Froto mis manos una y otra vez tratando de calmar mis nervios. Miro de nuevo la hora en mi teléfono. 10:36 pm. ¿Se habrá arrepentido? Quizá aún no sale del trabajo, ¿O habrá enfermado?
Calma, sólo son unos minutos tarde. Miro a mi alrededor y veo a varias personas caminando por la plaza y unos cuantos niños corriendo. De la nada una moto se detiene justo frente a mí, no puedo ver la cara del piloto por el casco, pero sé que se trata de ella, es una corazonada.
Se baja de la moto y luego de quita el casco. Definitivamente es la chica más preciosa que he visto en mi vida. Camina hacia mí y ruego al cielo no tener cara de estúpida mientras admiro su cara.
—Hey. —Saluda con una linda sonrisa y mi cerebro explota.
—Hola. —Balbuceo y ella ríe. Torpe, torpe. —Linda moto. —Digo para intentar crear conversación. Ella se gira a mirarla.
—Sí, la compré hace poco. —Sus ojos hacen contacto con los mío y muerdo mi labio para no sonreír como tonta. — ¿Quieres dar una vuelta? —Señala y mi corazón se acelera.
—Nunca he subido a una. —Confieso y ella ríe.
—No iré rápido, lo prometo. —Me sonríe y acepto. Nos acercamos y ella se coloca el casco de nuevo, sube a la moto y me tiende la mano para que yo suba, al tocarla una pequeña descarga eléctrica recorre toda mi columna vertebral y me llena de emoción.
Me dice dónde colocar los pies y que tenga cuidado con el tubo de escape. Coloco mis manos en mis piernas y ella enciende la moto, no vamos rápido, ella se mueve por entre los carros y todo marcha bien.
— ¿Tienes miedo? —Pregunta y niego rápidamente. —Sujétate. —Grita.
— ¿De qué? —Pregunto sin entender y ella ríe.
—Pues de mí. —Dice aún riendo. Coloco mis manos en sus caderas y ella las sube hasta su cintura, de forma que estoy casi abrazada a ella. Acelera la moto y yo suelto un pequeño grito por la sorpresa, escucho su risa a través de la brisa y yo también río. Instintivamente me pego más a ella, pero no se siente incómodo para nada.
Damos un par de vueltas más antes de detenernos frente a una discoteca. Bajamos de la moto y caminamos hasta la entrada, la fila para entrar es tan larga que dobla en la esquina y sigue, realmente todos están aquí.
—Vamos a tardar horas en la fila. —Murmuro. María me mira divertida y camina hasta puerta, la sigo hasta que se detiene y saluda al hombre de la puerta, se dicen un par de cosas y luego abre la puerta para que pasemos. La música retumba y las luces de colores van de un lado a otro. El lugar está a tope, debe haber unas quinientas personas aquí.
— ¿De verdad pensaste que íbamos a hacer esa interminable fila? —Me mira burlona. Toma mi mano y me lleva por entre las personas hasta las escaleras.