CAPÍTULO 44

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Me tocaba regresar a casa sin noticias de Alex. Caminaba con la esperanza de que mamá hubiera logrado dar con él. Me encontraba un poco lejos, así que tenía el tiempo suficiente para pensar un poco en todo. ¿Se recuperaría papá? ¿Y si lo hacía qué pasaría con él? ¿Quién se iba a hacer cargo? ¿Dónde estaba Alex? ¿Había huido para no ir a la cárcel? ¿Y qué iba a pasar con Alma? Y la pregunta más importante: ¿Julia y yo ahora éramos novias? Fue un largo camino con pensamientos fluyendo en ambas direcciones. Y después de caminar a través de una gran parte de la ciudad, llegué a casa.

—Hola, mamá. —Dije mientras cerraba la puerta. Se la veía preocupada, su semblante estaba decaído.
—No he logrado dar con Alex, no sé dónde se ha metido. Sigue con el móvil apagado.
—Seguramente está en casa de algún amigo y se ha quedado sin batería. —Dije para calmar su angustia. No podía decirle nada de todo lo que sabía. Así que proseguí con mi consuelo: —No te preocupes mamá, que el estúpido de mi hermano no es tan tonto como para no regresar a casa. —Dije mientras la abrazaba. Después la miré y ella sonrió forzadamente, supongo que tenía la misma intención que yo con ella. Tenía que lograr mantenerla ocupada así que volví a la carga.

—Me pego una ducha, me pongo cómoda y vemos una peli en Netflix, ¿vale? A mamá no se la veía muy convencida así que insistí con más esmero: Mira que hoy estoy generosa y te dejo elegir a ti. Y tú mejor que nadie, sabes que eso no es algo que ocurre todos los días. Podrías hacer palomitas en lo que yo me ducho.
—Está bien. —Dijo a la par que asentía con la cabeza.

Entonces subí corriendo las escaleras, me quité rápido la ropa, la dejé estirada en la silla del escritorio, agarré las mudas y el pijama, me puse las chanclas y el albornoz y me fui. Una vez estuve lista y con el pelo peinado pero aún mojado bajé al salón para empezar la sesión de cine. Mientras me acercaba a sentarme en el sofá pregunté:

—¿Ya elegiste la película? Las palomitas estaban posadas en el bol que se encontraba en la mesita central del salón, y mamá hacía zapping con el mando en la mano. Entonces se giró para responderme mientras me miraba:
—La verdad es que no. Pero acepto sugerencias. Lo cierto es que yo tampoco tenía ninguna en mente. Así que me tocó poner mis neuronas a funcionar. <<¿Y si buscamos una en donde la trama sea que el actor principal le pega una paliza de muerte a su mejor amigo por haber abusado de su hermana después de haberle robado la novia y luego huye lejos para no ir a la cárcel?>> —Discurrí. No podía negar que la historia de la vida de mi hermano tenía trama suficiente como para hacer una película, pero aquel no era el momento de hacer bromas, y mucho menos cuando mamá no estaba al corriente de absolutamente nada de lo que ocurría, aunque mucho me temía que los Gómez no tardarían en ponerse en contacto con ella. Entonces le arrebaté el mando de la mano y empecé a buscar en Netflix. Me fui al apartado de comedias ya que no estaba dispuesta a aguantar más drama. Y una vez allí escogí la primera que aparecía. "Sextillizos" Sabía que si trabajaba Marlon Wayans las risas estaban aseguradas. Así que sin dudarlo le di al play. Mamá se quedó dormida a mitad de la película, hacía tanto tiempo que no veíamos una película juntas que ya ni recordaba que nunca llegaba a terminarlas. Y di gracias al universo de que se quedara dormida, porque a los cinco minutos de haber caído rendida en mi hombro le entró una llamada de un número desconocido. No quise cogerlo, así que lo puse en silencio y lo dejé sonar. Seguía viendo la película mientras el móvil vibraba, la insistencia de aquella persona me estaba empezando a abrumar, me daban ganas de apagar el móvil. Pero no lo hice. Lo dejé ahí con la llamada muteada mientras vibraba. Tenía que alargar lo máximo posible el tiempo de espera en que mamá se enterara de lo que había ocurrido. Una vez terminó la película, le susurré a mamá que ya había terminado la película, que se fuera a la cama. Y ella se fue medio zombie, dejando allí el móvil. Parecía que aquella persona ya había dejado de insistir, pero presentía que cuando mamá chequeara el móvil al día siguiente lo llamaría al ver tantas llamadas perdidas, así que agarré el móvil y puse el pin. Era demasiado fácil, uno uno dieciséis. Su clave era el lugar que ocupaban en el abecedario nuestras iniciales y la suya. La a ocupa el número uno, por eso dos, la de Alex y la mía, y el dieciséis de la P suya. Ella siempre iba la última porque siempre nos anteponía a nosotros, y ni siquiera en el pin de su móvil se ponía antes. Sin duda alguna, nos quería mucho. Y nosotros también, pero a veces la dábamos auténticos quebraderos de cabeza. Una vez desbloqueé el móvil, fui a sus llamadas y borré las diez llamadas que tenía de aquel número desconocido. Después, aunque me dieron ganas de fisgonear sus chats para descubrir quién era ese con quien tenía una aventura, no lo hice, así que lo bloqueé, volví a dejar su móvil en el mismo lugar y me subí al cuarto con el mío. Una vez estaba tumbada en la cama, abrí el chat de Julia para escribir.

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