CAPÍTULO 52

7 3 5
                                        

Según entré por la puerta se repitió la misma situación, Julia, que era la primera persona que me encontraba de frente nada más entrar por la puerta, en el primer pupitre, me agachó la mirada y yo seguí hacia mi pupitre. Y después de eso, no faltó mucho para que sonara el timbre. Tocaba educación física. Y te aseguro que el vestuario que había presenciado nuestro amor era el último lugar de la tierra donde querría acudir en ese instante. Pero tuve que hacerlo. No me quedaba de otra. Y como no me apetecía absolutamente nada ponerme a correr, mientras entraba por la puerta posé el pie mal adrede y en el camino hacia el vestuario seguí cojeando. Y me puse el chándal como todas las demás, a excepción de Julia, que parecía que volvía a estar de nuevo en el banquillo. Y tras salir y presentarme delante del profesor cojeando y decirle que había tenido una mala pisada, consideró que era mejor que me quedara en el banquillo también. Y lo cierto es que sí que quería sentarme y no dar clase en aquella hora, pero lo último que quería era compartir banquillo con Julia. Y eso hicimos. Ambas nos fuimos a las gradas mientras los demás empezaban a calentar para empezar con la clase. Y me senté en la última fila en las sillas del medio ya que eran las mejores vistas hacia la pista. Y Julia me persiguió. Y se sentó en la misma fila. Solo nos separaban dos sillas, teníamos la distancia suficiente como para entablar una conversación. ¿¡En serio, Julia!? ¿¡Con todas las sillas que hay para sentarte tienes que venir a sentarte donde estoy yo!? ¿Qué pretendía? ¿Hacerme más daño del que ya me estaba haciendo? No lo entendía. ¿Y cómo iba a entenderlo? ¡Si es que no tenía ningún sentido!

—No creo que a tu novia le haga gracia que estés aquí sentada conmigo. —Le reproché.
—Pues se tendrá que aguantar. —Contestó. Para una vez que tengo compañía, tendré que aprovecharla. —Agregó a la par que colocaba su cabeza encima de la mano y el brazo de ésta estaba colocado encima del respaldo de la silla. <<¡Ahora sí tiene sentido! ¡Eso es lo que soy! ¡Una compañía para que la princesa no se aburra en clase educación física!>> —Cavilé.
—Pues si no quieres aburrirte, tendrás que buscarte otra cosa que hacer. No soy tu peluche. —Dije bien seria. Acto seguido me levanté y me fui a sentar a la primera silla de esa misma fila. Mientras estaba acomodada de brazos cruzados, con mi pierna doblada, Julia se levantó y parándose frente a mis piernas girando su cuello hacia mi persona pronunció:
—¿Me dejas pasar? Entonces mientras seguía en la misma postura, giré el cuello lentamente con el semblante serio en su dirección y respondí:
—Por allí puedes salir. —Dije mientras inclinaba la cabeza en la otra dirección.
—Ya, pero es que quiero salir por aquí. Entonces me levanté y me puse cara a cara.
—¿Qué problema tienes conmigo, Julia? —Le reproché a la par que acompañaba el reproche con las dos manos. Y abriendo los brazos y levantando los hombros agregué: —¿Es que no te vale con todo el daño que me has causado ya? Julia miró a la pista, y comprobando que nadie nos miraba, que todos andaban jugando bien concentrados en sus puestos soltó:
—Tú no lo entiendes...—Dijo mientras mudaba su semblante.
—¿Qué es lo que no entiendo? ¿Que te gusta jugar con las personas y después destruirlas?
—Te estás pasando...
—Ah, ¿que yo me estoy pasando? —Dije mientras me señalaba a mí misma. Después añadí: —¿Sabes qué? No sé ni porqué me molesto en intentar hablar contigo. Y así, con ese cabreo y esas palabras la dejé allí y me fui al vestuario. Ya había tenido suficiente. Nunca me daba una respuesta. De una manera u otra siempre la evadía. No tenía sentido hablar con ella. Y entonces, mientras estaba sentada en uno de los bancos entró y avanzando se sentó a mi lado. Intentó poner su mano en uno de mis muslos pero yo le aparté la mano.

—¿Qué te crees que haces? ¡Conmigo no juegas más! ¿Eh? —Reproché molesta. Parecía que lo único que sacaba en claro de la conversación que manteníamos eran quejas por mi parte. Entonces deslizándome a través del banco hacia la derecha, me alejé, y desde allí seguí en la mía: Será mejor que te vayas. Si Hannah entraría ahora mismo por la puerta no le haría ninguna gracia verte con otra.

Fuera de lugar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora