexia es una estudiante sobresaliente que pasa desapercibida en el instituto, hasta que se descubre el suicidio de Erick Gómez, ahí su vida da un giro de 180 grados. Empieza a ser vista por la despiadada Julia, la cual se encargará de hacerle la vi...