CAPÍTULO 23

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El director se fue dejándonos allí con aquella orden que debíamos acatar y con la inquietud de saber cuál sería nuestra próxima tortura. Estaba empezando a cansarme de los castigos que me imponían sin tener nada que ver en el asunto. Julia volvía a tener la culpa de eso, no yo, era totalmente injusto. Pero qué te voy a decir a ti, si ya debes haber vivido lo suficiente como para saber que la vida es así. Pensé que no merecía la pena discutirlo con Julia ni echarle la culpa porque, al fin y al cabo, me iba a comer otra vez aquel marrón. Así que no tenía sentido invertir mis fuerzas en una pelea que no iba a llevar a buen término, pero aún así me desquitaría con ella.

—¿Piensas limpiar la cochambre del suelo? ¿O también tengo que hacerlo yo para que no nos sumen más castigos? —Mi enfado era evidente.
—Hazlo tú si te apetece. —Respondió con absoluto pasotismo.
—Pues apetecerme la verdad es que no me apetece. Pero si no lo hace ninguna de las dos va a ser peor. Ignorando aquellas palabras que le había dicho se fue a tumbar de nuevo en aquellas sillas y se puso los cascos. ¡Hay que ver lo voluble que es esta chica! —Pensé y resoplé. Estaba indignada pero no me quedaba de otra, saltaba a la vista que no lo iba a hacer ella, así que fui, agarré el recogedor y la escoba y empecé a barrer. Una vez barrido aquel aula, lo apilé en un mismo lugar y lo recogí con el recogedor. Julia seguía allí tumbada con los ojos cerrados y los cascos puestos como si la cosa no fuera con ella. Al final estaba siendo cierto que estaba haciendo yo su trabajo y el hecho de pensarlo solo me irritaba más. Siempre había pensado que los ricos por el simple hecho de serlo no podían salirse con la suya, y aunque muchas veces ocurría esta vez sería diferente. Agarré el recogedor y me acerqué donde estaba ella, seguía con los ojos cerrados así que poco a poco comenzando por la zona del pecho empecé a dejar caer todo aquel polvo hasta llegar a los pies. No tardó en reaccionar ya que el humo del polvo la levantó de inmediato. Se quitó los cascos y dejó el móvil posado en una de las sillas a la vez que se incorporaba pars sentarse y acto seguido para levantarse y sacudirse.

—¿¡Pero a ti qué te pasa!? ¡Estás completamente majareta! —Dijo a la vez que se seguía sacudiendo el polvo del chándal. Yo la miraba mientras se desquitaba conmigo. Me sentía satisfecha por haber logrado mi objetivo. Y, por otra parte, tampoco había sido una auténtica villana, había hecho que dejara de torturarse y empezara a odiarme de nuevo.

—Mahoma tenía que haber ido a la montaña, pero como no fue, la montaña tuvo que ir a Mahoma. —Dije a la par que levantaba las manos y los hombros como diciendo: "Es lo que hay"
—¿Ah, sí? Pues devuélveme ese tracksuit que llevas puesto o te lo arranco yo misma.
—Pero qué fijación tienes tú con los cuerpos desnudos, ¿eh? ¿No querrás hacer aquí un cincuenta sombras de Grey? —Reí. Además, Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita. Cuánto más me burlaba más se enfurecía, y yo disfrutaba más de sus berrinches. Julia se acercó e intentó desabrocharme la chaqueta, en ese mismo instante, la agarré por la cintura con las dos manos y la acerque más a mi, nuestras narices se rozaban y nuestro campo de visión era limitado; solo podíamos vernos la una a la otra. Sé que Julia jamás se hubiese imaginado aquella reacción por mi parte y a mi me encantaba ser tan impredecible.

—Así que era esto lo que querías, ¿eh? Estar así, tan cerquita de mi. —Seguí burlándome mientras estábamos cara a cara y la seguía agarrando por la cintura. Con sus dedos impulsados por sus manos desenredó mis dedos de su cintura y los empujó fuera de su cintura para acto seguido apartarse de mi.
—¡Tendrás morro! ¡Pero si eres tú la que me ha pegado a ti! —Recriminó.
—No te hagas la tonta, lo estabas pidiendo a gritos. ¿O me equivoco?
—¡Claro que no! ¡Devuélveme mi ropa! En aquel momento me hubiese gustado recordarle que alrededor de media hora antes era ella la que se estaba abalanzando sobre mi para equilibrar la balanza, pero en su lugar seguí burlándome:
—¿De verdad quieres que me lo quite? Digo, porque si quieres que me desnude para ti solo tienes que pedirlo. —Ladeé levemente la cabeza a la derecha.
—¿Y por qué iba yo a querer que hicieras eso? —Preguntó desafiante.
—No lo sé, dímelo tú. ¿O es que tengo que recordarte que el otro día me quitaste la ropa?
—Pero eso fue un broma. —Alegó ipso facto.
—Sí, una broma que deleitó tus ojos y una broma que no sale de tu mente al parecer. ¿Donde tienes el lienzo? ¿Lo tienes colgado en tu cuarto? ¿O lo guardas en algún cajón para que tus padres no se enteren de que su hija no es tan beata como les hace creer? Su rostro mostraba que aquel comentario la había descolocado por completo. Tal vez hubiese pensado que habría olvidado aquella foto bomba que me había mandado. ¿Qué? ¿No dices nada? Pues que sepas que el que calla, otorga. —Añadí más leña al fuego. Parece que aquellas palabras la incentivaron a hablar.
—Es que yo a ti no tengo porqué darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer con mi vida.
—Tienes razón. De lo que haces con tu vida no, pero de lo que haces con tu vida que me involucre a mi, deberías.
—No pienso darte explicaciones de absolutamente nada.
—Entonces reconoces que tengo razón, porque todavía no me has dado ningún argumento válido que me indique lo contrario. —Me quedé mirándola en busca de una respuesta que no llegaba. Sabía que no reconocer la verdad no es negarla en ningún caso. Y cuánto más avanzaba la conversación más la llevaba hacia mi terreno. Sabía que ella era astuta pero en cuanto se refería a jugar con la mente del rival nadie era mejor que yo. Ni siquiera mi madre, que era de quien había heredado esa parte tan siniestra. Había empezado a jugar a su juego, aquel beso inoportuno en aquel baño me había dado la idea, lograría convertirme en su debilidad para después acabar con ella, tal y como hizo ella con Erick. Julia seguía callada, tal vez porque sabía que cuánto más la apretaría más probabilidades tenía de que contara la verdad. Y en ese mismo momento paré la presión. Bueno, te dejo que lo medites mientras termino de hacer tu tarea. Fui a por la escoba y recogí de nuevo aquel polvo del suelo. En vista de que el conserje no había traído ninguna bolsa para depositar aquella suciedad, fui y posé el recogedor en el suelo al lado de la puerta. Julia se había ido a mirar por la ventana, empezaba a creer que eso la calmaba, o tal vez la ayudaba a aclarar sus ideas. A través de aquella ventana solo se veía un parque lleno de árboles y algún que otro banco. Tal vez le traía paz observar la naturaleza. Era irremediable, tenía que terminar de hacerlo yo, así que fui a por el cubo de fregar, eché el fregasuelos, metí la fregona, lo agarré del asa y fui al fondo de la clase para empezar a fregar. Estaba terminando de fregar la parte que supuestamente me tocaba a mi cuando apareció la directora adjunta: Inés Sanchís. Hasta aquel momento yo no tenía ni idea de que ella era la esposa de Francis, porque sinceramente me importaba poco las vidas ajenas a mi persona que no compartían mi entorno, pero tenía que reconocer que aquella señora de cincuenta años estaba muy bien cuidada para su edad y que tampoco pegaba mucho con aquel decrépito director. Vestía un traje azul cobalto compuesto por una americana y una falda ajustada hasta la rodilla. Debajo de aquella americana llevaba una camisa blanca con cuello de volantes, que conjuntaba a la perfección con aquellos zapatos de salón de charol de Versace. También lucía una media melena rubia a capas con flequillo ladeado, y no iba maquillada excesivamente, tenía los labios pintados de rosa, la raya y las pestañas. También tenía unos pendientes pequeños de plata conjuntando al collar que tenía en el cuello con un corazón pequeño en el medio y en la mano no podía faltar su anillo de casada. Me volví a preguntar qué narices era lo que le había visto a ese viejales zarrapastroso. ¿Sería bueno en la cama? ¿O tal vez la hacía sentir amada? Si era así, entonces, habría hecho lo mismo con la profesora Luenzo. Una cosa estaba clara; por su apariencia física no enamoraría a nadie. Me daba repulsión pensar en eso pero quería entender qué es lo que le había llevado a una chica tan joven y guapa a encamarse con alguien tan descuidado como él.

—Señoritas, me manda el director, quiere que revise si estáis cumpliendo con el castigo. <<Claro, manda a su perrito faldero mientras él anda cortejando a su concubina. No es tonto ni nada ese carcamal.>> —Pensé.
—Pues como ve todo va viento en popa, solo queda fregar esa parte del suelo —señalé con el dedo— y ya estaría. Todo impoluto. —Dije con una sonrisa de satisfacción en la cara.
—Pero fregar eso —señaló con el dedo también— no les va a llevar las dos horas que aún les quedan por delante.
—Tiene razón. —Respondí. ¿Podemos salir antes si acabamos antes?
—No. Aquel no fue tan rotundo que se me quitaron las ganas de seguir diciendo nada más.
—¿Y qué quiere que hagamos aquí durante las dos horas? ¿Contemplar lo bien que hemos dejado limpio este cuartucho? —Dijo Julia interrumpiendo la conversación a la par que se acercaba hacia nosotras.
—Tendrán que quedarse aquí hasta que suene el último timbre, lo que hagan o no me trae sin cuidado. Me encargaré personalmente de mandar a alguien cuando suene el timbre para comprobar que siguen aquí. —Y con aquella amenaza, cruzó la puerta y desapareció. Nos quedamos mirándonos como diciendo: ¿Y ahora qué vamos a hacer? Al cabo de segundos de no llegar a ninguna conclusión, recordé que aún me quedaba la otra zona por fregar, así que me di a aquella tarea. Julia había ido a sentarse a una de las sillas, pero esta vez no tenía cascos simplemente revisaba el móvil. Hoy no tenía mucho que publicar, o al menos, no tenía que publicar nada que le gustara a sus seguidores. Vestía chándal que no acostumbraba a vestir, con playeras que vestía muy de vez en cuando. Aparentemente no estaba divirtiéndose como acostumbraba, en vez de estar de shopping o en algunos de esos bares en los que servían batidos muy instagrameables estaba limpiando una choza, ya ves, hasta a mi se me quitaban las ganas de publicar ninguna storie. Terminé de fregar, agarré el cubo y me dirigí hacia la puerta, posé la fregona y me fui al baño a tirar el agua sucia por el retrete con aquel cubo en la mano. Abrí la puerta que daba a los baños mientras sostenía el cubo con la otra mano, entré en el baño de en medio, levanté la tapa, después el asiento y empecé a verter el agua. Para finalizar tiré de la cisterna, bajé las tapas a la par, me giré y me sobresalté dejando caer el cubo al suelo. Julia estaba parada frente a mi un poco más allá de la puerta del baño.

—¿No te habré asustado, verdad Alexia? —Mi rostro de haber visto un fantasma me delataba.
—¿Te refieres a la cara que he puesto de haber visto algo realmente espeluznante? Tranquila, es mi cara diaria al verte a ti. —Contesté restándole importancia.
—Seguro que sí. —Respondió irónicamente. Escúchame bien guapita de cara, como se te ocurra contarle a alguien lo que ha pasado hoy aquí —señaló el suelo con el dedo— puedes estar segura que te haré la vida imposible, y te arrebataré el sueño de graduarte, sabes que tengo las armas y que no estoy bromeando. Y en efecto, me había dejado bastante claro en aquella clase delante del director que descubriría mis secretos y me extorsionaría con ellos.

Fuera de lugar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora