Cuando la película acaba cierro la laptop y la dejo sobre la mesita de noche.
— ¿Quieres ver algo más? —Pregunto y ella niega estirándose.
—Creo que ya debería dormir. —Se tapa con la cobija y yo me levanto de la cama, cierro con pestillo la puerta y apago la luz. Vuelvo a la cama y me tapo también.
—Descansa. —Digo. Miro el techo, la leve luz que entra por la ventana me deja mirar un poco la habitación.
—Descansa tú también. —Se mueve y creo que está mirando mi rostro. No me atrevo a girarme. Trago saliva y me giro, quedamos frente a frente puedo notar que me mira. Siento su respiración mezclándose con la mía. Mi corazón comienza a latir rápido y fuerte. Su mano roza mi brazo y la piel se me eriza.
Trato de respirar con normalidad, porque siento que en cualquier momento me voy a quedar sin aire en los pulmones. Su mano sube hasta mi mejilla y ahí se detiene. Acaricia suavemente mi rostro, cómo si fuese de porcelana.
—Tu piel es muy suave. —Murmura. Se remuevo un poco más y acorta más la distancia que nos separaba. No sé que hacer o decir, siempre me pone los nervios de punta.
Su mano baja hasta mi cuello y también lo acaricia, siento como se va a acercando más y como su respiración choca con mis labios. Lamo mis labios, siento que el corazón se me va a salir del pecho.
—Siempre eres muy callada cuando estoy cerca. —Susurra y sus labios casi rozan los míos. — ¿Por qué? —Vuelve a susurrar. Lo está haciendo a propósito, lo sé, está intentando hacer que pierda la paciencia. —Siempre eres muy cuidadosa y respetuosa. —Se lame los labios y sonríe con malevolencia. —Quiero ver de nuevo a la Verónica que me suplicaba que la besara. —Me toma de la cintura con mano firme. Joder, creo que esto me está calentando más de lo que debería.
Sus labios besan mi mandíbula y bajan hasta mi cuello, besa mi cuello muy suavemente, siento que la piel me arde y que mi entrepierna empieza a sentirse húmeda.
Lame mi cuello y un quejido sale de mis labios. Puedo sentir como sonríe con los labios pegados a mi cuello aún. Sabe perfectamente lo que está provocando en mí y ni siquiera está haciendo nada del otro mundo.
—Por favor. —Murmuro cuando ya no aguanto. Coloca su rostro frente al mío. Mira mis labios antes de besarme. Que bien se siente. Su mano me toma firme del cuello. Suspiro en su boca y sigo besándola.
Es adictivo la forma en la que me besa y como mueve su lengua, he estado esperando este beso desde que cruzó la puerta y vale completamente la espera por uno solo de sus besos.