CAPÍTULO 15

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¿Pero qué clase de persona tan retorcida era? ¿Qué pretendía hacer mañana? ¿Qué pensaba hacer con ese lienzo? ¿Mandárselo por correo a mi madre para que viera que su hija no era tan santa como ella creía en vista de que aparentemente alguien la había visto despojada de todo menos de sus pieles? ¿Me chantajearía a cambio de algo? ¿O le tomaría una foto y publicaría las fotocopias alrededor de todo el instituto para que todos me vieran? Supuse que la idea original de haber filmado un vídeo era para mostrárselo a los demás, no tenía sentido alguno hacer una "broma" y guardársela para sí cuando el objetivo principal de ello era conseguir que todos se burlaran de la víctima. Sabía que era lo suficientemente avispada como para recortar su firma y no dejar pruebas del delito, así que esa idea era por la que más me inclinaba de entre todas, aunque tampoco descartaba las otras, pues con lo miserable que era tal vez me pedía que le hiciera los deberes durante un mes a cambio de no mostrarle mi desnudez a mi madre ni a ninguna otra persona, o tal vez durante el resto del curso, con ella el futuro inminente era incierto. Debía responder algo pero no sabía el qué, me hallaba perpleja completamente. Pasaron alrededor de cinco minutos y aún le debía salir el "visto" en su chat. Otros dos minutos más y aún nada. Otro minuto más y debido a que yo no contestaba, empezó a escribir. <<¿Qué pasa, Alexia? ¿Te has quedado manca? Creo recordar que eras tú la que tenía ganas de hablar conmigo...>>
Todavía no me recompongo de un ataque y ya está lanzando el segundo. —Pensé. Hay que ver lo incansable e insistente que es esta mujer. Me pregunto a cuántas más les habrá hecho lo mismo. ¿Sería igual de insoportable con Erick? ¿O con él iba más a saco? ¿Qué le había hecho Erick para que hiciera lo que hizo? ¿Y yo? ¿¡Qué le había hecho yo para que de un día a otro dejara de ser invisible y empezara a tenerme entre ceja y ceja!? Me dispuse a escribir porque sabía que ella no pararía hasta que tuviera una respuesta. Así que pinché con el pulgar derecho en el cuadro de texto e inmediatamente apareció la barra parpadeante junto con el teclado. <<Hablaré contigo cuando respondas a la pregunta que te hice en el baño, mientras tanto déjame en paz.>> Pulsé "enviar" y no pude evitar pensar en la cara de ardida que pondría Julia al leer que me dejara en paz lo cual puso una sonrisa de satisfacción en mi rostro. No tardó en contestar. <<¿Que te deje en paz? ¿Acaso no conoces el poema de Benedetti? A veces, lo que más deseas nunca se cumple...>> No tardé en responder yo tampoco, no quería dejar margen de tiempo para que pensara que había ido a buscarlo. <<Y a veces, lo que menos esperas que suceda, ocurre...>> ¿Cómo no iba a conocer el poema, si Benedetti era uno de mis poetas favoritos? No tenía a Julia por una persona romántica, sino todo lo contrario, una persona con sentimientos inertes, supongo que había mucho de ella que desconocía. "Y a veces, lo que menos esperas que suceda, ocurre..."—Me repetí. No sabía qué interpretación le daría Julia, pero la mía estaba clara, le estaba diciendo que iba a hacer algo que no se esperaba después de que ella me advirtiera que mañana iba a hacer algo que probablemente me arruinara la vida. Le estaba devolviendo bomba por bomba, veríamos cuál de las dos explotaba con más intensidad. No pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta que probablemente mañana no iría a clase y desde casa poco podía hacer para responder a su ataque, además de no enterarme de lo que ella haría en mi contra. Bloqueé el móvil, lo posé en la mesita de noche y agarré el termómetro, no recordaba a qué hora me dijo mamá que debía ponérmelo pero sabía que debía hacerlo. Así que lo encendí, me levanté el pijama por debajo con la mano izquierda, me lo metí y lo fui subiendo hasta llegar a la axila izquierda, después junté el brazo al cuerpo para que no se cayera y lo dejé ahí hasta que sonara. 36,5 °. Nada. No tengo fiebre. Estoy sana como un roble. Solo han sido dos regurgitaciones de nada y un par de estornudos, ni catarro, ni dolor de garganta ni nada de nada. No sé si agradecía estar sana o lamentaba no estar enferma y tener que ir mañana a clase. La verdad es que no me apetecía nada saber lo que Julia me tendría preparado. Y yo tampoco estaba en óptimas condiciones para poner a trabajar mi sesera en busca de algo realmente hiriente. Lo apagué y regresé el termómetro a la bandeja, por el camino tomé la botella, me serví el vaso entero de agua y me lo bebí del tirón. Después abrí el paquete de patatas fritas y comencé a comer. Vaya, parece que esta guerra, aunque sea desde la lejanía, acaba con mis energías dejándome hambrienta y sedienta. A la mitad del paquete ya no me apetecía comer más, así que lo doblé y lo volví a dejar en la bandeja para recostarme de nuevo. Mamá y Alex todavía no llegaban y yo estaba tan acomodada que no tardé en quedarme dormida.

—Buenos días, Alexia. —Julia me sonrió, estaba sentada al principio de la baranda de concreto con las piernas cruzadas y la mochila apoyada detrás. Agarraba el móvil con las dos manos, supuse que estaba mirando alguna reacción a alguna foto que había posteado recientemente en sus redes cuando levantó la mirada para saludarme. Me dio la sensación de que me esperaba a mi. Nunca se sentaba ahí, estaba justo allí como para que yo me la encontrara de frente cuando subiera las escaleras que daban a la puerta principal del instituto. Y desde luego era bastante inusual que ella me diera los buenos días. Había gato encerrado, parecía el preludio de una tragedia, volvía a tener el presentimiento de que iba a suceder otra catástrofe llamada Julia. No quería entrar, no quería cerciorarme del execrable acto que había cometido en mi contra. Pero como la mayoría de las veces querer no es lo mismo que poder, no tenía elección, así que la dejé allí atrás sentada y entré. ¿Pero qué estaban viendo mis ojos? ¡Era increíble! Era una foto del retrato que me había mandado el día anterior, estaba pegado por todos lados. En las paredes, en las taquillas, en el tablón de anuncios, hasta estaba pegado en los respaldos de los bancos de madera donde se sentaban los alumnos a esperar la llegada del profesor. Pero había algo diferente, debajo no estaba su firma, estaba escrito: Alexia Torres, reina del nudismo. Y un número de móvil que probablemente se había inventado para que me contactaran con el fin de burlarse de mi, o quién sabe, con la mente tan retorcida que tenía probablemente se había comprado uno de prepago para recibir todos los mensajes y así seguir burlándose de mi enviándomelos. En aquel momento quería que me tragara la tierra, quería desaparecer sin dejar rastro de mi existencia, me sentía impotente, solo quería llorar y llorar y llorar, todos habían visto lo que se escondía tras mi ropa gracias a el asco de persona que era Julia. Pero no podía llorar delante de todas aquellas personas que ya me creían débil, así que salí corriendo a hacerlo hacia el baño, tal y como acostumbraba. No esperaba encontrar las fotos también allí, pero allí estaban, pegadas en el espejo, en las paredes, incluso en las puertas del baño. Así que antes de entrar al baño y cerrar con pestillo, las arranqué, las tiré al suelo con furia y las comencé a pisar saltando encima de ellas, como si fueran a desaparecer por pisotearlas con esa rabia mortal. Justo en ese momento Julia entró al baño y yo dejé de saltar para enfrentarla cara a cara.

—Vaya Alexia, ¿no te ha gustado mi sorpresa? Y yo que creía que te iba a encantar...
—Lo vas a pagar Julia.
—¿En efectivo o con tarjeta de crédito? —Siguió burlándose.
—Con tarjeta de crédito, porque supongo que tú no llevas efectivo encima, pija de mierda. Es más, imagino que te dé grima agarrar un billete ajeno.—No pronunciaba palabra mientras yo seguía aguantándola la mirada. Parecía que la había dejado muda, cosa que no era habitual en ella. Transcurrieron alrededor de cuarenta segundos hasta que le dio por responder. Pero no lo hizo hablando. Se dirigió al lavabo, abrió el grifo, se quitó la camisa, la empapó en agua, se acercó a mí, levantó los dos brazos que sostenían la camisa sobre mi cabeza y empezó a escurrirla. No era agua como para calarme entera pero si lo suficiente como para que me cayeran gotas de agua por la cara.
—Pues mira lo que hace la pija de mierda. —Después fue al dispensador, agarró un montón de papel y regresó de nuevo al lugar donde me encontraba todavía inmóvil. —Y para que veas que no tengo ninguna clase de reparo en tocar cosas ajenas, toma, para que te seques. —Dijo a la par que agarraba mi brazo, lo elevaba, ponía mi mano en disposición de recibir algo y depositaba el papel en ella.
—No tenía que haber salido de la cama.—Pensé. Entonces desperté. Sólo había sido un sueño. Un mal sueño. Parece que no me libraba de ella ni durmiendo. Estaba en todas partes. Y su omnipresencia me estaba empezando a consumir por completo.

Fuera de lugar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora