64. Curar heridas

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Después de dos horas eternas de psicología, ahora tenía literatura y después recreo. Diría que el martes es el segundo peor día, primero va el viernes. Además, para empeorarlo todo hoy me esperaba una tarde muy ocupada, puesto que tenía la entrevista de trabajo, algo que me ponía nerviosa.

Entré en la clase y fui hacia mi sitio. En el aula ya estaban algunos compañeros que hablaban con sus amigos tranquilamente. Valerie todavía no había venido, pero no creo que tarde mucho. Por la mañana estaba en las taquillas y me acerqué para darle un beso pero ella giró su cabeza para que se le diera en la mejilla. No puedo poner en palabras cuánto me dolió eso. Y ayer ni quiera estaba donde siempre nos vemos por la mañana.

El fin de semana he estado enviándole mensajes y ella apenas me contestaba, incluso me ha dejado en visto varias veces. También probé a llamarla pero no me cogió el teléfono. Cada día que pasa estoy peor y por más que intento hablar con ella, no me dice nada. Siempre me dice que está bien y que no le pasa nada, pero ella y yo sabemos que eso no es cierto. Sé que le pasa algo, sé que no está bien, y no sé qué más hacer.

A veces puedes hacer cualquier cosa para que alguien te abra las puertas de su cabeza y su corazón, pero la decisión de hacerlo o no, es de ellos. Al fin y al cabo yo lo único que puedo hacer es esperar sentada en frente de su puerta.

Así que estos últimos días lo único que he hecho ha sido estar pendiente de mi móvil, leyendo, y por supuesto, durmiendo.

La profesora entró por la puerta, colocando su bolso en la mesa y sentándose en la silla. Y justo cuando el timbre sonó, Val entró por la puerta y se sentó a mi lado. Su pelo rubio caía por la sudadera que llevaba, formando las ondulaciones que tanto me gustan. Ella mantenía su mirada hacia adelante, sin ni siquiera haberme mirado desde que había entrado, y yo lo odio. Odio está situación.

—Os voy a dar los exámenes corregidos— cogió el taco de hojas y se levantó del sitio, comenzando a repartirlos por el otro lado de la clase—. En general, están muy bien.

Tras unos minutos la docente llegó a nuestra mesa, colocándose delante de nosotras dos. Cogió el examen de la rubia y lo dejó encima de la mesa con una amplia sonrisa en su rostro.

—Felicidades, Valerie.

Dejé de mirar a la profesora y a mí novia, para bajar la mirada y ver su examen. En el margen derecho se veía claramente el número nueve en color rojo y rodeado de un círculo. Inmediatamente sonreí y ella hizo lo mismo. Estoy muy orgullosa de esa nota. Se ha esforzado mucho y se lo merece, así que lleve mi mano a su espalda y la moví un poco, aunque rápidamente la quité porque la profesora me miró para darme mi examen.

Su cara cambió por completo y me miró super seria.

—Elodie, luego quédate un segundo al final de la clase, ¿vale?

Cuando terminó de susurrar esto, posó la hoja encima de mi mesa y cuando vi la nota sentí como mi mundo se caía. Como mi mundo se ponía patas arriba, aunque para qué mentir, así lleva toda mi vida.

Un dos de diez.

Comencé a sentir cómo se formaba un nudo en mi garganta y mis ojos se empezaban a humedecer. No quería ver el examen, no quería ver mis respuestas, así que giré rápidamente la hoja y miré hacia la pared. No puedes llorar, Ellie, es solo un examen. Si, pero no solo es el examen es por todo el estrés y está nota es causa de ello.

Sentí como dos ojos estaban posados en mí, para después notar como la mano de Valerie se posó en mi muslo, moviendo su pulgar de arriba a abajo. Quería girarme y abrazarla, quería hacerlo, pero ahora mismo no podía. No quiero que nadie me vea así y tampoco quiero preocuparla más, aunque ella ya parece haberse dado cuenta de la nota de mi examen y por eso está intentando calmarme.

El Arte De Ser Invisible (lgbt+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora