Capítulo 49: Libertad

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ZOE

Permanecía en ese sombrío cuarto, donde solo un solitario foco colgante proporcionaba escasa luz. De repente, la puerta se abrió y reapareció el mismo individuo de la oficina anterior, el único que había hablado.

Hombre: — Parece que tenemos una visita inesperada

Avanzó hacia mí y con brusquedad retiró la cinta que cubría mi boca, causándome dolor.

Hombre: — ¿Tu nombre? — inquirió, pero guardé silencio.
— ¡Contesta! — exclamó, acercándose amenazadoramente.

— Ma... María

Hombre: — ¿María?

Era evidente que había inventado el nombre, decidida a no revelar mi verdadera identidad, pues había aprendido de películas de acción que, en situaciones como esta, la calma, la cautela y la valentía eran esenciales.

Hombre: — ¿Dónde está tu acompañante y mis colegas?

— No lo sé

Hombre: — ¿No piensas hablar?

Me retó con su mirada repugnante y extrajo unas tijeras de una mesa cercana, advirtiéndome silenciosamente de las consecuencias de mi silencio.

Hombre: — Habla

— No sé nada, lo juro

Hombre: — Ja, ja

El individuo se alejó para buscar algo más, mientras yo intentaba deshacer el nudo que ataba mis manos, una tarea difícil incluso con cuerda.

Hombre: — Él te habrá dicho algo.
A mis colegas, a cuatro de ellos los capturaron hace dos días y ahí los tienen, interrogándolos y torturándolos para dar información del negocio.
Tú sabes de eso, dime que sabes sobre ello

— No, no...

Hombre: — ¡Dime!
Nosotros solo trabajamos. El negocio es negocio y la maldita policía lo está arruinando

— ¿Negocio?

Hombre: — Me han quitado mucho dinero y la droga es cara.
Ellos tienen que pagar por eso y lo van a hacer

El hombre se acercó nuevamente, sosteniendo las tijeras y una jeringa llena de líquido.

Hombre: — Vas a pagar por lo que ha hecho tu acompañante

— Por favor, no me haga daño

Finalmente, me rendí y supliqué por mi vida, pues este individuo parecía decidido a infligir dolor.

Hombre: — Pero, reconsiderando las cosas, tengo otra idea

— ¡Déjame! — exigí, escupiéndole en la cara, lo que le provocó que me diera una cachetada.

Hombre: — Maldita

Se acercó, intentando estrangularme, pero le di un cabezazo gracias a las clases de defensa personal que había tomado en mi juventud. Claro, eso no quería decir que lo que había hecho había salido perfecto porque yo quedé mareada con un gran dolor de cabeza.
Igualmente, lo hice retroceder y vi que algo cayó al suelo, la tijera. La atraje con mi pie y la oculté bajo él.

Entonces, se oyó un disparo desde afuera, distrayendo al hombre. Salió corriendo y otro individuo entró, hablaron y el primero se llevó su arma, dejándome sola en la habitación.

Bien, ya estaba solo yo en ese cuarto.
Tenía una tijera y me faltaba mucha suerte para poder liberarme y cortar la cuerda con esa tijera, pero había que intentarlo.
Traté de ver cómo podía hacer llegar la tijera a mis manos, pero no encontré la forma. Era difícil, no era como en las películas.
Minutos después, desde afuera se empezaron a escuchar muchos disparos continuos, era como una guerra y de la nada, algo explotó, haciendo un tremendo escándalo.
Abrí los ojos y había mucho humo.
Un hombre uniformado se me acercó y noté que era un policía, por cómo andaba vestido lo supe.

El Jefe Me EspíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora