Pasamos todo el día jugando en la consola, viendo películas y pidiendo comida china. Se siente bien pasar el día con ella, es lo único que hace que me olvide de todo, la universidad, mis padres y todos los problemas que pueda tener, con solo verla sonreír automáticamente todo lo demás se esfuma.
—¿Tienes planes para hoy? —Pregunta jugando con mi mano.
—No, iba a quedarme en la residencia viendo algo en Netflix. —Murmuro y ella asiente. —¿Tú tienes planes para hoy? —Pregunto. Ella rasca su nunca y entiendo el mensaje. —Puedo irme cuando quieras. -Balbuceo y Mari tuerce los labios.
—Podías acompañarme, pero no prometo que sea agradable. —Parece avergonzada. Quiero saber a qué se refiere.
—¿Qué tan malo? —Pregunto, Mari menea la cabeza tratando de decirme.
—No mucho. —Me asegura y soba mi mano para tranquilizarme un poco más. Me da mucha curiosidad saber a dónde tiene que ir y porque creer que será incómodo para mí. Quiero preguntar más, pero creo que no es un buen tema aún para conversar.
Luego de media hora después, Mari y yo subimos a su moto y pone rumbo por la autopista hacia las afueras de la ciudad. Va muy rápido y mi cabello revolotea en la brisa. Se hará una maraña y tendré que tener mucha paciencia para deshacerla.
Nos detenemos frente a una casa con muchas ventanas. La miro cuando bajamos de la moto. No puedo aguantar la curiosidad más.
— ¿Dónde estamos? —Pregunto, sueno más tímida de lo que soy y me doy un golpe mental. Mari mira la casa y luego frunce los labios.
—La casa de mi madre. —Murmura y yo paso saliva. Esto es totalmente nuevo. Mari habla poco sobre su madre y todo lo que sé es que se parecen mucho físicamente, que vive con sus padres y que tiene un perro grande, de resto no sé nada más.
Pero presiento que el problema no es precisamente la madre de Mari, sino sus abuelos. Bendito Dios, creo que era mejor opción irme a mi residencia.