CAPÍTULO 19

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Me quedé allí de rodillas durante al menos un minuto y medio con los brazos levantados, parecía que estaba suplicando clemencia, cuando en realidad estaba preguntando: ¿¡pero qué has hecho!? con mi lenguaje corporal. Permanecía allí inmóvil sin saber muy bien qué hacer mientras aquella agua llena de porquería chorreaba por todo mi cuerpo. Me incorporé, me puse de pie, me quité el jersey y me quedé con la camisa puesta ya que aparentemente estaba menos empapada, con la mala suerte de que aquel día llevaba un sujetador negro y con la camisa blanca mojada se transparentaba un poco.

—¿¡Pero a ti qué te pasa!? —Dije mientras unía las yemas de los cuatro dedos al pulgar de ambas manos y las agitaba.  ¿¡qué problema tienes conmigo!? —Reproché a la par que posaba las yemas de mis dedos en mi pecho.
—Yo diría que eres tú la que tiene el problema. —Me miró de arriba abajo. Y uno gordo además. —Asintió con la cabeza.
—¿Ah sí? No me digas, ¡no me había dado cuenta de que estoy empapada! Ahora quiero que me digas cómo lo piensas solucionar, porque todavía me quedan cinco horas y te aseguro que no pienso quedarme así. —Me señalé con las yemas de los dedos de las manos.
—A mi no me digas nada, ese tu problema. Búscate la vida.
—Ah, ¿que es mi problema? —Caminé rápidamente hacia el otro cubo, me agaché, agarré el asa con la mano izquierda y con la otra lo agarré del lado del escurridor, me incorporé, me giré y inclinándolo levemente vertí el agua de un golpe en la dirección de Julia. El agua le cayó de golpe con la fuerza con la que te cae un tortazo. Me sentía satisfecha por haberle pagado con la misma moneda, ahora estábamos en igualdad de condiciones. Sabía que no podía permanecer con esa ropa empapada por mucho más tiempo, así que se me ocurrió una locura para sacarme de aquel apuro. Tomé una de aquellas sábanas que había quitado de encima de los pupitres, me acerqué a la ventana y la sacudí. Después cerré la ventana y me fui con ella al fondo de la clase, donde no podía verme nadie más, a excepción de Julia. Me quité la ropa empezando por las playeras y los calcetines, después me quité la camisa y el jean. Tomé la sábana y me la puse cual himatión griego masculino excepto porque en vez de ponérmela por encima del hombro la até un nudo para que no se me cayera. Cuando terminé de llevar a cabo mi genialidad, y una vez tapada con aquella indumentaria me quité el sujetador y la braga, tomé la ropa y la puse a secar en el radiador. Había dos radiadores, en uno puse el jean, los calcetines el sujetador y la braga y en el otro la camisa y las Vans, como el jersey podía esperar lo colgué de la manilla de la ventana ya que todo lo demás estaba asqueroso. Después de haberme contemplado llevar a cabo mi huida de aquella inundación Julia salió por la puerta. Pasaron alrededor de diez minutos y todavía no llegaba pero quien sí llegó fue el profesor. Al verme así vestida puso cara tal de sorpresa que podía saber lo que estaba pensando. <<Esta niña está loca>> eran las palabras que expresaban su rostro. Me acerqué hacia él para iniciar una conversación pero él se adelantó.

—¿Es aquí la clase de retórica con la profesora Aspasia? —Su seriedad me incitaba a quedarme muda. Si no fuera porque no supiera de su existencia nunca me hubiese dado cuenta de que estaba bromeando. Había visto mi hematión y tuvo la ocurrencia de otorgarme el nombre de una célebre griega.
—Sí, es aquí. Pero a menos que tenga un buen argumento para explicar el motivo de su tardanza no lo dejaré pasar. —Le seguí la broma con un poco de miedo. Él sonrió ante mi ingeniosidad. Vaya, jamás hubiese imaginado que un señor de tan avanzada edad tendría un sentido del humor semejante al mío. Oficialmente ya me caía bien.
—Soy profesor de historia. Y veo que tú eres de las pocas que la conoce.
—Pues sí, porque <<Aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla>> —Cité la frase de Napoleón Bonaparte con una sonrisa de satisfacción en el rostro.
—Tienes razón, como dijo Jacinto Benavente: <<Una cosa es continuar la historia y otra repetirla.>> —Contestó. Debo admitir que esa frase no la conocía y mucho menos a su autor, pero a partir de aquel momento no tenía dudas de que la añadiría a mi repertorio. Por cierto, ¿dónde está tu compañera? —Cambió la conversación.
—Pues...ehhh...—dije mientras me rascaba la parte trasera del cuello con la mano derecha— ha ido al baño. Sí, eso, ha ido al baño.—Chasqué los dedos y señalé con el índice como cuando encuentras la respuesta a un problema. Supongo que vendrá ahora. —Añadí. Me di cuenta de que Julia estaba detrás del profesor, supuse que había escuchado la parte en la que había mentido para encubrirla, al fin y al cabo lo hacía por mi, no quería volver a ser castigada, así que si pensaba que lo hacía por ella estaba siendo una tía bastante ingenua.
—El baño estaba colapsado. —Dijo mientras entraba por la puerta con la mochila a la espalda. Y mi urgencia no podía esperar. —Añadió a la par que se tocaba el bajo vientre dando a entender que se refería a la menstruación. Vestía el chandal que usábamos en Educación Física, chandal que ella nunca se ponía porque se pasaba las clases sentada en el banco viendo cómo los demás sudábamos. También llevaba unas zapatillas Nike Air Force negras. Conjuntaban a la perfección con aquel chandal granate con tiras amarillas a los costados. Era bastante raro verla así vestida, ya que ella no acostumbraba a descuidar su imagen y aquella ropa deportiva no era muy fashion que digamos.
—Bueno chicas, os dejo que sigáis con vuestro castigo. Me tengo que ir ya. Suerte. —Y con esas palabras se fue y desapareció entre el gentío que inundaba el pasillo del instituto.
—Gracias. —Dijo Julia a la vez que se acercaba a mi. Me has salvado el pellejo. —Agregó. No me podía creer que me estuviera agradeciendo. ¿Había ido a hacerse una limpieza de todos sus pecados y había vuelto siendo otra persona? Después se quitó la mochila de espalda, la posó en el suelo, se agachó, la abrió, sacó otro chandal igual al suyo, cerró la mochila y levantándose con él en la mano dijo:
—Toma, esto es para ti. Por más que ese trapajo te quede bien —me señaló con el dedo índice de arriba abajo— no puedes quedarte con eso puesto. —Dijo mientras arrugaba la nariz a la vez que levantaba el labio superior como dando a entender el asco que le producía. Sinceramente, me esperaba todo menos eso, con lo bellaca que era capaz me sacaba una bomba de la mochila. Le sonreí como dándole las gracias, acto seguido me acerqué al radiador para tocar la ropa y comprobar si se había secado. Por suerte para mi, la ropa interior y los calcetines ya estaban secos, así que los cogí y volví a regresar a aquella esquina donde me había cambiado la vez anterior. Una vez allí, primero miré que la puerta estuviera cerrada, después me quité aquella sábana, la tiré al suelo y dándole la espalda a Julia, de manera que solo me pudiera ver las nalgas, me puse primero la braga y después el sujetador. Todavía tenía el pantalón en la mano y aún no me había dado tiempo a meter el pie cuando se abrió la puerta. Metí la pierna derecha y mientras lo subía giré la cabeza para ver quién era. Era otro profesor que tampoco conocía. Su cara expresaba una mezcla entre perplejidad y placer al mismo tiempo, en ese mismo instante Julia tiró la mochila al suelo y corrió hacia aquella esquina, se agachó para coger la sábana y se levantó sosteniéndola como una cortina para que no siguiera viéndome.
—Hay que ver la cantidad de pervertidos mirones que hay en este instituto. —Dijo mientras miraba en mi dirección y veía cómo terminaba de ponerme la ropa ignorando que el profesor estaba allí. <<Y tú eres la primera.>> —Pensé. Terminé de abrocharme la chaqueta y le contesté.
—Ya puedes bajar el telón, el espectáculo ha acabado. —Julia dejó caer la sábana al suelo y las dos nos acercamos a la puerta donde aún se encontraba el profesor perplejo.
—Me han mandado a ver cómo vais. Cuando me pregunten omitiré lo que en realidad he visto y diré que estabais cumpliendo con el castigo, así ninguno de los dos sale perjudicado.
—Sí, es mejor que digas que nos encontraste limpiando este cubículo—dijo mientras el dedo índice que apuntaba hacia el techo lo movía en círculos—a decir que te quedaste mirando cómo se cambiaba una alumna,—se detuvo—sobre todo para ti. El profesor no salía de su asombro con aquellas palabras, supongo que no conocía lo directa que era Julia.
—Si, mejor di que somos unas chicas muy aplicadas. —Intervine rápidamente antes de que le diera tiempo a decir algo más.
—Si, eso haré. —Miró a Julia de reojo y se fue.
—¿A ti no te han dicho nunca que eres muy directa? —Muteé mis labios por unos segundos—A veces es mejor respirar profundo y quedarse callado.
—No bonita, <<Tenemos que hablar con toda la humildad que sea apropiada a nuestra visión limitada, pero tenemos que hablar.>> —Citó a Martin Luther King.
—Ya que fuiste tú la que le citó, yo también tengo un sueño Julia; quiero que algún día muestres tener sentimientos hacia tu prójimo y dejes de ser inerte. —Ella sonrío y respondió:
—Vaya Alexia, veo que estás tan poco acostumbrada a que te trate bien que cuando lo hago ni siquiera te das cuenta. —Extendió su mano como pidiendo que le diera la mía, y aunque parezca increíble accedí a dársela, me llevó al fondo y me hizo mirarme en el espejo de la pared. ¿Ves?—Dijo señalando al espejo. Ese chandal que llevas puesto es cortesía mía.

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