37. No estás sola

14.8K 834 76
                                    

Los rayos de luz de la mañana me dieron en la cara, provocando que abriera los ojos.

Me encontraba con la cabeza colocada cerca del cuello de Valerie y mi brazo rodeando su cintura. Ella estaba con el móvil pero al ver que yo me acababa de despertar le dejó en la mesita y me miró.

—Buenos días, preciosa— se acercó y me dio un beso en la frente—. ¿Has dormido bien?

—S-si— mi voz era demasiado débil. Me sentía fatal, me dolía la cabeza y sentía como mis ojos estaban algo hinchados de llorar.

Miles de flashbacks de la noche anterior pasaron por mi cabeza y yo no podía seguir viendo a Valerie. No podía. Ella había visto la peor parte de mi vida, había visto a alguien que nunca quería ni esperaba que viera.

—¿Cómo te sientes?— preguntó acariciando mi cara y mi cabello, mientras yo cerraba los ojos. No puedo mirarla, me da demasiada vergüenza.

—B-bueno, no sé qué pensar.

—Es normal, pero cuando quieras hablar del tema estoy aquí para ti, ¿vale?

—C-creo que n-necesito ir a mí casa— contesté, apartándome de ella y levantándome de la cama, aunque yo me sentía débil, muy débil, apenas podía moverme y era porque todavía me temblaba todo el cuerpo.

—Vale, pero primero vamos a desayunar.

Ella tomó mi mano y ambas bajamos las escaleras para ir a la cocina. En la cocina ya estaba el padre el cual leía un libro mientras bebía café de una taza. Yo continuaba mirando hacia el suelo, sigo sin ser capaz de mirarles. Me senté en una silla y Val comenzó a preparar el desayuno, aunque yo sinceramente apenas tenía apetito.

—¿Qué tal estás Ellie?

—B-bien, Arthur— mentí con una falsa sonrisa en mis labios, pero simplemente no quería que él se preocupara tanto por mí, no me lo merezco.

—Eso espero.

Él continuó leyendo mientras que Valerie colocó una taza de café delante mío, junto con unos pancakes. Ella se sentó a mi lado y comenzó a desayunar. Yo no tenía hambre pero no podía ser tan mala y no comer aunque sea un poco, no podía tener un gesto tan malo con la rubia y su padre.

El desayuno fue silencioso y una vez terminamos, ambas nos cambiamos la ropa y fuimos hacia el coche. Yo sinceramente no tenía ganas de hablar, no quería mirarla, era incapaz.

Posé mi cabeza sobre la ventana, escuchando la música que Val había puesto. El cielo hoy estaba algo oscuro, había muchas nubes y no sé si era porque yo me sentía así, pero era un día triste.

La rubia aparcó el coche delante de mi casa y me miró, pero para mi era más interesante observar el suelo del coche.

—G-gracias p-por cuidar de mi— agradecí el comportamiento que ella había tenido conmigo desde ayer por la noche, cuando ocurrió una de mis peores pesadillas. Ella me ha cuidado muchísimo, se había preocupado por mí y yo estaba siendo una estúpida con ella, pero es que mi mente seguía procesando lo que había ocurrido.

—Si necesitas algo llámame, por favor— ella colocó su mano en mi cara levantándola para que la mirase—. No estás sola, ¿vale? Yo estoy aquí para ti.

Mire sus preciosos ojos los cuales parecían estar muy preocupados por mi, yo afirme con la cabeza ante lo que me acababa de decir. Después, me bajé del coche y entré en mi casa, yendo directa a mi habitación.

Mi habitación, el único lugar en el mundo en el que puedo estar tranquila, es ese lugar que hace que me olvide de todo, ese lugar en el que puedo disfrutar de mis hobbies, como leer o escuchar música. Leer es algo que me transmite paz, algo que me transporta a otros mundos y que hace que pueda olvidarme de la mierda de mundo en el que yo vivo.

El Arte De Ser Invisible (lgbt+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora