CAPÍTULO 43

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En efecto, aquel joven que yacía postrado en aquella cama era Tony. Ahora tenía sentido el ojo morado de mi hermano. Parecía que mi hermanito le había dado una paliza mortal, no se distinguía bien el bello rostro del que yo me había enamorado cuando era niña. De hecho, tenía la mitad de la cara derecha de moretones, el ojo derecho era el que más morado tenía, también presentaba golpes en buena parte de la mejilla y de la frente de ese mismo lado. Tenía gasas en la nariz con esparadrapo blanco que apuntaba a una operación por rotura. Y permanecía inmóvil sin abrir los ojos enchufado a la típica máquina de constantes. ¿Por eso había huido mi hermano? ¿No era tan valiente para pegar semejante paliza? ¡Pues que lo fuera también para responsabilizarse de sus actos! Y con un bebé en camino...aunque bueno, si lo hubiese sabido supongo que no habría hecho lo que hizo. Intuí que tal vez en el entrenamiento de ayer se había calentado un poco el ambiente y con lo temperamental que era mi hermano, tal vez hubiese esperado hasta estar fuera del campo para desahogar toda su ira con él. La prioridad ahora era encontrar a Alex. Mamá había cambiado de número recientemente, y supongo que por esa razón los Gómez no se habían puesto en contacto con ella para comunicarles dicha tragedia. Al igual que suponía que para contactarla por el accidente de papá habían llamado al bufete de abogados. Mi padre también yacía postrado en aquella cama con los ojos cerrados, con la cánula de oxígeno nasal, con un collarín y enchufado a esa bendita máquina que transmite el ritmo de las constantes vitales segundo a segundo. A pesar de lo mal que se había portado con mamá y con nosotros, una parte de mí ansiaba que se recuperara. Al fin y al cabo, seguía siendo mi padre. La otra, sin embargo, quería que pagara por todo el daño que nos había causado, especialmente a mamá. Me quedé allí, con las manos posadas sobre las barandillas de aquella cama observándolo alrededor de cinco minutos, por su parte no hubo movimiento alguno, y en vista de que no tenía pinta de que iba a cambiar, me fui. Ya había tenido suficiente. Odiaba los hospitales desde que era pequeña por esa misma razón. Nada bueno ocurría entre aquellas paredes. Eran alrededor de las cuatro y mi cita era a las cinco. Odiaba ser impuntual, cosa que no había heredado de mi madre, así que me puse rumbo a aquella misteriosa dirección. A pesar de ser una ciudad pequeña no me conocía todos los escondrijos de ésta, así que saqué el móvil, abrí Google Maps, inserté el destino y la aplicación se encargó del resto. Giré en alguna que otra calle errónea por lo que la aplicación tuvo que reconducirme de nuevo.
Y por fin llegué a aquella dirección después de una caminata de al menos media hora. Comprobé el número y el nombre de la calle de nuevo por si acaso los nervios me habían jugado una mala pasada y había puesto algo mal y, en efecto, estaba en el lugar indicado. Aparentaba ser un local que estaba en venta, por el cartel que había en la cristalera polvorienta. Aunque el marco de la puerta y las ventanas era blanco y aparentaba no ser muy viejo. Saqué la llave del bolso y después la metí en la cerradura y a la par que giraba la llave movía la manilla hacia abajo para abrir. Nada más haber abierto y sin poner un pie todavía en aquel suelo, parecía que alguien vigilaba mis pasos porque de repente empezó a sonar un piano que le daba la entrada a James Arthur con su canción Naked. La música a todo volumen parecía provenir de la planta superior. Una vez dentro me percaté que era un habitáculo mediano, debería de tener alrededor de unos sesenta y cinco metros cuadrados sin absolutamente nada. Estaba vacío, a excepción de los azulejos en el suelo, y algún que otro aire acondicionado bien instalado en las paredes, solo había columnas blancas y unas escaleras compensadas de color marrón que aparentaban estar colgando en el aire con una barandilla gris que te permitían el acceso a la planta superior.

<<Hey, you there
Hey, ¿estás ahí?
Can we take it to the next level?
¿Podemos llevarlo al siguiente nivel?
Baby, do you dare?
¿Te atreves, bebé?>>

Saqué la llave de la cerradura, cerré la puerta desde dentro y la volví a guardar en el bolso. Me quedé unos breves segundos echándole un vistazo a aquel lugar, el tiempo suficiente para advertir que había un folio con una flecha con indicación hacia arriba a la mitad de ellas. Así que sin dudarlo empecé a subirlas. Mientras las subía seguía sonando aquella canción.

Fuera de lugar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora