42. El cementerio

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—¿Lista para tres horas de viaje?— preguntó Val mientras ambas nos atamos el cinturón.

—Sí, aunque no sé cómo lo voy a llevar. Soy de esas que no para quieta en el sitio.

—Bueno, al menos estarás acostumbrada a clase— ella arrancó el coche y salió a la carretera.

—Pues sinceramente, nunca lo estaré

La rubia me había recogido a las once de la mañana para ir a algún destino, el cual yo no tenía ni idea.

—¿Dónde me vas a llevar? Aunque sea dime la zona.

—A mi antiguo pueblo, aunque está un poquito a las afueras.

—Vale. Tengo ganas de ver lo que me quieres mostrar y también conocer dónde naciste.

—Es algo importante para mí, solo puedo decirte eso— miré por la ventana y al poco ella volvió a hablar—. Bueno, pues pon la playlist de música, ¿no crees?

—Oh, cariño, vengo preparada— conecté mí Spotify con el coche—. Nos he hecho una playlist.

—No te puedo creer— ella me miró rápidamente al mismo tiempo que abría sus ojos.

—Si, he escogido artistas que ambas escuchamos y también he metido alguna que otra canción. En total unas casi cinco horas.

—¡No puede ser! Me tienes que pasar el link.

—Pues claro. Ahora hazme una petición y la pongo.

—Te lo dejo a ti.

Yo pulsé el botón de aleatorio en la playlist y la música comenzó a sonar. Nos esperaban tres largas horas de viaje.

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Ahora mismo estaba mirando por la ventana del coche, la verdad es que su pueblo era muy grande. Estábamos pasando por una zona con muchos árboles y naturaleza.

—Ya casi estamos.

Durante estas tres horas de viaje hemos escuchado música y hablado sobre algún tema. Sinceramente, para ser yo, he estado muy tranquila y no me he movido mucho. Eso sí, puedo notar como mis rodillas me dolían un poco, necesitaba estirarme.

Valerie giró el coche hacia el lado derecho y continuó recto hasta llegar a un pequeño aparcamiento, para después salir del coche. Había un camino de piedra que daba hacia un muro, pero no sé podía ver bien, ya que había algo de neblina. Hoy la verdad es que era un día algo apagado, algo triste, ya que habían muchas nubes que tapaban el cielo.

—Me das miedo. No sé qué esperarme de ti.

—Tranquila— ella cogió aire y comenzamos a andar.

Unos metros más adelante llegamos al muro, el cual tenía un gran portón de metal que parecía ser antiguo. Pero yo me quedé más en shock, cuando leí lo que estaba grabado en una de las piedras del muro que delimitan la zona de entrada.

Era el cementerio de su pueblo.

¿Por qué me había traído aquí? ¿Por qué este era un lugar especial para ella? ¿Será dónde está enterrada su abuela y me va a contar la historia de ella?

La rubia observó mi cara de confusión y yo pude sentir como su mano derecha se unía con la mía.

—N-no te asustes.

—Estoy bien.

—Vamos.

Ambas nos adentramos hacia el cementerio. Esto parecía ser muy grande y tenía muchos árboles y flores. También había un camino de gravilla para poder llegar hasta las tumbas más fácilmente, aunque estaba casi todo teñido de las hojas naranjas y rojas de los árboles. No sé si está bien decirlo, pero la escena era muy bonita, era una escena digna de otoño. Según entras ya se podían ver muchas tumbas de piedra y de diferentes diseños, algunas de ellas tenían flores, supongo que puestas por los familiares de la persona fallecida.

El Arte De Ser Invisible (lgbt+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora