Capítulo 2: Yo no tengo la culpa

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Un año después.

Desde la última vez que Grimaldi’s Company me había contactado para hacerme una prueba y así ver si encajaba en el puesto de secretaria, había pasado un año. Un mes después de haber pasado esa prueba, comencé a trabajar, y podía decir que me iba bien y estaba contenta con mi trabajo.

Sábado, 11:04 p.m.

Dormía tranquilamente hasta que mi teléfono comenzó a sonar, despertándome de un profundo sueño.

— ¿Sí? — pregunté, un tanto adormilada.

Voz: — ¿Zoe? 

— Sí, soy yo

Voz: — Su número estaba registrado en los contactos. 
¿Usted conoce al señor Grimaldi? 
Está en mi bar bastante borracho y no se quiere ir 

— ¿Dante Grimaldi? — pregunté exaltada. 

Voz: — Yo que sé cuál es su nombre, solo he visto su apellido en una tarjeta que tiene, al parecer es de una empresa.
Tiene que venir ahora a sacarlo de aquí, yo tengo que cerrar y él no me hace caso, si no tendré que sacarlo a patadas

— No, espere. ¿Dónde está? — pregunté levantándome de la cama. Me apresuré a buscar ropa para vestirme rápidamente y salir a buscarlo.

Voz: — Le pasaré la dirección por mensaje

Después de colgar, llamé por teléfono a Ashley, asistente personal del señor Grimaldi, que, al parecer, ni se había enterado de que a su jefe casi lo echaban a rastras de un local. 

Ashley: — ¿¡Qué quieres!? — preguntó disgustada. 

— El señor Grimaldi está borracho en un bar y alguien tiene que ir por él

Ashley: — ¿Y a mí qué? Déjalo ahí, ya se irá. 
¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! — gritó alegre y una fuerte música opacó su voz, seguramente estaba en una discoteca. 

— ¿Dónde estás? 

Ashley: — ¿Y a ti qué te importa? 
Estoy en mis vacaciones en Miami, así que te pido por favor que dejes de molestar — respondió y colgó.

«¡Qué hija de puta!», pensé para mí misma.

Llamé a un taxi y pedí que me llevara a la dirección que me había dado el dueño del bar. Al llegar, entré y encontré a mi jefe, el señor Grimaldi, al borde de caerse de la silla.

Señor: — ¿Tú eres Zoe? — preguntó, mirándome de arriba abajo.

— Sí 

Señor: — Bien, llévatelo. 
Tengo que cerrar, pero antes, tienes que pagarme la cuenta porque aún no lo ha hecho — dijo el dueño del bar, un hombre bigotudo y regordete.

— Está bien — dije y rápidamente me acerqué a mi jefe. 
— Señor Grimaldi, venga conmigo 

Dante: — ¿Qué hace aquí, señorita Carrasco? — preguntó con una voz de borracho y su rostro estaba enrojecido.

— A llevármelo, apresure el paso 

Le ayudé a levantarse y cuando se puso de pie, busqué en su saco la billetera para pagar y después me acerqué a la barra.

— Muchas gracias, no sabe cuánto lo siento

Señor: — Más lo siento yo porque ya estaría durmiendo en mi casa si no hubiera sido por él — mencionó entre dientes, molesto. Así que, decidí concentrarme en mi jefe en lugar de las quejas del dueño del bar.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora