CAPÍTULO 2

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Tomé aire por diez segundos, mamá decía que eso me ayudaría en los ataques de ira, y que, si no bastaba con eso, seguiría contando de diez en diez hasta que la furia se apaciguara dentro de mi ser. No voy a mentir, al principio lo veía como una tontería, pero después, con el paso del tiempo y la práctica noté como daba resultado, claro que, no bastaba solo con las respiraciones profundas en ese lapso de tiempo, tu mente tenía que volar a un lugar que te transmitiera paz, para olvidar ese infierno que se estaba desatando en tu vida en esos instantes. Y fue justo eso lo que hice, abrí las alas y volé al día que más feliz fui desde que tengo uso de memoria: al día de mi cumpleaños cuando cumplía exactamente ocho años de edad. Papá y mamá nos llevaron a Alex y a mi a su primer campeonato de Karate. No me perdía ningún entrenamiento, mamá me llevaba porque decía que ella y yo éramos las mayores fans de Alex y que teníamos que animarlo mucho para que pudiera ganar. Así que eso hacía, me tomaba muy en serio mi tarea de animadora, gritaba su nombre hasta quedarme sin voz, porque tenía la tonta idea de que si me quedaba callada él perdería, claro que era una niña y aunque tuviera consciencia de la mayor parte de mi mundo no era consciente de su totalidad, había cosas que se escapan de mi conocimiento como lo siguen haciendo hoy en día. Pero aquel día marcó un antes y un después en mi vida, era su primer campeonato y su primera victoria, y allí estaba subido encima del podio, y justo después de ser coronado campeón, levantó la copa y empezó a cantar el cumpleaños feliz, en el centro de esa cancha de baloncesto, ante las miradas atónitas de los asistentes, sin vergüenza alguna teniendo plena conciencia de que cantar no era precisamente su fuerte. Cuando terminó la canción me dedicó unas palabras, como si hacer todo eso por mi delante de todas aquellas personas no hubiera sido muestra suficiente de lo mucho que me quería.

—Eres mi hermanita pequeña y siempre voy a estar ahí para ti cuando lo necesites. Tal vez eres muy pequeña para entenderlo, pero sé que cuando crezcas lo entenderás. Te quiero mucho, Alexia.

No dudó en saltar al suelo en cuanto terminó la última palabra de su minúsculo discurso, avanzó hacia las gradas y se abrió paso entre el gentío hasta llegar a mi encuentro. Le dio rápidamente a mamá la copa, y se centró en mí. Durante al menos cinco minutos no dejó de achucharme y llenarme de besos, y yo solo podía pensar que en ese breve instante era la niña más feliz que habitaba el planeta Tierra. Mamá lloraba de felicidad y papá la abrazaba mientras esbozaba una sonrisa de gozo por el amor que se profesaban sus dos hijos. Amor que, tiempo después, se rompería entre ellos.

—¡Alexia! ¡Alex! ¡La cena está lista! —Gritó mamá desde abajo.
—Ya vamos mamá. —Respondimos al unísono.
Estábamos en su cuarto jugando, como acostumbrábamos cada Martes después de que papá le regalara la Play Station 5. A mí me gustaba llamarlo el Martes de Malex y Malexia, cuando por fin me decidí a contarle cómo oficialmente llamaba a los días en que pasábamos un rato ameno enfrente de esa pantalla que embobaba a todo ser que se parara frente a ella, se río y dijo:

—Está bien, hermanita. A partir de ahora será el día de las tres emes. —Y río a carcajadas de nuevo.

Debo reconocer que yo no era muy aficionada a esa clase de juegos, prefería otros que te incitaran a tu cerebro a dar su mejor rendimiento, pero a mi hermano le encantaba que yo jugara con él, y después de todo lo que había hecho por mí, era lo mínimo que podía hacer por él, y aunque debo admitir que tampoco me desagradaba jugar, era lo suficientemente responsable como para saber que pasar las horas muertas delante de una máquina como esa no sería muy productivo para alguien que se consideraba sensata como yo.

—¿Cómo fue tu día Alex? ¿Hay algo que me quieras contar?
—Todo bien, mamá. Nada de lo que preocuparse. —Respondió Alex.

Alex era todo lo contrario a lo que era yo. En casa parecía introvertido, pero fuera de casa era el chico más extrovertido que conocía, supongo que por eso era uno de los chicos más populares del insti, porque no le costaba hacer amigos tanto como a mi. Aunque yo tenía mi teoría del porqué él se reservaba de contar las cosas importantes a mamá, que a mi parecer era absurdo porque todo el mundo sabe que cuando no cuentas nada, significa que escondes algo, pero él pensaba que haría creer a mamá que todo estaba bien. Y luego estaba yo, la chica lista, que contaba gran parte de las cosas que le acontecían pero reservándose lo realmente importante para ella. Digamos que le dejaba saber a mamá lo que para mí eran cosas vanas, porque si por fuera todo estaba bien nunca sospecharía que por dentro todo estaba mal.

