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Paseamos por la ciudad hasta llegar a las residencias. Son como las tres de las mañana y yo ya estoy un poco mareada por las cervezas.

Detiene la la moto en el estacionamiento y me bajo tambaleando, Mari también se baja y me sujeta por la cintura para tratar de que no caiga.

Me guía hasta mi habitación y me ayuda a abrir la puerta.

— ¿Estás bien? —Me susurra y yo asiento antes de sentarme en la cama. La miro y extiendo mi mano para que se siente a mi lado.

—Quédate. —Propongo y ella ríe.

—Estás ebria. —Dice riendo y yo niego con la cabeza. -Descansa. -Me da un beso en la frente y sale de la habitación cerrando la puerta.

Me quedo un momento asimilando lo que acaba de pasar. Me levanto de la cama y abro la puerta y veo su silueta al final del pasillo.

—Hey. —Grito y ella se gira a mirarme. Salgo al pasillo y cruzo mis brazos en mi pecho. Ella se acerca con una sonrisa pícara.

— ¿Pasa algo? —Pregunta metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón.

—Quédate a dormir. —Propongo de nuevo y ella ladea la cabeza como si estuviera pensando en una opción.

—Mejor quédate tú conmigo. —Dice y no lo dudo ni un segundo. Entro a la habitación y cojo un bolso, meto una camiseta, ropa interior, mi cepillo de dientes y un mono de pijama, cierro la puerta y me cuelgo el bolso de uno de mis hombros.

—Estoy lista. —Me acomodo el bolso y ella niega con la cabeza.

—No aceptas un no por respuesta, ¿eh? —Se burla y yo sonrío. Toma mi mano y vamos de nuevo hasta la moto.

Nada de esta noche podría salir mal. Todo ha sido mucho mejor de lo que esperé y se siente bien estar con ella tanto tiempo.

El Sol en tus Ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora