CAPÍTULO 56

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Julia se sentó en el banco pero antes posó el trofeo a su lado. Después preguntó:

—¿Qué vamos a hacer con él? No podemos partirlo por la mitad. —Repuso.

—Perdería su valor si lo hiciéramos. —Contesté. Acto seguido agregué: —¿Te lo quieres quedar tú? Y mientras le preguntaba me sentaba en la esquina del mismo banco, de manera que el trofeo nos separaba.

—No sería justo que yo me lo quedara. Lo hemos ganado las dos. <<Hay muchas cosas injustas en esta vida, Julia, pero, ¿qué le vamos a hacer? No podemos hacer nada.>> —Reflexioné tras escuchar sus palabras.

—¿Entonces quieres que me lo quede yo? Julia no respondió. Y al ver que pasaban los segundos y no respondía bromeé: —Podríamos tener su custodia compartida. Una semana tú, una semana yo. Y sonreí. Y cuando ella terminó de reír añadió:

—No seas tonta, Ale. Ni que fuera nuestro hijo.
<<No lo es porque no nos diste la oportunidad de tenerlo. Ni siquiera nos diste la oportunidad de pensar en tenerlos. >> Mi mente era más veloz que yo. Aún sin querer hacerlo pensaba en ello.

—Bueno, quédatelo tú entonces. Yo no lo quiero.

—¿Estás segura? —Preguntó con seriedad.

—Sí. Así ya estaríamos en paz. Julia me miró con cara de no entender, pero no se guardó su inquietud para sí sino que me cuestionó:

—¿En paz?

—Eso dije. —Asentí con la cabeza a la par que levantaba las cejas.

—¿Por qué? —Volvió a preguntar Julia.

—Bueno, tú tienes algo que me pertenece y yo tengo algo que te pertenece. —Dije a la par que sostenía con mis dedos el corazón del colgante que me había regalado la última noche en que habíamos salido. Lo miré por dos segundos, entonces añadí: —Puede que tú me hayas roto el corazón, pero como ves, yo aún conservo el tuyo. En eso mismo instante, Julia me miró con cara de pena por un par de segundos, después dejó de mirarme, giró el cuello en la dirección contraria y mirando al suelo contestó:

—Lo siento... Y lo único que pensé en aquel instante era que si fuera tan fácil reconstruir un corazón roto con una disculpa estaba salvada. Pero no. No era tan fácil. Y, que estuviera bajo coacción o no no importaba, porque a mí me había hecho mierda. Y aunque la seguía queriendo, lo último que quería era ilusionarme con la inconsistente idea de volver con ella. Entonces saqué coraje de lo más profundo de mi ser para responder:

—Oh, no. No lo sientas por mí. Siéntelo por ti. Si yo estuviera en tu lugar saldría corriendo. Hannah es de lo peor. Después de oír aquellas palabras Julia levantó la mirada y con el semblante reflexivo preguntó:

—¿Por qué dices eso? Parecía preocupada porque yo supiera más de la cuenta.

—No hay que ser un genio para saberlo. Se le nota la astucia en la cara. Y recordando el día en que escuché en ese mismo vestuario a su padre conversar con el de ella añadí: —Seguro que su padre es igual que ella. Espero que tu padre tenga cuidado.

—¿Qué sabes de su padre? ¿Alguna vez te habló de él? La verdad era que no lo había hecho. Para mi desgracia le había contado yo más cosas de mi vida, que ella de la suya.

—No.

—¿Entonces cómo sabes que su padre y el mío tienen negocios en común?

—¿Recuerdas el día de la moda? Bueno, me escondí en este mismo vestuario y...tu padre entró a recibir una llamada. Resulta que era su padre.

Fuera de lugar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora