CAPÍTULO 18

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Lo primero que hizo mamá fue subir a mi cuarto a ver cómo estaba y me encontró allí, todavía en pijama y haciendo deberes.

—Qué hija tan aplicada que tengo. —Sonrió orgullosa. ¿Cómo te encuentras Ale? Ayer no quise despertarte...—Dijo mientras seguía parada en la puerta.
—Hola mamá. Me encuentro mejor, estoy deseando volver mañana al instituto, la verdad es que aquí sola me he aburrido un poco bastante.
—No entiendo cómo te puede gustar tanto ir al instituto.—Hizo una pausa. ¿Y no será que hay algún chico por ahí, Ale? —Su rostro se iluminó, aparentaba haber descubierto un gran secreto. Lo cierto es que yo tampoco lo sabía, mamá siempre intentaba sacarme información privilegiada pero nunca lo conseguía. Solo escuchaba de mi boca lo que yo quería que supiera, ni más ni menos. ¿Por qué quiero ir al instituto? —Me pregunté. Yo también trataba de encontrar una respuesta. Era poco coherente querer ir cuando allí te esperaba alguien para seguir arruinándote lo poco que te quedaba de vida. Y eso sin contar que mañana tenías que compartir el mismo espacio durante seis horas con aquel bicho viviente. Ni siquiera ver al chico que te gustaba te hacía olvidar aquel sin vivir. Así que...¿por qué quería seguir yendo al instituto? Siempre fui una chica muy curiosa a la que le gustaba aprender cosas nuevas, tal vez ese hambre de conocimiento opacaba todo lo demás. O tal vez era una autentica masoca y me negaba a reconocerlo.
—No mamá, no hay nadie. Pero tranquila, que el día que haya alguien tú serás la primera en saberlo. —Mentí con un tono apacible para sonar más convincente. Se había convertido en rutina hacerlo, ya no sentía ni un poquito de remordimiento por aquellas mentiras piadosas que tranquilizaban a mamá como me sucedía al principio. Cada vez que lo hacía me repetía una y otra vez que un mal menor siempre justificaba un bien mayor.

—Está bien Ale, te creo. Te dejo que sigas estudiando. —Y con esas palabras cerró la puerta y se fue dejándome allí sentada en aquel escritorio tratando de encontrar una solución a aquel problema. Luego de un rato terminé de responder a las preguntas que me planteaba, pasé a otra asignatura y así hasta que por fin terminé todos los deberes. Solo había un pequeño problema, había hecho los deberes del día anterior, y no tenía ni idea de los que habían mandado hoy, ni si habían puesto algún examen ni nada de nada.

—Hola hermanita, ¿cómo sigues? Veo que igual de aplicada que siempre. —Dijo Alex con la puerta entreabierta mientras sostenía la manilla con la mano derecha. Tengo algo para ti. —Parecía que ocultaba algo con la mano izquierda detrás de su espalda, como esas veces que te quieren sorprender con un regalo.
—¿Qué es? —Respondí intrigada. En ese mismo instante recordé que Tony le había preguntado por mi y me hice ilusiones de nuevo. ¿Le habría entregado una carta confesándome su amor? Era bastante poco improbable pero yo quería seguir soñando.
Alex sacó el papel y lo posó sobre el escritorio.
—He cumplido con mi tarea de hermano mayor, me acerqué donde tu tutora, le dije que no habías podido ir porque te sentías mal y le pedí que me diera tus deberes porque sé lo importante que son para ti los estudios, hermanita. ¿No estás orgullosa de mi? —Dijo a la par que sonreía con orgullo y se le inflaba el pecho.
—Gracias hermanito, te quiero un millón de veces. —Respondí. En efecto me llenaba de orgullo que se hubiese tomado el tiempo para hacer algo que me beneficiaba, pero parecía un golpe de mala suerte ya que justo acababa de terminar los deberes y lo que menos quería era volver a abrir un libro. Ojeé la hoja y agarré el libro de matemáticas. No tenía más remedio que hacer los deberes sino quería ir con retraso de nuevo. Y aquí vamos de nuevo, ¡yuju!—Pensé. Me consideraba una chica a la que le gustaba aprender pero que al mismo tiempo le gustaba la libertad de hacer lo que quisiera con su tiempo libre. Me llevó toda la tarde terminar todos aquellos ejercicios, aquel día como nunca los profesores se habían cebado mandando deberes, no sé si les molestaba que nos divertiríamos un poco o es que habían tenido un mal día y lo habían pagado con nosotros. Cuando terminé, ya saturada por completo, con un dolor de cabeza horrible mamá nos llamó para cenar. Tenía hambre pero pocas ganas de hablar, no soportaba aquella jaqueca. Así que cené rápidamente en silencio aunque compartía la mesa con mamá y Alex, le pedí a mamá una aspirina, me la tomé, me subí al cuarto y me metí en la cama. Lo siguiente que recuerdo fue despertarme al día siguiente. Era Viernes, y no un Viernes de excursión como debería haber sido, sino un Viernes de castigo por culpa de la despreciable Julia. Me esperaba un día largo, más largo que el día de ayer habiendo estado sola con mi soledad. No quería pensar en lo que iba a suceder, solo quería llegar y que ocurriera lo que tendría que ocurrir. Así que me levanté de la cama, me duché, me vestí, preparé los libros que supuestamente iba a usar, y bajé a preparar el desayuno. Julia y yo habíamos llegado a un acuerdo con el director, si cumplíamos con el encargo que requería, por esta vez lo dejaría pasar sin comunicárselo a nuestros padres, así que ni mi madre ni mi hermano sabían nada del castigo, aparentaba ser un día normal como cualquier otro para todos con el único inconveniente de que yo sabía no lo iba a ser para mi. Esperé a que mamá y Alex bajaran y desayunamos todos juntos.

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