ciento seis

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Los dos hermanos caminaron con tranquilidad por las calles, a Changbin le gustaba tomar la mano de alguien y el agarre hacia sentir seguro a Jisoo, así que fueron con sus manos unidas y el menor los fue guiando a ambos hacia la casa de Seungmin.

— ¿Cómo están Felix y Hyunjin? — preguntó Changbin.

— Tristes... Y solos.

Changbin bajó sus orejas.

— ¿Y tú?

Jisoo se encogió de hombros.

— Sólo, pero feliz.

Changbin rió un poco, acarició una de las orejitas del otro, haciendo que este ronroneara.

— ¿Cuando vienes a vivir con nosotros?

Jisoo negó automáticamente.

— Nunca.

— ¿Por qué? — Changbin hizo un pequeño puchero.

— Doy mala suerte — respondió el menor—. Gato negro.

— Bueno... Yo también doy mala suerte — confesó Changbin, acomodando sus cabellos con algo de vergüenza.

— ¿Cómo estaría tu casa si hubiera dos "mala suerte"?

Changbin abrió sus ojos de más con cierto terror.

— Pero... Yo quiero que estés en casa, conmigo, no me importa tu mala suerte, a Minho tampoco le importará, no le importa la mía.

Jisoo sonrió con ternura, asintió, le encantaba demasiado la idea de volver a vivir con su hermano, como cuando eran pequeños.

Al llegar a la casa de Seungmin, fueron recibidos por Jeongin, quién al principio se mostró alegre y normal, pero en cuanto Jisoo se alejó un poco de Changbin el moreno fue hacia él y el híbrido se preguntó cuando había comenzado a retener lágrimas y comenzó a hablar rápido y algo desesperado.

— Binnie, los dos están muy tristes, y muy mal y casi no comen, y no me gusta verlos así, ¿Puedes ayudarlos? ¿Por favor? — escuchó pequeños lloriqueos caninos, y frunció el ceño ligeramente, Changbin asintió sin querer comentar nada al respecto —. Cuento contigo, ahora... Necesito a Chan — bajó el rostro y se alejó de él, caminando lejos de la sala de estar — ¡Channie~!

Fueron dos segundos de silencio para que se escucharan pasos apresurados desde la planta superior, y Changbin y Jisoo miraron con orejas erguidas y ojos atentos al pelinegro que bajo corriendo y fue hacia el dormitorio donde Jeongin se fue a esconder.

— ¡Cinco minutos! ¡Cinco minutos y ya vuelves a llorar, Jeon-! — escucharon antes de que la puerta se cerrara y quedaran en un silencio incómodo los dos.

— Raros — dijo Jisoo —. Y bonitos — añadió, su hermano asintió.

Changbin había esperado unos minutos acostumbrado a que sus amigos bajaran solos para recibirlo, pero eso no había pasado esta vez, así que fue hacia arriba luego de aquel numerito con el moreno y su ardilla rara.

Tocó la puerta y se asomó un poco antes de entrar, escuchó a Hyunjin sorber su nariz y al encontrarse con él el tigre limpiaba sus lágrimas, mientras un conejo marrón en su regazo se dejaba mimar.

— Hola, Binnie — dijo el rubio con una sonrisa penosa.

El gatito bajó sus orejas con tristeza, un puchero se plantó en su rostro, se acercó a él y lo abrazó con firmeza, comenzó a ronronear en un intento de no sentirse tan mal.

— Sabíamos que estabas vivo — dijo Hyunjin —. Aunque Min no nos creía — su voz tembló un poco al decir el nombre de su humano.

Ex humano.

Changbin dejó mimos en las orejas de Hyunjin, haciéndolo sonreír un poco.

— Los extrañé mucho — confesó el pelinegro.

— Nosotros igual — respondió Jin.

Changbin se sentó en la cama junto a ambos, Felix saltó hacia él, al mayor de los tres le pareció triste porque sus saltos ya no eran enérgicos y alegres como lo eran antes, se refugió en su regazo y el felino lo acarició.

— Nini, ¿Me pasas su peine? — preguntó Changbin, señalando el peine favorito del menor, de color celeste y con hebras suaves y en gran cantidad, una vez en su mano, comenzó a peinar al conejo marrón, sabiendo que al pequeño Felix le encantaba.

Conforme pasó el rato, Changbin comenzaba a ver la tristeza y melancolía de sus amigos, tanto que casi podía sentirla también, y se sintió mal tenerles pena.

Decidió ayudarlos, y lo primero que se le ocurrió fue obligarlos a bañarse.

Con solo pensar en el agua su cola se erizó, pero suspiró para calmarse cuando pensó que tenía que hacerlo por sus amigos.






Con solo pensar en el agua su cola se erizó, pero suspiró para calmarse cuando pensó que tenía que hacerlo por sus amigos

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