CAPÍTULO 36

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Aquel Lunes después de haber dejado el desayuno servido y haber hecho todo cuanto me tocaba, decidí dejarle una nota a mamá, una nota que decía que aquel día había decidido ir caminando al instituto, para cuando se despertaran probablemente yo ya estaría atravesando sus puertas. Así que me preparé y una vez lista dejé aquella nota encima de la mesa junto con los desayunos. <<Espero que no estén muy fríos para cuando os despertéis. Me fui caminando. Nos vemos más tarde.>> Y al final de aquella nota dibujé un pequeño corazón. Era demasiado pronto, solo estaba el conserje y algún que otro cano profesor que siempre llegaba antes de tiempo. Saludé a Gustav, él ya estaba acostumbrado a que yo le llamara así. O por su otro nombre. Lo cierto es que su verdadero nombre era Jorge Gustavo, pero a mí me chirriaba su segundo nombre, Gustav me sonaba más encantador. Después me dirigí a la taquilla como acostumbraba, para dejar los libros de todas las demás asignaturas y cargar con la que me tocaba en el momento. Estaba aliviada, no había nada que me robara la calma dentro de la taquilla, ni nadie merodeando alrededor, podía respirar tranquila. Acto seguido me fui al aula correspondiente para tomar la primera clase, como era de esperar la puerta estaba cerrada, así que me senté en el banco a esperar, ocupando la esquina y posando la mochila a mi costado en el suelo. Me recosté sobre el respaldo cerrando los ojos y la escena que vi en aquellos breves segundos me aterró tanto que decidí abrirlos de inmediato. Pude ver cómo mi hermano le propiciaba batazos a Tony, mientras éste yacía en el suelo adolorido y parecía que agonizando, al borde de la muerte. Aparentaba no importarle en absoluto el inminente fallecimiento de Tony a mi hermano, ya que seguía golpeándole con más violencia, la agresividad se reflejaba en su rostro. Mi hermano parecía desatado, fuera de control, nunca antes había advertido esa furia en su semblante. Imaginé que dicho enfado se desató a raíz de haber visto a Tony riéndose en su cara por lo que había hecho conmigo.,Y fruto de la impotencia a mi hermano le salió el instinto asesino. Menos mal que solo había sido una visión y no estaba ocurriendo en la realidad. Al menos no por el momento. Cuando abrí los ojos la puerta ya estaba abierta, así que tomé la mochila y poniéndomela a la espalda entré. Lo curioso es que no estaba el profesor, ni nadie. Avancé hasta mi sitio, me esperaba una caja aparentemente de calzado. Estaba envuelta en papel de regalo y ponía en letras mayúsculas: <<Para Alexia.>> Primero pensé que podía haber algún calzado dentro, ya que la caja era precisamente para eso. Pero luego recordé aquel regalo minúsculo que le hizo papá a mamá hacía cinco años atrás por el día de su cumpleaños, había metido unas llaves en una caja más pequeña y posteriormente lo había metido en aquella caja de zapatos para que no fuera tan evidente la sorpresa. <<No creo que dentro estén las llaves de un coche.>> —Pensé. Aquellas llaves que papá le había regalado a mamá eran las llaves de su actual coche: un Land Rover Range Rover Velar negro. Estaba claro que no correría la misma suerte que ella. Así que coloqué la mochila en el respaldo, me senté y sin perder más tiempo, lo desenvolví y abrí la tapa. Allí estaban los zapatos So Kate 120 de Christian Louboutin que había dejado en el garaje de Julia la noche antes de ayer. Estaban impolutos, como recién salidos de la tienda. Parece que alguien se había tomado la molestia de lustrarlos. Entonces escuché una voz que parecía provenir de la puerta. Así que levanté la vista y allí estaba ella mirándome con los brazos cruzados y la espalda apoyada sobre el marco. Intuí que había sido ella la que había abierto la puerta y colocado aquella caja en mi mesa, aunque no era su letra, tal vez pensó que era muy obvio hacerlo con la suya y mandó a alguien escribirlo. Una vez se dio cuenta de que tenía mi total atención declaró:

—Resulta que a mí tampoco me gusta deberle nada a nadie. —Afirmó mientras se acercaba. Después se sentó en la mesa de al lado, concretamente a mi izquierda y con el cuello girado a la derecha para mirarme agregó: Y tú ya me debes dos. —Dijo satisfecha de sus palabras a la vez que levantaba el dedo índice y corazón en forma de uve. No podía rebatir su argumento, era totalmente cierto. Tenía que devolverle su chaqueta y su casco. Entonces caí en cuenta de aquel pequeño detalle, y aunque normalmente me hubiese guardado mis pensamientos para mi, en aquella ocasión los dejé salir sin ningún tipo de reparo.
—Pues para no gustarte deber nada a nadie, bien que guardas mis bragas vete a saber dónde. —Ladeé la cabeza en señal de satisfacción. Julia sonrió levemente y después añadió:
—¿Y para qué quieres tú unas bragas rotas? —Me quedó mirando en busca de una respuesta. <<Eso mismo digo yo. ¿Para qué quieres tú unas bragas rotas?>>—Medité. Pero como vi que aún me sostenía la mirada en busca de su respuesta respondí:
—No lo sé Julia, ¿por qué no me lo dices tú? —Repliqué. Y justo en ese momento como si el universo quisiera dejarme con aquella intriga, el profesor Sánchez entró por la puerta cargando su maletín.

Fuera de lugar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora