No tenía la certeza pero tampoco la duda de que ese Jueves sería largo, muy largo. Además de porque permanecería en la cama como persona enferma, porque se avecinaba tormenta y no sabía en qué dirección iba a llegar. Eran las siete de la mañana y seguía tumbada mirando al techo. La tarde-noche de ayer me había quedado dormida antes de que llegaran mamá y Alex, y por la hora que marcaba en ese momento el reloj de la mesita supuse que al llegar y verme dormida me había dejado dormir y descansar al día siguiente. Abajo se escuchaba ruido, imaginaba que eran Alex y mamá desayunando. No quise bajar, solo seguir recostada en aquella cama que en ese momento me parecía un lugar seguro. Oí que se acercaban pasos y me hice la dormida. Era mamá, al abrir la puerta y ver que supuestamente estaba dormida la volvió a cerrar y se fue. No tenía ganas de hablar, no quería decirle que estaba bien, porque en realidad estaba bien físicamente pero no mentalmente. Aquella foto me había trastocado por completo. Deseaba con todas mis fuerzas que esa pesadilla que había tenido la noche anterior no se hiciera realidad. Quería negar la realidad y creer que Julia no era tan mala persona como para hacer algo así. Pero entonces, si no pensaba hacer nada con ese retrato, ¿qué otra cosa iba a hacer? ¿Guardarlo para sí? ¿Con qué fin? ¿Acaso era una mirona? ¿O tal vez lo guardaba para hacerme el knock out definitivo? No tenía ninguna otra pista de lo que podría hacer salvo aquella foto. Y había sido muy clara. Mientras los pensamientos se cruzaban por mi mente como los hilos que unen a los posibles sospechosos de un asesinato en un tablero policial escuché cerrarse la puerta de abajo. Estaba sola en casa y me quedaban algo más de seis horas para volver a socializar con alguien. Mi estómago empezó a rugir ya que tampoco había cenado la noche anterior, así que me puse las zapatillas de casa mientras aún estaba sentada al borde de la cama, después me levanté, me puse la bata, metí el móvil en el bolsillo y bajé a prepararme el desayuno. Me tomé toda la tranquilidad del mundo ya que era el primer día que no tenía la presión de hacer nada porque no tenía prisa por ir a ningún sitio. Mamá había dejado café hecho y todavía estaba caliente, así que cogí el pan, lo corté con el cuchillo y lo metí a la tostadora. Mientras se hacían las tostadas fui a la nevera en busca de la mermelada, pero como se había acabado tomé la mantequilla en su lugar. Una vez que salieron de la tostadora, las cogí, las puse en un plato, las unté con la mantequilla y me serví el café en una taza, acto seguido me fui a sentar a la mesa. Cuando terminé enjuagué la taza y el plato, lo metí en el lavavajillas, me lavé los dientes y fui de nuevo a mi habitación. Lo cierto era que me aburría mucho y todavía me quedaban cinco horas sin que nadie me dirigiera la palabra. Qué curioso, tenía todo el tiempo del mundo y no sabía qué hacer. Eché un vistazo alrededor de la habitación preguntándome qué podía hacer y entonces fijé mi vista en la mochila. Recordé que dentro aún se encontraba el libro de Erick y, puesto que no tenía nada más que hacer, decidí ojearlo un rato. Conocía el libro porque yo también lo tenía, Hojas de hierba de Walt Whitman, así que intuía lo que me depararían aquellas letras. Pero para mi sorpresa y completa estupefacción no era un libro, sino un diario, parece que Erick era un genio de las manualidades, había pegado por encima la portada de otro libro para que no llamara la atención escondido entre todos los libros de su particular biblioteca. Qué chico más habilidoso, aún después de muerto no dejaba de impresionarme con su astucia, jamás se me habría ocurrido semejante genialidad a mi. La primera hoja estaba en blanco. Supuse que lo había hecho por si alguien algún día decidía abrirlo, ya que es lo que suelen llamar "página de cortesía" en las imprentas. Muchos de los escritores de hoy en día no la dejan en blanco, escriben ahí sus dedicatorias, pero escribir una con tu puño y letra llamaría mucho la atención, ¿verdad? —Reflexioné. ¿Pero qué hiciste Erick? Le arrebataste al mundo la posibilidad de conocer tu agudeza. —Seguí reflexionando. Pasé la primera hoja y pude empezar a ver los primeros rayos de luz tras la catástrofe que me había dejado el no haber encontrado ninguna pista el otro día en su cuarto. Por la forma en que estaba escrito parecía un poema, pero no tenía un título que me diera información del contenido de esa prosa. Me moría de ganas de leer qué había escrito, ya que nunca había leído algo tan íntimo de nadie a menos que contara con lo mío. Dicen que siempre hay una primera vez para todo y ésta, sin duda, era la mía, así que empecé a leer.
<<Yo sé que ella no es buena para ella,
pero ella no me quiere hacer caso.
Se lo he dicho por activa y por pasiva,
me ha obligado a ponerla entre la espalda y la pared,
ha hecho que la fuerce a elegir entre ella y yo.
Tengo miedo de que no me elija. >>Pasé la página de inmediato víctima de la intriga. No tenía muy claro si aquello era un poema o un relato de su vivencia personal. En aquel mismo instante me azotó la inspiración como cuando golpea la brisa, ese soplo de aire fresco que parece que te devuelve a la vida cuando llevas mucho tiempo en un ambiente de tanta calidez. ¿Quién era ella? Quiero decir, la otra "ella." Había recordado las palabras de Erick en aquel margen de aquel libro: <<Aída no me hace caso, ya no me quiere.>> ¿Y por qué Erick la obligó a elegir entre los dos? ¿Acaso estaba enamorado Erick de su propia hermana? Y la pregunta más importante de todas: ¿A quién eligió? ¿Se habría suicidado Erick porque no lo eligió a él? Hay un montón de personas que se quitan la vida porque a quien aman no les quiere, o al menos no de la forma en que ellas quisieran ser queridas, así que no sería la primera vez y tampoco la última. ¿Qué más secretos guardabas Erick? —Me pregunté. No me di tiempo a obtener una respuesta, inmediatamente pasé la página y encontré otro escrito.
<<Yo la miro cuando ella no me ve,
y cuando ella me ve no me mira.
¿Qué tengo que hacer para que me mire?
A veces quisiera arrancarme los ojos y ser ciego
así no podría ver cómo ella mira a otra persona más
mientras mis ojos la siguen mirando a ella.>>Y volvemos al mismo punto. ¿Quién es ella? ¿Era una de las chicas que mencionaba en el escrito anterior o era otra persona totalmente distinta? Me perdía entre tantos "ellas." Parecía que estaba buscando una aguja en un pajar con tantas menciones sin nombres. Pasé la página con la esperanza de encontrar un nombre o al menos una inicial, solo quería encontrar algo que me diera una pista de a quiénes se estaba refiriendo. Así que pasé nuevamente la página.
<<¿Sabes si esa persona a la que tanto miras
te quiere si quiera la mitad de lo que yo te quiero?
Porque yo te quiero desde lejos para preservar tu espacio aunque te quiera más cerca,
porque yo te quiero en silencio para que solo me hieran tus actos y no tus palabras,
te quiero sin atreverme a confesarte este amor
para que no me hagas más daño del que me haces,
porque sin yo haberte dicho nada,
tu mirada ya me lo ha dicho todo.>>Apenas terminaba de leer la última palabra cuando sonó el móvil. Era una notificación. Pero esta vez no era Instagram. ¡Menos mal! —Pensé. Era WhatsApp. Era Alex. <<Tony me preguntó por ti al no verte llegar conmigo, le dije que ayer te encontrabas mal y dice que te mejores.>> Qué exagerado, ni que estuviera muriéndome. Vete a saber qué le ha contado...Pero lo que me inquietaba era otra cosa: ¿Por qué Tony le había preguntado por mi? ¿Acaso no era invisible para él? ¿Y no le había visto coqueteando con Alma? Desde hacía un tiempo, antes de la muerte de Erick, había dejado de verle como el mejor amigo de mi hermano, pero parecía que él no me veía a mi...
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Fuera de lugar
Roman pour AdolescentsAlexia es una estudiante sobresaliente que pasa desapercibida en el instituto, hasta que se descubre el suicidio de Erick Gómez, ahí su vida da un giro de 180 grados. Empieza a ser vista por la despiadada Julia, la cual se encargará de hacerle la vi...