—¿Y el tuyo, Alexia? ¿Todo bien?
—Sí, mamá. Saqué un sobresaliente alto en el examen de literatura. Y la semana que viene tenemos una excursión a la réplica de las cuevas de Altamira, ¿puedo ir?
—¿Tienes la autorización y el programa? Quiero leerlo.
—Sí, mamá, lo tengo en la mochila. Cuando terminemos de cenar te lo doy.

Desde que papá se fue de casa, mamá prohibió levantarse de la mesa antes de que todos hayan acabado, era una costumbre que papá no compartía y al final, cuando se descubrió su aventura con Lisa, la ex-mejor amiga de mamá descubrimos porqué. Pero eso es otra historia que contaré más adelante.
Me dispongo a subir las escaleras y mientras me encuentro recorriendo el pasillo para llegar a mi cuarto y sacar los papeles que le tengo que entregar a mamá escucho a mi hermanito hablar por el móvil.

—¿Te veo mañana después del entrenamiento de fútbol? Hubo silencio durante unos segundos, tiempo suficiente para que la persona al otro lado del teléfono respondiera.
—¿En el mismo lugar de siempre? —Se hizo silencio de nuevo.
—Perfecto, allí estaré. Te quiero.

¡¿Qué!? ¿¡En el mismo lugar de siempre? ¿Cuánto tiempo llevaban saliendo sin que nadie supiera nada!? ¿O tal vez lo sabía alguien? ¿Puede que lo supiera Tony, el mejor amigo de Alex? ¿Cómo y dónde se habían conocido? ¿Alex tenía novia formal y no le había contado nada a mamá? Se supone que los tres hicimos un juramento cuando mamá se enteró de lo de papá, nada de secretos entre nosotros, y por lo que veo Alex lo está incumpliendo, aunque bueno, tampoco es que yo esté contando absolutamente todo lo que me pasa...
Proseguí hacia mi cuarto, tomé los papeles y bajé rápidamente al salón, donde se encontraba mamá sentada en el sofá ocupada con algunos papeles, supuse que estaba trabajando en algún caso importante, como acostumbraba hacer desde que papá se fue de casa, antes se repartían el trabajo, ya que los dos eran abogados y trabajaban en el mismo bufete de abogados, bufete que años atrás habían abierto ellos mismos con mucho esfuerzo y muchas lágrimas según mamá contaba cada cena la noche de Navidad. Se había convertido en una tradición hablar de cómo se fundó el bufete de abogados Topé, por Torres, el apellido de mi padre, y Pérez, el de mi madre. Desde aquel trágico suceso, trabajaba hasta altas horas de la noche, y la gran mayoría de mañanas, cuando yo me levantaba la encontraba durmiendo en el sofá, siempre caía rendida, el trabajo no le daba tregua, tenía una familia que mantener y un negocio que sacar adelante, ya que desde su divorcio papá se desentendió por completo del negocio familiar.

—Mamá, el desayuno ya está listo. Y tranquila, que aún son las siete, tienes tiempo de ducharte y prepararte, yo me encargo de lo demás. —Mamá esbozó una sonrisa de agradecimiento, se levantó del sofá y puso rumbo a la ducha.

Yo había entendido que tenía que arrimar el hombro desde que papá nos dejó, era mucha carga para ella y no podía con todo. Tal vez esa sea la razón de mi pronta madurez en un mundo que avanza muy despacio. Tal vez ese había sido el golpe que necesitaba para frenar en seco mi adolescencia y convertirme en una adulta de golpe. Transcurrió alrededor de media hora y ya nos encontrábamos todos en la mesa dispuestos a desayunar.

—Alexia, recuerda que hoy tienes cita con el dentista, te paso a buscar al salir del instituto, comeremos algo de camino, no te preocupes. Después tengo reunión de padres en tu instituto y había pensado que me puedes acompañar y esperar en la biblioteca a que termine. ¿Te parece bien?
—Está bien, mamá. Estaré esperándote a la salida. No llegues tarde, ya sabes lo estricto que es el Doctor Salinas con la puntualidad.
—En cuánto a ti Alex, iremos a buscarte después de la reunión al entrenamiento, tal vez lleguemos un poco tarde, te doy dinero para que vayas a tomar algo con Tony y hagas tiempo hasta que lleguemos.
—Vale, mamá. No te preocupes por nada, lo tengo todo controlado. Os esperaré en el mismo lugar de siempre.

¿En el mismo lugar de siempre? ¿¡Otra vez esa famosa frase!? ¿Sería allí donde se veía con su novia? ¿Era Tony la excusa perfecta para verse con ella? Tenía mil preguntas y cero respuestas y eso que el día sólo acababa de empezar, qué bien...

Fuera de lugar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora