21. No te vas a caer

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—Y... trabajo oficialmente terminado— dijo Valerie escribiendo el último punto.

—Por fin— contesté tumbándome en la cama de Val. Estaba muy cansada.

—Eso, ponte cómoda, cariño— rio la rubia mientras ella también se tumbaba mirando al techo igual que yo.

Sentía como mis párpados se iban cerrando poco a poco, me estoy quedando dormida. Problemas de irse a la cama tarde.

—Te estas durmiendo— ella dejó de mirar el techo para girarse y mirarme a mí.

—Es que estoy cansada.

—¿No te apetece hacer algo más divertido? Ósea no me importa que te duermas en mi cama, pero hoy no, vamos a aprovechar la tarde.

—Pero eso da pereza.

—¿Por qué no vamos a tomar un café y luego a un parque que hay cerca?

—Tengo sueño, no me apetece moverme ahora mismo.

—Te compro una tarta de chocolate— respondió sabiendo perfectamente que lo que estaba diciendo iba a hacer que dijera que sí, así que yo giré los ojos.

—Eso no es justo, me estás sobornando.

—No lo estoy haciendo, te la iba a comprar igualmente.

—Me la puedo pagar yo.

—No, te la pago yo, así que levanta tu trasero de mi cama y vamos— me levanté de la cama y ella también—. Encima mi padre no va a salir hoy a si que puedo coger el coche.

—Mejor, me da miedo la moto y eso que el otro día no nos mataste.

—Porque soy la mejor conductora del mundo.

—No.

—Si, lo soy, dilo. Di: Val es la mejor conductora del mundo.

—No voy a decir eso, estaría mintiendo.

—¡Dilo!— exclamó.

—Me niego— me crucé de brazos.

Ella al ver esto se acercó, pegando su cuerpo al mío y colocando sus dos brazos rodeando mi cintura. Mi piel se estaba comenzado a erizar por culpa de su contacto, pero yo no esperaba que fuera a hacer lo siguiente. Me levantó del suelo para después echarme a sus hombros, lo que hacía que la mitad de mi cuerpo se encontrará en su espalda y mis piernas colgaran en su abdomen. Su mano estaba sujetando mis pies de forma que no podía escapar o caerme.

—¡Bájame de aquí!— grité.

—No hasta que no lo digas.

—Ya te he dicho que yo no digo mentiras.

—Pues entonces te tendré que llevar así hasta el parque— contestó comenzando a andar por la habitación.

—¡Valerie Turner, suéltame!

—Uff, que bien ha sonado eso— dijo con voz seductora y algo ronca.

—¡Eres idiota! ¡Qué asco!— respondí al mismo tiempo que mis manos daban golpes a su espalda, lo que provocó que la rubia no parará de reír—. ¡Bájame ya! Me voy a marear.

—Dilo.

Suspire, es tan cabezona que al final lo tengo que decir.

—Val es la mejor conductora del mundo.

—Ahora dilo con mi nombre completo— añadió riendo.

—¡Te juro que te odio!— dije con los dientes apretados.

El Arte De Ser Invisible (lgbt+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora