18. El sótano

14.9K 1K 268
                                    

Otro miércoles más, a las dos y diez minutos, me disponía a ir al club de fotografía para coger mi cámara e irme al ya tan familiar pabellón de baloncesto.

Cuando entré a la pequeña sala me encontré con Owen.

—Hola de nuevo Ellie— dijo él sonriente. Estaba sentado en la mesa con un portátil.

—Hola Owen— fui al armario a coger mi cámara—. ¿Qué haces aquí, no vas al club de béisbol?

—Si, ahora iré. Es que estoy haciendo deberes.

Yo me reí mientras respondía:

—Adelantando trabajo, ya veo.

—Por supuesto, querida, en casa da pereza hacer estas cosas y como el entrenador me deja ir más tarde, pues aprovecho.

—Yo me voy ya, tengo que sacar fotos a Valerie y sus compañeras.

—Tu y Valerie hacéis buena pareja— contestó algo pensativo

—¡Ugh! ¿Tú también? No, por favor, suficiente tengo con Addie.

—Es verdad, la rubia y la morena, pareja ideal. Os complementáis.

—Cuántas veces tengo que decir que somos amigas, bueno, es que ni siquiera sé si ella me lo considera.

—Si, cariño, por supuesto que ella te considera su amiga, ¿es que acaso estás ciega?

—No, pero llevo gafas por algo— ambos nos reímos—. Me voy Owi, mañana te veo.

Bye, Ellie.

Salí de la habitación y me dispuse a bajar las escaleras rojas que daban a la cancha. Cómo siempre el sonido de las pelotas y las playeras se podían oír.

Una vez entré, saludé a la entrenadora y me puse a trabajar. Encendí la cámara y me coloqué lejos. Desde ese día que me lleve el pelotazo he aprendido la lección.

Cuando llevaba unos quince minutos sacando fotografías, la rubia se dispuso a hacer una de esas jugadas que se hacen en el deporte. Pero cuando estaba corriendo, Valerie parece que se hizo daño. Algo le había pasado. Ella se acercó a la entrenadora mientras cojeaba. ¿Se ha hecho daño en el pie?

—¡Elodie, ven aquí!— exclamó Becker, lo que hizo que fuese hacia donde ellas dos se encontraban.

—¿Si? ¿Qué ha pasado?

—Se ha torcido el tobillo, ¿la puedes acompañar a enfermería?

—Por supuesto— contesté sin pensarlo dos veces.

Coloqué mi brazo encima de los hombros de Valerie como pude, ya que es más alta que yo, y ambas nos alejamos de la entrenadora. La rubia colocó su brazo rodeando mi cintura, lo que provocó que me diera un escalofrío. Val nunca falla, siempre me pone demasiado nerviosa.

—¿Estás bien?

—Si, tranquila— sonrió.

—¿Cómo te has torcido el tobillo?

—Al ir tan rápido he pisado mal.

—Tienes que tener más cuidado.

—No sabía que eras mi padre ahora.

—¿Puedes subir las escaleras?— pregunté una vez llegamos hacia ellas.

—Si.

Una vez subimos nos encontramos con el pasillo vacío del instituto, puesto que a esta hora no hay prácticamente nadie. Val apoyó el otro pie en el suelo, quitó su brazo de mi cintura y se puso a andar como lo hace normalmente.

El Arte De Ser Invisible (lgbt+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora