Al cabo de unos diez minutos, Julia paró la moto. Estaba todo oscuro, pero había algunas farolas alumbrando a lo largo del pasaje. Aquel aparcamiento tenía un camino directo hacia el mar, éste no se encontraría a más de un metro. Justo allí había un banco de madera. También había césped y árboles. Aquellas baldosas rectangulares lisas grises que nos allanaban el camino hacia el mar estaban intactas. Julia puso el caballete, colgó el casco sobre el manillar de aquella motocicleta y se bajó dejándome allí sentada. Inmediatamente después de que ella se bajara, yo me quité el casco y lo dejé posado en el asiento delantero. Pasé una pierna para el otro lado para quedarme sentada frente a ella pero sin bajar de aquella moto. Mis pies descalzos estaban en el aire. Julia no tardó en dejarme oír sus pensamientos.
—¿Piensas tener la amabilidad de acompañarme o vas a quedarte ahí sentada toda la noche? —Miré hacia el suelo unos segundos y me quise hacer la víctima, entonces contesté:
—No pienso bajar de aquí, ¿no ves que estoy descalza? —Señalé mis pies con el dedo índice— Julia me miró unos segundos, se río y respondió:
—¿Así que ese es el problema? ¿Que estás descalza? —Avanzó hacia mi y cuando estuvo a escasos centímetros de mi, se dio la vuelta y me agarró los muslos con ambas manos, como si quisiera cargarme a caballito. Entonces recordé las cosquillas que le había hecho en aquel cuarto, así que moví mis manos rápido y empecé a deslizar por su cuello mis dedos, ya que si lo hacía por la zona de las costillas no surtiría ningún efecto al llevar puesta aquella chaqueta tan gruesa. Al cabo de unos segundos parecía que surgía efecto porque Julia se apartó todavía riéndose. Entonces se dio la vuelta y se puso seria.—No podemos quedarnos toda la noche aquí, tú ahí sentada —me señaló con la mano— y yo aquí mirándote. —Me reprochó mientras cruzaba los brazos como una niña pequeña cuando se enfada. Creía que eras más divertida. —Me retó con la mirada. <<Y yo creía que tú estabas menos loca.>> —Pensé.
—Vale. Te dejo que me lleves a caballito. O, si quieres puedes llevarme en brazos, tal y como llevan a las novias a la habitación del hotel la noche de bodas. —Solté dos leves carcajadas casi inaudibles. Decidí omitir esa frase tan manida, ese: "tú ya me entiendes", porque era obvio que sabía de lo que hablaba.
—Más quisieras tú que yo te llevara así. —Se acercó a mí y se volteó para que pudiera subirme encima de su espalda. Enseguida acepté su propuesta y me subí cruzando mis brazos por su cuello y mis piernas por su cintura. Mientras me llevaba a sentarme en el banco más cercano le susurré:—Me llevarás en brazos el día de nuestra boda. ¿O vas a negarle el deseo a una recién casada? Aproveché la ocasión ya que sabía que no respondería nada hasta lograr dejarme en algún lugar seguro. Una vez que me sentó con cuidado en aquel banco que estaba a escasos centímetros del agua, se dio la vuelta y contestó:
—¿Ya estás haciendo planes de boda? ¿No vas muy deprisa? —Repuso a la par que reía. Entonces me incorporé, le metí la mano en el bolsillo y saqué la llave de la moto. Me puse en pie y sosteniéndolas de manera que se hicieran visibles a sus ojos contesté:
—Pues si no te quieres casar conmigo, ahí te quedas, no voy a perder el tiempo contigo. —Hice ademán de empezar a correr hacia la moto. No había dado ni cinco zancadas cuando ella se abalanzó sobre mi por detrás e inmovilizándome me quitó las llaves de la mano.
—¿A dónde te crees que vas? —Guardó las llaves de nuevo en su bolsillo— Y el tiempo no se gasta, se invierte. Yo he decidido invertirlo en ti ahora mismo, así que no hagas que me arrepienta. —Añadió. Debo admitir que aquellas palabras me dieron un poco de miedo, ¿qué insinuaba? ¿De qué se podía arrepentir? ¿De entregarme su preciado tiempo? <<Pues perdona, pero mi tiempo también es oro, guapa.>> Ese fue el primer pensamiento que me atravesó la mente, pero mientras yo la seguía para ir a sentarnos en aquel banco de nuevo respondí:—Pues al parecer no voy a ninguna parte. —Dije mientras me dejaba caer en aquel banco cruzada de brazos y haciendo pucheros. Julia se había sentado a la par que yo, entonces giré el cuello en su dirección y mientras yo la miraba a ella en silencio ella hacía lo mismo perdiéndose en la superficie del mar. En aquel momento recordé cuando la vi en aquel aula mirando a través de la ventana, parecía estar calmada y transmitir una paz incomprensible. Quise preguntarle si el sonido del mar le relajaba, pero sabía que mis palabras romperían aquella armonía con el silencio, así que no lo hice. Y entonces como si me hubiese estado leyendo la mente segundos atrás, manifestó:

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Fuera de lugar
Novela JuvenilAlexia es una estudiante sobresaliente que pasa desapercibida en el instituto, hasta que se descubre el suicidio de Erick Gómez, ahí su vida da un giro de 180 grados. Empieza a ser vista por la despiadada Julia, la cual se encargará de hacerle la vi...