Me siento en el sofá, Mari enciende el aire acondicionado y me entrega una cobija. Enciende la televisión y comienza a buscar una película en Netflix.
— ¿Qué te gustaría ver? —Pregunta distraídamente mientras sigue viendo los nombres de las películas. Miro las películas sin saber cuál escoger realmente.
—Cualquier cosa, pero que no sea una película de romance. —Me tapo con la cobija y ella se sienta a mi lado, su brazo rozando el mío.
— ¿Una de Adam Sandler? —Sugiere y respondo con un pequeño sí. Escoje una película y la vemos entre risas y pausas para llenar de nuevo mi vaso.
Me siento bien estando con ella y su risa es muy bonita. En varias ocasiones mi mano rozó la suya y las dos reíamos nerviosas. Cuando la película acaba me levanto y le pido el baño. Me indica a dónde ir, cierro la puerta y me miro al espejo, tengo las mejillas sonrojadas.
Hago pis, lavo mis manos y luego vuelvo a la sala con ella. Me mira divertida y luego se levanta, camina hasta mí y toma mi mano. Miro nuestras manos unidas y luego la vuelvo a mirar a ella.
— ¿Quieres qué te lleve? —Me mira y lucho para no derretirme en el acto. Tiene los ojos más preciosos que he visto nunca y cambian de colores. Un día son verdes, al siguiente son color miel y al otro son una combinación de ambos.
— ¿Quieres llevarme? —Pregunto de vuelta. Ella ladea la cabeza y niega. Es más pequeña que yo, pero como me intimida. Es como que si sintiera que ella está observando cada movimiento que hago.
De repente alza su mano hasta mi cabello y empieza a jugar con él entre sus dedos. ¿Me va a besar? No lo creo. Trago saliva y por instinto lamo mis labios. Mari no deja de verme a los ojos en ningún momento y siento que me voy a desmayar en cualquier momento.
Me sonríe y mi cerebro empieza a tener cortocircuitos. Es que es simplemente hermosa. No sé cuánto tiempo llevamos así, pero no quiero que acabe. Es hipnotizante mirarla a los ojos, como sí el mundo a nuestro alrededor dejara de existir y sólo estuviésemos ella y yo nada más.
—Eres muy linda. —Dice tiernamente antes de soltar mi cabello. Vuelve al sofá y yo me quedo de pie tratando de recuperar la compostura. Sacudo mi camiseta y vuelvo a sentarme junto a ella. Creo que sólo estaba provocándome.