19. De ahí salí hace años

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El timbre sonó y yo supe inmediatamente quién era. La tan familiar sensación de nervios invadía mi cuerpo. ¿Qué pensará Valerie de mi casa? ¿Le caerá bien mi madre? ¿Le gustará mi cuarto?

—¡Ya voy yo mamá!— exclamé bajando las escaleras.

—¡Vale!— gritó mi madre, la cual se encontraba en la cocina haciendo galletas de chocolate.

Al terminar de bajar las escaleras, fui hacia la puerta y coloque mi mano en el pomo, pero sin girarlo. Respira, Ellie, ella no te va juzgar, ella no es así. Puedes estar tranquila, ya conoces a Valerie, ¿verdad? No tienes porqué estar nerviosa, pensé. Pero siempre que estoy con ella estoy nerviosa. Ugh, mi mente es un desastre.

Empecé a girar el pomo y abrir la puerta suavemente. Poco a poco, mis ojos podían ver mejor a la rubia, hasta que la puerta estaba abierta totalmente y la pude observar por completo.

Valerie se había cambiado de ropa, no llevaba la misma que había llevado hoy, viernes, al instituto. Vestía un pantalón negro, un crop top que hacía que mi vista se fuese a su abdomen, y por encima una camisa verde oscuro de cuadros. ¿Por qué es tan atractiva? Podría ponerse una bolsa de basura y seguir viéndose bien.

—¿Me vas a dejar pasar o vas a seguir mirándome?

—Yo... um...— no sabía qué contestar ante su comentario. Lo admito, sí, la estaba mirando—. Si, p-pasa— me aparté para que ella pudiera entrar.

—Gracias— contestó mientras reía. Si alguien tuviera un premio por hacer el ridículo, ese sería todo mío.

Valerie se quitó las playeras que traía y yo de mientras cerré la puerta.

—Que bien huele.

—Si, mi madre está haciendo galletas de chocolate para que las comamos luego.

—¡Qué bien!

—Ven, que te la presento— dije al mismo tiempo que comenzamos a andar hacia la cocina de mi casa, la cual estaba al fondo a la izquierda.

—Mamá, te presento a Valerie— dije al entrar a la cocina.

—Hola, señora.

—Encantada Valerie, me puedes llamar Grace. Me hace ilusión que mi hija tenga una nueva amiga.

—¡Mamá!— exclamé molesta.

—¿Qué? ¿Acaso no es cierto?

—Valerie vamos a mi cuarto— miré con enfado a mi madre. No necesito que ella me avergüence más.

Una vez arriba, abrí la puerta de mi habitación y entramos. Mi habitación no era muy grande, tenía una puerta que daba a un vestidor, otra que daba a un baño privado que tengo y mi querido balcón con la escalera. También, tengo una balda llena de libros y un pequeño escritorio. Es que ni siquiera tengo decorada la pared.

—Tu madre es graciosa.

—Más bien creo que se le da bien ponerme en ridículo— reí y Val se puso a observar mi cuarto—. Mi cuarto no esta tan decorado como el tuyo.

—No, pero tiene su encanto. Eso sí, esa pared necesita que cuelgues nuestras fotos juntas.

—Ya te gustaría que hiciese eso.

—No me gustaría, me encantaría.

—Vamos a hacer el trabajo— cambié de tema—. Te puedes sentar en la cama si quieres.

—Por supuesto— dijo la rubia dejando su mochila en el suelo y sentándose en mi cama. A su vez, cogí el ordenador portátil que estaba en el escritorio.

El Arte De Ser Invisible (lgbt+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora