Camino por la acera tratando de cubrirme de las gotas que caen de cielo. Está cayendo un diluvio y mi próxima clase es al otro lado del edificio. Genial.
—Cogerás un resfriado. —Me dice una voz masculina a mis espaldas. No hago ni un mínimo esfuerzo en adivinar quién es porque sé que de trata de Miguel.
— ¿Qué más da sí cojo un resfriado? —No estoy de humor para sus comentarios sarcásticos y poco divertidos.
—Pues podrías contagiar también a tu novia imaginaria. —Se burla y yo camino más rápido para no tener que escucharlo más. Escucho sus pasos chapoteantes en la acera mojada.
—Para ya. —Bramo perdiendo la poca paciencia que me queda. —Eres un tormento, sólo te pegas detrás de mí y eres sarcástico. —Me giro a mirarlo. —A ninguna chica le gusta un hombre que se hace el interesante y es odioso. —Miguel me mira con los ojos muy abiertos pero no dice nada. Suspiro y sigo caminando hasta llegar a mi clase.
Centro toda mi energía en entender la clase y en lograr hacer mi examen. Cuando salgo de clases ya no está lloviendo y puedo quitarme el abrigo. Camino hasta cafetería, quedé con Fer de vernos después de clases. Me siento en una de las mesas y espero tranquilamente hasta que la veo cruzar la puerta.
Se sienta a mi lado y me mira.
— ¿Qué pasa? Tienes cara de pocos amigos. —Pregunta con cautela.
—Estoy enojada. —Digo.
—Vaya, casi no lo noté. —Dice con sarcasmo y la miro mal. —Vamos, que tampoco puede ser tan malo. —Chilla.
—Llevo dos días sin hablar con María y parece no importarle. —Mascullo y Fer suspira.
—No sé porque le das tantas vueltas al asunto, es fácil lo que tienes que hacer. —Toma mi mano y la aprieta suavemente.
—La verdad, es que no sé que hacer. —Estoy frustrada por todo ésto. ¿Desde cuándo me cuesta tanto expresar lo que siento?
—Es tan fácil como ir y decirle, hey, me gustas y si yo no te gusto pues tú te lo pierdes. —Me empuja un poco con su hombro. Bueno, el que no arriesga no gana.
