—Ale, dile a mamá que voy a comer a casa de los Gómez, voy a hacer los deberes con Tony, de ahí voy a la clínica del Doctor Salinas y a las cinco y media estoy en casa para ir al entrenamiento.
—¿A casa de los Gómez? ¿Es que no era evidente que iba por Aída? ¿Estaría Tony al corriente de ese pequeño romance? Fuera como fuese a mi no me colaba más mentiras. Pero como siempre recapacito antes de decir lo primero que se me pasa por la cabeza, respondí:
—Está bien, se lo diré. Que te vaya bien con Tony. Saluda a Aída de mi parte.—Dije con la esperanza de ver un atisbo de vergüenza en su rostro.
—Lo haré. Adiós hermanita. —Esbozó una sonrisa sin dejar ver ni rastro de rubor en sus mejillas.A los cinco minutos de irse Alex llegó mamá y subí al coche.
—No me lo digas. El tráfico, ¿verdad? —Sonreí dejando entrever mis dientes a la vez que abrochaba el cinturón. Sabía que mamá jamás iba a reconocer su impuntualidad así que decidí añadirle humor al asunto como acostumbra a hacer con todo.
—Sí. —Río como diciendo: "Si tú ya me conoces..."
—Bueno, pues espero que haya menos tráfico en el trayecto a casa. —Seguí bromeando.
—Esperemos que si, Ale. —Mamá siguió vacilando.No aguantaba más, me estaba meando, tan pronto como mamá echó el freno de mano salí corriendo del coche en dirección al baño. Tenía las llaves en la mano preparadas, así que abrí, tiré la mochila en la entrada y subí al baño. Además de que no me gustaba usar el baño de abajo porque era más pequeño, mamá decía que ese baño era para los invitados, por lo que los miembros de la casa apenas hacíamos uso de él. Tiré de la cisterna, me lavé las manos y fui a la cocina donde se encontraba mamá.
—¿Qué te parece si preparo judías verdes con patatas, Ale? —Dijo echando las judías en el colador.
—Justo estaba pensando que tenía ganas de comer judías. Tenemos una conexión mental, mamá. —Se trazó una sonrisa de conformidad en su rostro mientras yo me ponía el delantal. —Empecé a pelar las patatas mientras mamá preparaba la cazuela con agua para poner a hervir las judías.
—¿Y no será que lo sé porque es tu plato favorito desde que eras una renacuaja?—Dejó de hacer lo que estaba haciendo por un segundo para clavar su vista en mi y seguir diciéndome con la mirada: "¿Eh?"
—Puede ser. —Respondí sin más ánimos de seguir la conversación.Al cabo de media hora por fin pudimos sentarnos en la mesa y satisfacer una de las necesidades fisiológicas del ser humano según Maslow: alimentarse.
—¡Que Dios bendiga la comida! —Exclamé con ímpetu. —¡América puede esperar! —Proseguí con la guasa.
—Sí, ¡Que Dios la bendiga! —Mamá se unió a la mofa.Terminamos de recoger la mesa y puse el lavavajillas. Después mamá se fue al salón a seguir trabajando en sus casos. Saqué la ropa que había puesto en la mañana de la secadora, la llevé al cuarto de la plancha y me fui al cuarto. Planchar era lo único que yo no hacía. Mamá decidió contratar a una chica para que lo hiciera porque decía que además de ser la más aburrida de las tareas del hogar, la plancha te mataba la espalda. Así que contrató a Malena, era una joven madre soltera que necesitaba el dinero, venía dos horas los Martes y los Jueves, trabajaba de interna en una casa cuidando un matrimonio que había aceptado que viviera allí con su hijo Jeremy, acumulaba sus horas libres de salida y aprovechaba para venir a casa porque el sueldo que le pagaban no le alcanzaba, o al menos eso le había dicho a mamá el día que la entrevistó, no sé si era verdad o solo pretendía dar pena para que mamá no se negara a darle el trabajo. Me encontraba en mi habitación haciendo los deberes como de costumbre cuando Alex irrumpió en la habitación, avanzó y se sentó en mi cama a pesar de que yo estaba en la mesa de estudio dándole la espalda.
—Hermanita quería darte las gracias. —Inició la conversación.
—Qué extraño hermanito, no sabía que había quitado la puerta del cuarto...—Tiré de ironía como siempre. No era habitual que Alex entrara en mi cuarto sin llamar antes, era un obseso de la privacidad y sabía que para que respetaran su intimidad él debía hacer lo mismo con la de los demás. —Dejé el bolígrafo posado en la mesa, posé las piernas en el suelo para darme la vuelta en la silla giratoria, una vez que estábamos frente a frente crucé las piernas y los brazos esperando una respuesta por su parte.
—Y cómo no, tenías que usar la ironía. Tenía que haber llamado antes de entrar, lo siento. Pero he venido a agradecerte por el poema, el profesor me ha puesto un notable alto. —Dijo orgulloso de sí mismo.
—¿El profesor o la profesora? —Cavilé. Pero en su lugar solo solté: —¡Eso es genial Alex! ¿No quieres que te haga otro? —Pregunté dando pie a que respondiera que sí haciendo así que él mismo descubriera su mentira.
—Si el profesor me lo pide de nuevo, no dudes que lo primero que haré será pensar en ti, hermanita. —Mintió. Y lo hizo también que si no llegara a ser porque conocía su secreto me lo hubiese creído.
—Por cierto, Alex, ¿qué opinas de Stefany Smith?
—¿Quién es esa? —Respondió desconcertado. Creo que no esperaba que le preguntara por una de las chicas de mi clase.
—Una amiga que me he echado hoy. Es una de las hijas del dueño del instituto, la melliza de Julia. Me sorprende que nunca hayas oído hablar de ella considerando que Stefany era la mejor amiga de Aída.
—¿Ah, si? Qué raro, nunca me ha hablado de ella...
—Da igual hermanito, quería pedirte un favor, ¿podrías...—Hice una pequeña pausa porque me avergonzaba decirlo, pero después lo solté de inmediato para que no me diera tiempo a pensar en ello y echarme atrás: —¿Podrías tener una cita con ella? —Me tapé los ojos inconscientemente para no ver la cara de perplejidad que me pondría.
—¿Pero tú estás mal de la cabeza? No me metas en tus líos. —Recriminó. Tomé coraje y volví a insistir.
—Pues si no lo haces por las buenas, será por las malas. Iré donde tu profesor y le diré que fui yo quien escribió el poema, no tú, seguro que le agrada saberlo y se replantea lo de tu notable alto. Jugaba con ventaja, sabía que ese poema nunca había llegado a las manos de su profesor, y él sabía que si iba donde él y se lo decía probablemente me diría que nunca le había pedido que hiciera eso. Por eso aposté por un chantaje seguro.
—Vale, tú ganas. —Resopló, se levantó de mi cama y se fue pegando tal portazo que algunos de los libros de mi estantería se cayeron. Entonces volví a ver el libro de Erick en el suelo, el libro que tiempo atrás había apartado por tener cosas que hacer. Esta vez no haría lo mismo. Lo abrí de nuevo esperando encontrar otro secreto, otra pista del porqué Erick hizo lo que hizo. Pasaba página tras página, hasta que encontré de nuevo otra frase subrayada, pero ésta vez era con un subrayador fluorescente amarillo. Y parecía que no era la única, era una sucesión de frases salteadas.<<Estaba solo conmigo mismo, y mi conciencia comenzaba ya a abandonarme.>>
<<La mayor parte de mis pensamientos me habían abandonado, ya no habitaban en mi cuerpo. Ya no era yo.>>
<<Había malgastado mi vida, otros se habían adueñado de ella.>>Me llamó la atención que en el borde del margen, justo al lado de ésta última frase estaba escrito en letras mayúsculas el nombre de Julia y casualmente debajo de su nombre había una carita triste dibujada. Me inquieté un poco pero seguí investigando un poco más, tal vez había alguna nota más a lo largo de todo el libro, así que seguí pasando hoja tras hoja. Y al cabo de once páginas volví a encontrar otra frase subrayada.
<<Con frecuencia no tenemos ocasión en la vida de ser escuchados verdaderamente. Sentir que el otro busca comprendernos, descubrir los meandros de nuestro pensamiento y las profundidades de nuestro alma.>>
Vaya, tenía más cosas en común con él de las que me había dado tiempo a conocer. Parece que él también se sentía solo, que no había mostrado su vulnerabilidad como ser humano, que no se había desnudado ante nadie. A mí me pasaba lo mismo, aunque debo admitir que en más de una ocasión había querido romper esa coraza. Rápidamente volví en sí de mis pensamientos y observé que abajo en el margen también había otro escrito: "Aída no me hace caso, ya no me quiere." También había una carita triste al final de la frase. Vaya, parece que Erick era el chico de las caritas tristes. O mejor dicho, el chico triste que no se veía reflejado en su cara. Pero después de leer aquello, me surgía otra pregunta más: ¿Qué le había pedido Erick a Aída para que ésta no le hiciera caso? ¿No le había dicho a mamá que era su hermano favorito? ¿Entonces por qué no le había hecho caso? Me agobié, me saturé con esa pregunta, y en vista de que no hallaba una respuesta, desistí, no quería agobiarme más, así que cerré el libro, lo dejé de nuevo en la estantería y regresé a sumergirme de nuevo en el libro de Geografía e Historia. No conseguía concentrarme, releía y releía y no me enteraba de nada. En ese instante me llegó una notificación al móvil. Era Instagram. Alguien había subido un vídeo en el que me había etiquetado. Curiosamente el nombre de usuario de ese alguien era @Juliusdqueen11 No sé cómo ni porqué razón había descubierto mi nombre de usuario, solo sé que sin buscarlo, yo había descubierto el suyo.

ESTÁS LEYENDO
Fuera de lugar
Teen FictionAlexia es una estudiante sobresaliente que pasa desapercibida en el instituto, hasta que se descubre el suicidio de Erick Gómez, ahí su vida da un giro de 180 grados. Empieza a ser vista por la despiadada Julia, la cual se encargará de hacerle la vi...