Fuera de lugar

CAPÍTULO 50

<<Y esa gran sensación de vacío que se queda en el cuerpo cuando alguien se mete en tu vida, te la rompe y luego se va, ¿quién la explica?>>

—Charles Bukowski.

Así me sentía después de haber leído el último mensaje de Julia. Vacía. No sentía que el corazón estuviera en su sitio, sino que tenía un agujero en su lugar. Mi existencia carecía de sentido también, ¿para qué seguir viviendo cargando con ese dolor? ¿Era así como me sentiría el resto de mi vida? Ese mensaje lo cambió todo. Ese Domingo me destruyó por completo. Me hizo conocer a una Alexia que no sabía que existía. Me despellejó el alma pedacito a pedacito y, no contento con eso, se llevó lo poco de espíritu que quedaba en mi ser.

<<Te libero del peso que supone quererme, no me busques, this is over.>>

Y así, sin más explicaciones, me dejó. Aunque tampoco hay mucho que explicar cuando una persona deja a otra, ¿no? Ya no hay nada que hacer, ni nada que recuperar. Solo hay momentos que se convierten en recuerdos que te van a costar olvidar.

Aquella hora me tomó un poco más de tiempo salir del aula, ya que tuve que acercarme donde el profesor para que me pusiera al día de todo el contenido que habían dado en mi ausencia. Y a la salida, como si me clavaran una lanza en el pecho de nuevo, me encontré con Julia y Hannah, estaban envueltas en un corro de gente, concretamente en el grupo de su hermana Stefany, y mientras Julia reía me di cuenta de que Hannah la miraba como si ella fuera lo mejor que le hubiese pasado en la vida. La miraba como lo hacía yo cada vez que la tenía en frente cuando estábamos juntas. Pero Julia ni se percataba de ello, pues miraba hacia el chico que probablemente hubiese dicho algo gracioso. Después Julia volteó la mirada hacia Hannah, le puso el brazo por encima del cuello y así emprendieron las dos el camino hacia el siguiente aula. Si hubiese tenido que ponerle banda sonora a aquel minuto en que me paré a contemplar aquella escena desgarradora para mi alma, sin duda alguna, le hubiese puesto la canción de Katelyn Tarver - Hurt like that. Específicamente esa parte en la que dice: <<Dijiste que estabas enamorada, odio que te creí, ahora veo lo que era, sólo querías a alguien para que te hiciera sentir como una persona nueva.>> Llevaba tres días destrozada por nuestra repentina ruptura, por aquella manera tan miserable de dejar a alguien, por aquel mensaje que nunca debí haber leído. ¿Y qué hacía ella? ¿Ya estaba con alguien más públicamente? ¿Y qué había de todo cuanto me dijo? ¿No era verdad aquella canción que me había dedicado? Parecía que todo lo había fingido. Quise creer que se había golpeado la cabeza y había olvidado todo cuanto habíamos vivido, porque la realidad no cesaba de clavarme agujas por todo el cuerpo y ya no podía soportarlo más. Desde el día en que me dejó, a mi vuelta, ya no se sentaba al lado mío, y Hannah tampoco. Ahora las dos se sentaban juntas, pero en la otra punta de la clase. Era segunda hora pero ya sentía que había tenido suficiente. Lo estaba haciendo en mi cara. ¿Dónde estaba el corazón tan bello que había demostrado tener? ¿Dónde estaba la Julia de la que yo me había enamorado? Apenas llevábamos diez minutos de clase cuando le pedí ir al baño al profesor con la excusa de que no me encontraba bien. Mamá había puesto la excusa de que aquellos tres días había faltado a clases por un tema vírico del estómago, así que el profesor no se resistió a darme el permiso. Aunque a mamá también la había logrado engañar. Hice que creyera que realmente estaba enferma, cuando la realidad era que no quería ir al instituto y enfrentar la realidad. Lo cierto es que iba al baño a aislarme. Y si podía no regresar a aquella clase para no tener que verlas, mejor. La puerta se abrió, yo permanecía inmóvil, sentada con la espalda sobre aquella madera que hacía de pared con el otro baño, con las piernas dobladas, los dos brazos posados en sus respectivas rodillas y mirando hacia el frente, concretamente a la madera que hacía pared con la otra. El cansancio y la desgana invadían mi rostro. Entonces aquella chica, se acercó, e inclinándose en cuclillas me preguntó: